CUENTO PARA MIS SOBRINOS

Las hormigas no se habían despertado esa mañana. El señor patio estaba triste porque no sentía el caminar sobre la tierra de las pequeñitas amigas que tanto lo entretenían. Cuando las hormigas estaban despiertas estas venían en fila y se repartían las hojas de las plantas y al señor patio le hacía gracia y comenzaba a reír a carcajadas cuando unas hormigas se subían a la planta de café le pellizcaban las hojas. -"Jajajajaja, ya estás gritando por nada" Le decía el patio a la planta de café y esta se ponía muy brava con el señor patio.
Y así las hormigas hacían unas filas muy coloridas, al señor patio le encantaban, hormigas con trocitos de flores rojas en la cabeza, otras con pedacitos de amarillo, después verde, rosa y morado, las filas parecía por momentos un cuadro de Matisse. Ver tantos colores como danzando daba al señor patio mucha alegría y los grillos, y al morrocoy, que levantaba su cabecita con dificultad y con los ojos aguados, como si estuviera a punto de llorar.
Pero hoy las hormigas no habían salido de sus cuevas y la verdad no solo el señor patio estaba triste, todos los que hacía vida en el alma del señor patio, es decir en su tierra, estaban preocupados.
Ya había saludo el sol y nada. De pronto vieron venir la fila de hormigas negras, derechitas y cantando: -"hoy los asustamos, hoy los asustamos" y todos aplaudieron a las hormigas y todos supieron en su corazón que si falta alguno, uno solo de ellos su poderosa y vital comunidad se daña.
El señor patio con todos los que viven en su alma, su tierra, fueron muy felices con las hormigas.