Don Caracol era tan lento que hasta su reloj se cansaba de esperarle.
-Vamos, que es para hoy- solía decirle sonriendo para no hacerle caer en el desaliento.
-Ya, ya... pero es que... estoy muy cansado- respondía arrastrando cada palabra.
-Venga, que tú puedes- le animaba como si fuera su entrenador personal, algo que empezaba a sospechar por lo habitual de sus comentarios.
-Sí, sí... claro que puedo, ¡pero tú no llevas la casa a tus espaldas!- terminaba contestando con cierto enfado.
Y tenía razón. Desde que recordaba, siempre iba cargado y soportando con resignación una caracola que crecía a medida que los años engordaban. Una espiral mórbida que parecía crecer hasta el infinito y con ella su peso, cada vez más insoportable.
-Tienes que hacer algo, Caracol- le sugirió el cuco de pared- El tiempo pasa y no haces nada para vencer tu agotamiento.
-Cierto, pero no sé el qué- confesó.
-Libérate. Descárgate de cuanto no necesites. Hay tantas cosas insignificantes que pesan y ocupan tu espacio vital. Busca en tu interior. ¿Estás seguro de querer todo lo que tienes o simplemente te has acostumbrado a acarrear con este decorado?
Se abrió un largo silencio tan incómodo como revelador y muy lentamente Don Caracol empezó a revisar su estancia. Abrió la puerta y empezó a sacar toda clase de objetos. Desde el horno hasta la tostadora, pasando por cuadros, libros, ropa que ya no usaba, el televisor y ordenadas cajas de las que había olvidado su existencia.
Un desfile que dejó absorto al propio reloj que veía peligrar su lugar en aquel universo renovado, diáfano y lleno de luz.
-¿Estás seguro? Nos hemos quedado solos- afirmó.
-Ligeros, diría yo- explicó el animal aferrado a un pequeño cofre.
-¿También te desprenderás de eso?
-No, está lleno de todo lo que quiero.
-Entonces pesará mucho.
-Casi nada.
-Si está vacío, ¿por qué lo guardas?
-Por que está repleto de tesoros, pero no pesan porque son de aire- dijo con cierto misterio.
A la maquinaria de engranajes se le quedaron las agujas en forma exclamación
-Explícate.
-Son recuerdos: los colores del atardecer, la belleza de algunos caminos recorridos, el olor de la lluvia y su humedad en la piel, las caricias del viento, el beso permanente de la tierra, el calor de los primeros rayos de sol al despertar, los sabores inesperados, la voz de mi madre y la sonrisa de mi padre o la paz de las estrellas... todo lo aprendido.
-Entiendo. Pues con eso te basta para continuar caminando.
-Ya lo creo, y tú compañía, amigo, en forma de tic tac- afirmó Don Caracol.
-Bueno... es que, en realidad, el tiempo es cuanto tenemos- sentenció el Sr. Reloj.
Texto y foto: @gemamoreno
Muy bonito relato, un consejo; si las imagenes son sacadas de pixabay es decir, libres de derechos de autor... aún así es recomndable dejar los links de las fuentes de las imagenes.
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Tomo nota.
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No sólo es precioso el cuento ,sino que además encierra una filosofía que en estos tiempos tenemos olvidada.¡Sigue escribiendo estos cuentos para todas las edades!
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Hermoso post!! me encantan los cuentos!!
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Muchas gracias. A mí también!
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