En 1572, el astrólogo italiano Cosme Ruggieri predijo a Catalina de Médicis que moriría cerca de Saint-Germain. A partir de ese instante, la asustada reina procuro evitar los lugares que llevaran ese nombre, y se hizo construir una residencia muy lejos de la capital, con una habitación en lo alto, a la que se llegaba por una escalera de 147 peldaños.
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Pero tantas precauciones no lograron desviar el curso del destino. Sintiéndose algo indispuesta en 1588, se retiró al castillo de Blois para asistir a la inauguración de los Estados Generales, que debía ser el 16 de octubre.
A comienzos de diciembre, hallándose todavía en Blois, se sintió de nuevo enferma, y mandó llamar a un capellán, que llegó dispuesto a darle la extrema unción. Cuando vio al sacerdote, Catalina le preguntó su nombre. Al saber que éste se llamaba Julien de Saint-Germain, la infeliz cayó sin sentido y murió poco después. Era el 15 de enero de 1589.