A lo largo de nuestra vida, vivimos aceptando, vemos la aceptación durante el (auto)descubrimiento, durante un proceso o cuando se desea hacer un cambio.
Me explico… aceptamos que nos gusta un género de música, o una serie; cuando queremos dejar atrás las idealizaciones, aceptamos que no somos perfectos, que nadie lo es; cuando se quiere terminar una relación o luego de la ruptura, aceptamos que quizá ya no queremos tanto, que ya no queremos más, que no nos quieren más o aceptamos que querer no es suficiente; cuando se vive un duelo, aceptamos y asimilamos la pérdida; aceptamos que nos equivocamos, que quizá pudo ser mejor o pudimos hacerlo mejor; aceptamos que somos infelices en un momento dado; aceptamos tanto… los ejemplos son infinitos, podría pasar este y muchos posts hablando de lo que aceptamos, pero ¿saben qué también ocurre en ocasiones? Aceptamos algo y en consecuencia, decidimos condenarnos a ello -en vez de avanzar-.
¿Pero es eso correcto? ¿Estará bien condenarse, hundirse, no buscar alguna mejoría, nuestro bienestar?
Antes de contestar, aclaremos algo…
Aceptar la realidad no es lo mismo que condenarse a ella.
¿Está bien aceptar? Por supuesto, es una acción o reacción necesaria. ¿Qué es lo que no debería ser y sin embargo es? La (auto)condena.
Aceptar y no hacer nada, quedarse en una situación o alrededor de quienes no nos aportan. Baste como muestra quien acepta que es infeliz en su relación de pareja pero no la termina sino que se queda allí, padeciendo la infelicidad en silencio, privandose de estar solo o con alguien más, privandose de otras oportunidades y experiencias, privandose de ser libre y feliz, por aceptar y atarse a la infelicidad.
De ahí que aceptemos más no nos condenemos.
No solo admitamos nuestras fallas, nuestras metidas de pata, no solo aceptemos que cambiamos y que lo que antes nos parecía bien ahora ya no; hagamos algo que no sea condenarnos, que no sea quedarnos estáticos o seguir en un círculo vicioso. Escalemos para salir de un hueco, pongámonos nuestros mejores zapatos para correr la carrera de nuestra vida. Pero no nos permitamos condenarnos a la incomodidad, a la humillación, al maltrato, a la infelicidad, a la falta de libertad. Aceptemos que hay algo que no nos gusta de nuestra realidad y afrontemoslo.