La octava notasteemCreated with Sketch.

in spanish •  8 years ago  (edited)


Do

nde quiera que vayas siempre encontrarás una melodía que resuena en tu cabeza. Si piensas en música, siempre serás capaz de tatarear una melodía, quizás sea la última canción que escuchaste en la radio del coche al ir al trabajo o quizás sea la canción que sonaba mientras besabas a la chica que te gustaba en el colegio, una canción que se ha quedado grabada en tu memoria como si le diera pereza separase de ella para siempre.


Re

cordar la manera en la que el sonido de su voz se deslizaba delicadamente hasta hacer vibrar ese tímpano enamorado, era algo que disfrutaba muchísimo. Tendido en la cama, mientras las imágenes mentales del día se le presentaban, lloraba con los ojos cerrados. Él aún no lo sabía, pero ese recuerdo sonoro le iba a acompañar durante décadas.


- Mi

elina es una substancia que recubre los axones de las neuronas y que ayuda a la transmisión del impulso nervioso. Pues bien, la enfermedad de su mujer implica un deterioro de esta substancia. Como consecuencia las capacidades motoras se deterioran y con el tiempo cesan completamente.

Joseph no paraba de repetir la conversación con el médico en su cabeza mientras conducía de vuelta a casa desde el hospital. No sabía qué hacer. Su mujer ya tenía lagunas mentales prácticamente a diario y a veces se quedaba como absorta durante horas. ¿Merecía la pena contarle de su enfermedad en algún momento? ¿O sería mejor disfrutar cada preciado segundo de su cordura sin penas ni preocupaciones?


Fa

rdando de su nuevo coche, nuestro protagonista escuchaba música mientras el sol requemaba su cara morena y agrietada por años de playa y vida nocturna en exceso. A sus 58 años, estaba solo. Sus padres habían muerto hacía años y era hijo único.

Dueño de varias discotecas de moda en una isla de ensueño, su estilo de vida nunca fue compatible con una vida en familia o un amor fiel en el que concentrarse. Prácticamente todos los fines de semana organizaba fiestas en su pequeña mansión porque cada año que pasaba, soportaba peor la soledad y el silencio. Soledad y silencio adornados por paredes vacías de recuerdos.

Hacía mucho tiempo que lo había visto claro, pero ya era demasiado tarde para cambiarlo. Moriría solo, sin nadie que escuchara su último aliento.


Sol

dados de uniforme llegando a su casa en un coche impoluto portando una bandera doblada, era uno de sus primeros recuerdos.
Su madre hizo todo lo posible por educarlo con firmeza, pero llegado a la adolescencia, la falta de una figura paterna y las malas compañías lo desviaron del camino correcto. Correccionales, internados fueron su segunda casa y cuando ya, con treinta y un años un día observó, en un escaparate de televisores, el desfile militar de las fuerzas armadas de su país, se encontró casi sin darse cuenta de pie con la mirada estrábica llorando desesperado todo lo que no lloró el día que vio por primera vez la bandera por la que su padre se había sacrificado.

La

Dolce vita se acababa de estrenar en el cine y Federico, siempre que pasaba por delante del cine, miraba de reojo como parejas de la mano entraban sonrientes. Tenía diecisiete años y aún no había besado a ninguna chica.
Yuleida, la vecina del quinto era la chica más preciosa del barrio. Todos le pedían salir, pero ella siempre rehusaba las invitaciones escudándose en un novio ficticio de otro colegio.
Un día, gracias a una de esas casualidades mágicas que a veces ocurren, el ascensor se paró en la planta quinta. La puerta y las rejas se abrieron y una mano delgada y muy caliente se posó sobre sus ojos tapándolos mientras un susurró le llegó en voz baja:

  • No abras los ojos todavía, que te voy a besar, tonto.


Si

empre que se acercaban las Navidades, se acordaba de la primera vez que después de abrir la caja, un ladrido casi sordo le hizo un nudo en la garganta y le hizo llorar de alegría. Sus padres, al fin, le habían concedido su mayor deseo. Un precioso labrador chocolate le miró a los ojos y desde ese momento una conexión especial se estableció entre ellos.

Los años pasaron y la edad de ambos cada vez se iba distanciando cada vez más. La vitalidad de la adolescencia de Jonás contrarrestaba con la tranquilidad de Artax tumbado en su esquina preferida del salón. Tranquilidad acrecentada por la vejez, enfermedad prematura multiplicada por siete.

En los últimos momentos, esos ojos chocolate, lo volvieron a mirar como aquél primer día hacía ya catorce años y las lágrimas de Jonás de alguna manera sellaron la vida de su querido y fiel compañero.


Fuente de imágenes Pixabay

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Qué pasada! Menuda racha llevas de genialidades seguidas! Jeje! Me gusta mucho como tocas (nunca mejor dicho) con cada nota un tema o historia personal diferente. Sin duda, aparte de que el escrito en sí sea bueno, la originalidad de éste me ha encantado.
Por cierto, sé que cada uno tenemos una opinión y sacamos nuestras propias conclusiones pero a mí siempre me gusta saber la opinión del autor, por tanto, aunque para mí "la octava nota" vuelve a ser "do" y lo asocio a un nuevo comienzo de historias, me gustaría saber tu versión si no te importa ☺

La octava nota es tu historia @dresden, la historia de cada uno, la que no todo el mundo conoce porque la guardas con recelo para esa persona especial 👍

Vaya! Jeje! Muy buena! 😉👍

Que bueno!!! Muy original @gargon

Grasia wartra!

BUAH!
Sin palabras ❤️

Exagerá!! :)

Eso se me ha pegao un poco de Andalucía, pero en este caso no, te lo digo yo :)

Vaya me ha salido una competencia...😉🎼
Excelente @gargon!!

jajajaj es que tus vídeos inspiran

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Saludos a todos y feliz semana.

Gracias!

Magnífica escala! Has dado el Do de pecho.....; )

jajaja el Do de pecho

Excelente@gargon como rimo las notas, un escrito muy original y hermoso a la vez, es un verdadero placer, asistir a su blog, sorprende siempre con un material maravilloso, felicidades

Gracias amigo!