Hace un tiempo atrás, mi carro se averió y tuve que llevarlo al taller, por lo que tenía que tomar un autobús para ir a mi trabajo. Por supuesto, tenía que pararme un poco más temprano que de costumbre para poder tomarlo y que pudiese llegar a tiempo. Demás decir que nada agradable.
Una de esas mañanas, salí unos minutos tarde y ya me imaginaba que no iba a llegar cuando pasara el señor conductor. Dicho y hecho: cuando llegué a la parada, ya el autobús había pasado. Pero como vi que había cola en la vía (que es solo para dos carros) decidí caminar hasta la curva más cercana a ver si por casualidad el tráfico era causado por el autobús que quería tomar.
Apenas pasé la curva, lo vi a lo lejos. Estaba allí a unos 200 metros, recogiendo gente en la siguiente parada.
Al verlo, salí corriendo con una mínima esperanza de alcanzarlo. Justo cuando creía que era imposible, sentí el sonido de una moto acercándose, y ese sonido, aquí, es sinónimo de peligro inminente. En ese momento, mi sentido de supervivencia colapsó tratando de hacer en milésimas de segundo montones de cálculos para evitar ser asaltado. Así que la orden que mi subconsciente dio fue la de seguir corriendo.
Cuando salí de esa evaluación de riesgos mental y volví a la realidad, ya el motorizado iba a la par de mi carrera. Con el rabo del ojo pude ver que no estaba armado, o por lo menos no parecía estarlo.
"¡Súbete!" - me dijo.
No sé cómo, pero no sentí ninguna mala intención, así que sin pensarlo mucho, me monté de parrillero. El motorizado, sin pedirme nada, sin conocerme, vio mi desesperación por alcanzar al autobús, y me acercó a una distancia suficientemente cerca de la siguiente parada y siguió su camino.
-¡Gracias mi pana. Me salvaste el día!- Le dije al bajarme.
Mientras caminaba más calmado hacia la parada, vi como más adelante había una patrulla de policía que había puesto un control de carretera justo unos metros adelante, y al pana lo habían parado porque vieron que yo estaba de pasajero en la moto y andaba sin casco.
Al ver esto, me les acerqué a los policías y les comenté que él solo me estaba haciendo el favor para que yo pudiera alcanzar el autobús, que ni siquiera nos conocíamos. Que tuvieran consideración en este caso, que es cada vez menos común encontrarse buenas personas en la calle. Me dijeron que me quedara tranquilo y que me montara en el metrobus que ya se iba.
Ya montado, volteo y me doy cuenta que al chamo le estaban pidiendo los papeles.
Me molesté muchísimo. Si hubiese sido un ladrón, no lo paran. Estoy seguro.
Qué jodido es ser buena persona, cuando el sistema te castiga.
De lo ocurrido, me quedo con la buena vibra del pana. Vio que estaba en plena carrera y, cuando pudo seguir adelante, hizo lo que pocos y me ayudó sin ningún interés. Espero que el hecho que lo que pasó después no lo haya desmotivado a ser de los distintos de esta ciudad que, como dice Héctor Torres, Caracas muerde.
Si de algo sirve, en el caso de ver a alguien en mi lugar, no voy a dudar en ayudarlo. No es que necesitara que me pasara para hacerlo, pero esto me confirma que esa debe ser la manera de ser.
Si alguno de sus conocidos les llegó alguna vezcon un cuento parecido al mío, pero del lado del motorizado, díganle por favor que me hizo el día de verdad. Que mil disculpas por lo negativo que haya podido suceder después de haberme ido.
...y que le debo una cerveza.
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