Hoy os voy a contar la evolución de un regalito que le hicieron a mi peque cuando tenía 7 años.
Tanto ver un entorno lleno de súper héroes, batallas épicas, libros de fantasía, pijamas y camisetas de Star Wars y los Simpson, y el resto de artículos diversos que podáis imaginar de ese “Universo”, pues claro, el niño también ha salido friki (claro, que no se podía esperar otra cosa de madre, tíos, amigos… todos frikis).
El caso es que sus tíos tuvieron la feliz idea de regalarle para su séptimo cumpleaños algo tan “ligero” como es ¡un puzle de 1000 piezas! Pero no contentos con eso, la temática del puzle eran los personajes de Marvel (sí, todos, ahí mezclados súper héroes, anti héroes, villanos y todo el tinglado). Hasta aquí bien, ¿verdad?. Pues no. Bien no.
Resultado final del puzle infernal
El niño, emocionado, una tarde lluviosa de domingo, me dijo: Mami, ¿y si hacemos el puzle que me regalaron los tíos?. Y yo, inocente de mí, cogí la caja del puzle y un tablero gigante de madera. Y diréis que para qué tengo en casa un tablero gigante de madera. Pues muy sencillo: la persiana del ventanal de mi salón está estropeada y no baja hasta abajo, y claro, las siestas con el Sol dando en tu cara no son muy agradables, así que, allí que pongo el tablero de madera y me parapeta estupendamente.
A lo que vamos, que me pierdo. Cogí la caja del puzle, el tablero de madera, el niño, hice sitio en el suelo y nos pusimos manos a la obra.
Primer paso (como todo el mundo que hace puzles sabe): colocar todas las piezas boca arriba. Hasta aquí bien. Niño contento, colaborador, activo, emocionado.
Segundo paso (como todo el mundo que hace puzles también sabe): buscar las piezas que delimitan el puzle, porque como tienen un lado plano, pues oye, son más fáciles de localizar. Las unimos y conseguimos hacer todo el “marco” del puzle. Aquí el niño ya empieza a aburrirse, a protestar, a despistarse… en fin, lo que hace un niño de 7 años con el culo inquieto cuando se pone a hacer un puzle.
Primeros pasos del puzle (cuando aún teníamos una relación madre – hijo feliz, sin discusiones)
Tercer paso (sí, este paso también lo hace todo el mundo que hace puzles): separar las piezas por colores. Y aquí es donde empieza mi calvario. Marvel tiene un montón de personajes de color verde, de color azul y de color amarillo. ¿No hay más colores en el mundo? Al parecer para estos señores que diseñan súper héroes no existen. Bueno, quizá el rojo. Pero pare usted de contar.
El niño que se harta, que se aburre, que no distingue un verde de otro, ni un amarillo, ni un azul ni nada de nada. La madre (o sea, yo), que tampoco consigue distinguirlos muy bien, pero que es cabezona e intenta hacerlo. El niño abandona la misión y la madre se enfada y le amenaza con vender el puzle, tirarlo por la ventana y hasta con ponerlo para la hora de la cena, porque: ¡el puzle es tuyo y lo deberías hacer tú! ¡que una cosa es que te ayude y otra que lo tenga que hacer yo!
Puzle casi terminado (con sudor y lágrimas)
Resultado: Puzle aparcado en el tablero de madera durante semanas, un niño que pasa olímpicamente del puzle y una madre perfeccionista frustrada porque lo que se empieza se acaba. ¡De toda la vida, oiga!
Menos mal que, como la madre tiene amigos más frikis aún que ella y como cocina bastante decente, en un fin de semana de despiporre gastronómico un buen amigo (con amplios conocimientos del universo Marvel) y la mami terminaron el puzle y ya luce precioso en un marco muy práctico de IKEA, en la pared de la habitación del niño.
Así que este post se lo dedico a mi “muy mejor amigo”, que con toda su paciencia me acompañó en mi odisea Marvel – puzleriana.
Resultado final con comparativa con la caja (ni una pieza fuera de su sitio). Me llena de orgullo y satisfacción.
Fin de la odisea y fin de los puzles de 1000 piezas en mi casa. ¡Qué paciencia hay que tener! ¡Y qué importante tener amigos frikis! ¡Gracias amigo mío!
Fotos, texto y experiencia propias.