Ilustración de Juan Gallego ( @arcoiris ) para el libro Daimiel, pueblo de brujas
Con sólo escuchar los golpes de su bastón y el ruido de sus pies arrastrando por el suelo, la gente aceleraba el paso hasta doblar la esquina, huía por el interior de algún patio o, simplemente, desaparecía tras la puerta con disimulo. Si ya era demasiado tarde para apartarse de su camino, lo único que se podía hacer era meter la mano en bolsillo, agarrar con fuerza un rosario o algún amuleto protector, y rezar un Padrenuestro. María de Lope, a quien todo el mundo llamaba ahora la Coja, era una auténtica bruja.
La pobre vieja ya se había acostumbrado. Sabía todo lo que se decía de ella, incluso aquello que de pequeña ya invocaba a los diablos. Y, sin embargo, nadie la había conoció de niña porque vino de un pueblo vecino.
Se había casado con uno de los pescadores de la laguna y, juntos, habían malvivido de su pesca y de las lías y cordetas esparto que ella fabricaba. Como era malencarada y bastante huraña, apenas había tenido relación con la gente del pueblo, que siempre la había mirado mal.
Ahora que había enviudado y vivía en la población, tenía que soportar las calumnias de la gente: ella era la culpable si se extendía una epidemia de fiebres; seguro que había envenenado el agua con sus maleficios. Si enfermaba algún bebé, era ella la que le había lanzado mal de ojo. Los médicos decían que se debía a los mosquitos de la laguna o a la malnutrición de los niños, pero la gente sabía la verdad: que había sido la Coja.
Era conocido el caso de la Cachorra, con quien María tuvo un pleito por unas cacerolas que le había prestado y la otra le había devuelto desconchadas. La pobre mujer murió tres o cuatro semanas después. Tuvo un desmayo mientras tendía en el corral y se abrió la cabeza con una piedra. ¿Y quién lo hizo? La bruja. Seguro.
La Manuela, otra de sus vecinas, la tenía vigilada. La había visto muchas veces en la puerta de su casa murmurando entre dientes, y decía que una vez la oyó blasfemar en alto (se cagó en la leche de la Vigen). Y su hija vio, una noche que volvía de pasear con el novio, una figura encima de la chimenea, con la forma como de una gran ave. Cuando la figura la sintió llegar, echó a volar. No estaba segura, pero la muchacha la oyó graznar al alejarse y le pareció que eran carcajadas de la Coja. Desde entonces, todos en la familia llevaban siempre unos talismanes bendecidos.
Y no había que olvidar su cojera. Al practicante que la había atendido le contó que se había caído de una escalera. Se rompió un pie y se torció la rodilla, Pero se sabía en todo el pueblo que, en realidad, se había estrellado cuando quiso volar a un aquelarre que había en Almería. Parece ser que cargaba con ella el demonio pero, cuando estaba en lo más alto, la vieja se asustó y dijo sin querer "Jesús, María y José", y el otro la soltó. El porrazo que se dio fue tremendo. Y se le quedó esa rara cojera para siempre.
Sí, eran muchas las cosas que se decían sobre ella en aquel lugar. Pero lo peor de todo era que nadie la había visto nunca pasar a la iglesia ni salir en procesión.
Por eso, la gente evitaba cruzarse con la Coja. Los más precavidos se protegían de alguna manera. ¿Qué podía hacer ella? Así eran todos en ese pueblo: supersticiosos y de lengua ponzoñosa. Cuando alguien cruzaba por su lado y se santiguaba con disimulo, ella simplemente se volvía, le miraba fijamente y le lanzaba un maleficio. Así aprendería.
Javier G. Alcaraván @iaberius
Este relato lo publiqué primero en mi blog Senderos Ocultos. Antes de denunciar un posible plagio, asegúrese de que no soy yo mismo el autor. Eso va también por ti Cheeta. No te escondas, jodío, que te he visto
Me encantó era post, ya voy a curucutear el resto de tu contenido a ver que mas consigo.
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¡Bienvenida por estos lares! Espero que lo que descubras sea de tu agrado.
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Como fue tan bruta de decir "Jesús, María y José", si hubiera sido más cuidadosa no sería coja :P
Me gustó esta historia, porque resulta tan fácil culpar a los otros por lo que salga mal je je, aunque mi madre siempre dice que si existen y que hay que tenerles miedo. :O
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¡Oh! Existir, siempre han existido. Lo difícil era teterminar quiénes eran en realidad: ¿viudas ancianas que servían de chivos expiatorios ante las desgracias de la comunidad?, ¿hechiceras pobres que se aplicaban, desnudas, ungüentos de drogas alucinógenas con el palo de una escoba?, ¿personas que se juntaban de noche para seguir practicando antiquísimos ritos de fertilidad?...
Yo vivo en un pueblo manchego conocido en su comarca como "pueblo de las brujas", por cosas como esta: https://steemit.com/spanish/@iaberius/el-laboratorio-de-la-hechicera-ana-lopez-la-larga
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Pobres brujas...les ha tocado cargar con el castigo de la sospecha.
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