Monumento

A fines del siglo XIX y principios del XX las políticas migratorias de Argentina permitieron una masiva inmigración, principalmente de europeos (Italia y España en primer lugar) y también de asiáticos. Como era de esperar, los inmigrantes formaron colectividades que recibían aportes de aquellos asociados que se habían enriquecido en nuestro país para desarrollar actividades culturales, deportivas y de ayuda social.

Para el centenario del nacimiento del país que ocurriría en 1910 las autoridades decidieron crear un parque al que justamente pondrían por nombre “Centenario” y las colectividades de inmigrantes se sumaron a los festejos anunciando que donarían monumentos para colocar en diferentes parques, plazas y calles de la gran ciudad Capital que estaba más bella cada día.

La colectividad española, muy previsora, inició la tarea en 1908 luego de una formidable asamblea que se desarrolló en los amplios salones del club español de Buenos Aires. Entre varias acciones a realizar y que se enunciaron en la reunión estaba la de visitar al entonces presidente de la Nación Don José Figueroa Alcorta para informarle del regalo.

Monumento a los Españoles en la actualidad

Se realizó un concurso de antecedentes donde se anotaron más de 30 postulantes y se decidió entregar el diseño y construcción de la obra al notable escultor español Agustín Querol, simultáneamente solicitaron a la municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires un espacio donde colocar el monumento, en noviembre de 1908 se les asignó la coqueta y vistosa esquina de las avenidas Del Libertador y Sarmiento, en pleno bosque de Palermo.

Hacia fines de 1908 Querol comenzó a trabajar, demoró varios meses en finalizar la maqueta y los planos pero fue lo único que pudo hacer ya que falleció en diciembre de 1909.

Para el centenario lo único que los españoles pudieron ofrecer fue un acto bastante colmado de inmigrantes, autoridades y público en general donde se colocó la piedra fundamental del futuro monumento. La madrina del evento fue “La infanta” Isabel Francisca de Asís de Borbón que para esa época ya tenía 58 años, los españoles la apodaban cariñosamente “la chata”, debido a su nariz de boxeador; el padrino fue el presidente de la Nación Figueroa Alcorta.

Una curiosidad del acto estuvo dado en que luego de la ceremonia de colocación de la piedra fundamental, “la chata” decidió dar un paseo por esos hermosos bosques y jardines de Palermo; existe un pintoresco camino junto a un puente que está soportado por bellos arcos de ladrillos y sobre el que circula el ferrocarril al que le pusieron por nombre “Paseo de la Infanta” recordando ese suceso.

Mientras tanto la obra continuaba su desarrollo en manos de un discípulo de Querol llamado Cipriano Folgueras quien además estaba construyendo otro monumento para el centenario de Guayaquil, el asunto fue que al igual que su maestro, falleció en 1911 sin haberlos terminado; aquí en Buenos Aires la colectividad de inmigrantes españoles seguía aguardando la llegada de la tan publicitada obra.

Esta vez se tomaron recaudos ante tanta mala fortuna y poca salud de los artistas y se designaron dos para terminarla, Victor Cerveto y un ayudante de apellido Boni.

Pero la obra tendría otro imponderable, su diseño indicaba que estaría construida con mármol de Carrara y bronce, se hicieron los pedidos pero una huelga de los empleados en las canteras de Carrara que duró 7 meses volvió a retrasar la obra, ya estábamos a fines de 1913.

En 1914 algunas partes llegaron a Buenos Aires y se ensamblaron, la figura principal de la obra se instaló el 21 de mayo de ese año, pero aún faltaban varios componentes para darla por terminada; en setiembre una gran tormenta azotó a la Capital de la Argentina y el brazo izquierdo de la dama de mármol se rompió y debió ser reinsertado.

Los problemas continuaron al año siguiente, cuando los bronces de varias figuras alegóricas estaban a punto de embarcarse, un acreedor del finado Querol los embargó y recién pudo liberarse el envío cuando la comunidad española residente en Buenos Aires negoció un acuerdo con el demandante.

Cuatro grandes figuras de bronces se estibaron en el barco “Príncipe de Asturias” con destino a Buenos Aires pero el 5 de marzo de 1916 el barco se hundió a 90 millas de Río de Janeiro tras chocar contra unas rocas, en el accidente se ahogaron 450 personas y el capitán se suicidó, por supuesto las estatuas se hundieron con los restos del navío.

Hubo necesidad de fabricar réplicas de los bronces perdidos las que por fin arribaron sanos y salvos en 1919, sin embargo aún faltaba mucho para terminar el monumento: restaban llegar los piletones, el sistema de cañerías y otros elementos menores.

Para 1926 teníamos todo, bueno casi, faltaban las veredas y el sistema de iluminación aunque esto era una tarea a cargo de la municipalidad de la ciudad.

El 25 de mayo de 1927, bajo la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear, por fin se inauguró “El Monumento de la Carta Magna y las Cuatro Regiones Argentinas”, 17 años después de la fecha original en que debió estar terminado.

Este monumento, hermoso por cierto, dejó en el olvido todos los contratiempos y también su nombre rimbombante, desde el día de su inauguración es conocido por todos los argentinos como “Monumento a los Españoles”.

Héctor Gugliermo

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