Resulta que una noche iba caminando por la calle con el fin de comprar unos famosos tumbarranchos, el lugar quedaba a una cuadra de mi casa.

Mientras me acercaba al sitio me salió un perro de la nada, se me vino encima directo a mi pierna, mi reflejo fue tratar de evitarlo y moverme a un lado, pero no pude.

Igual no lo pude evitar, el perro se me clavó en el pantalón que por cierto era nuevo, de modo que lo perdí ¡que dolor! No sé si fue por el pantalón o por la mordida. Lo cierto es que cuando veo al perro allí fajado, le di un golpe para que me soltara. Así que me quedé parado viendo al perro a ver que iba a hacer, pero se me quedó mirando y yo me le puse en posición de pelea.

Ahora bien después del dolor y la mordida vino lo bueno, logré comprar la cena, la fui a guardar a mi casa mientras me dirigía al médico en un ambulatorio cerca. Cuando llego al sitio le cuento al doctor lo sucedido y comienza a hacerme preguntas como que: ¿Estaba vacunado el perro? ¿Donde fue la mordida? Entre otras... Dandole repuestas a sus preguntas me dice que me va a inyectar en la barriga y que a partir de ese momento el tratamiento consistía en no comer grasas, no rascarme la barriga y además de estar pendiente del perro que me mordió durante 10 días.

Imaginense ustedes como me sentí, fue una impotencia, primero porque el perro me mordió, segundo me tuvieron que inyectar diariamente en la barriga por 7 días, tercero tenía que cuidar al perro que me mordió durante 10 días para saber su reacción y por último ya saben... como no podía comer grasa ¿Qué creen? no pude comerme la cena.