Hola, queridos Steeminas:
Espero que hayan disfrutado la canción de Gregorian, el poema El cuervo y que este haya sido un buen tributo al bardo bostoniano.
Continúo con otro poema sobre el instituto mental localizado en las faldas de los Alpes bávaros. Creo que debo informarles el poemario está ambientado en la primera mitad del siglo XX y que algunos de los tratamientos se consideraban lo más avanzado en la especialidad médica que empapa mi trabajo. Desgraciadamente, algunos hábitos naturalmente humanos eran considerados una aberración en esa época; entre ellos el tratado en este poema.
Lencería es la historia de un joven adolescente que, siendo demasiado tímido para aproximarse a una chica, empieza a masturbarse para liberar la tensión sexual que siente todos los días. Desafortunadamente para él, un familiar noctámbulo lo descubre en el acto y da parte al resto de la familia que resuelve enviarlo a la clínica, pensando que sólo así podrían salvarlo de trastocar aún más su mente.
La masturbación es una práctica sexual que se desarrolla en la infancia temprana y que se intensifica durante la adolescencia cuando las hormonas empiezan a hacer estragos en la forma de pensar y de actuar en la mente del individuo en su avance hacia la edad adulta. En esta parte de la vida se vuelve menos frecuente pero, es bastante probable que se produzcan cambios en la trama de las fantasías sexuales.
Está estimado que un 90% de los hombres y un 60% de las mujeres practican este acto, siendo estás últimas las que reciben un mayor regaño de parte de sus pares. Las comunidades religiosas y unos cuantos núcleos de personas bastante conversadoras aún tildan las fantasías onarísticas como impuras y que son parte del camino a la perdición del alma.
Fuente
Lencería
¿Es esta la versión masculina del cinturón de castidad?
¿Alguna vez les pasó por la mente que mi así llamada pureza de mente y cuerpo sólo debería importarme a mí?
Jamás pretendí ser un ángel, ni menos un demonio. Cubrir mi cabeza con un hábito o un velo improvisado es lo que ahora me provoca.
Lo que suelo hacer en privado y para mi propio bien, ahora es de dominio público.
Palpar mi cuerpo. Empezar por zonas apenas expuestas hasta llegar a las más recónditas y sensibles
que, en cada ensoñación, me imploran que las frote, las masajee y las manosee hasta llegar a un punto en el que
me sea imposible detenerme y que la realidad y todo lo que me rodea desaparece en un haz de luz.
Creí que la oscuridad de la noche sería suficiente refugio.
Hago esto para no ser irrespetuoso con quien no me desea. No quería convertirme en un maldito fauno pero tampoco quería dejar de ser amado por tratar de consentirme.
¿Apuñalé a alguien contra su voluntad en mis ensoñaciones? ¿Está ella bien? ¿Viene alguien en camino? Prometo que si me sacan de aquí lo cuidaré sin importar que pase. No quería convertirme en un maldito enfermo pero tampoco quería dejar de ser amado por quienes me conocen.
Yo soy yo.
¿Aún me reconocen?
Por favor, no me pateen ni me escupan.
Este harapo de metal no debe hacerlos dudar de mí.
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