Hola comunidad de Steemt!!, un fraternal saludo para todos.
Es muy común en el contexto de las organizaciones empresariales, con o sin fines de lucro, el utilizar las herramientas de la Planificación Estratégica para establecer lo que se conoce como la Misión y Visión de las mismas; es decir, su razón de ser y el status que aspiran alcanzar sus directivos en un determinado período de tiempo. Este proceso estratégico ocurre dentro de un conjunto de valores que son adoptados por cada organización, teniendo en cuenta también la influencia que ejerce el entorno sobre la organización y el análisis de sus fortalezas y debilidades. De este complejo análisis matricial, en el que también se evalúan las oportunidades y amenazas, deben surgir un conjunto de estrategias que se diseñan con el propósito de garantizar el cumplimiento de la Misión establecida y la Visión que se ha proyectado para la organización.
Un ejercicio similar pudiéramos desarrollar para cada uno de nosotros; sin embargo, no deja de ser prácticamente irrealizable por cuanto muchos desconocemos de esta metodología estratégica. Además, porque somos individuos con un alto componente emocional en nuestros actos. Para algunos esto puede suponer una búsqueda permanente que puede tomar la vida entera, sin que ello suponga que al final se logre superar dicho desafío existencial. En el caso de otros esto puede tener una manifestación cíclica; es decir, se nos suele presentar en distintas etapas de nuestra vida como consecuencia de la ocurrencia de diversos eventos.
Seguramente, más de uno de nosotros en alguna etapa de nuestras vidas nos habremos sentido con el rumbo perdido, sin saber hacia dónde dirigirnos. Es un estado que en lo mental y en lo espiritual nos conlleva a reconsiderar muchos elementos de nuestro ser y que determinan nuestra evolución como seres humanos.
Estas crisis, aunque la palabra nos pudiera resultar fuerte, se suele presentar generalmente a temprana edad producto de no tener una conciencia plena de lo que somos como individuos y de no haber desarrollado aún, y en su total plenitud, gran parte de nuestras potencialidades. Si bien es en la juventud cuando “estos demonios” suelen desatarse, también en otras etapas posteriores de nuestra vida la disyuntiva entre lo que somos y lo queremos ser o hemos podido ser se constituye en una fuente de perturbación en nuestro equilibrio interno.
Diversos pueden ser los agentes causantes de este conflicto que se manifiesta a través de un determinado grado de insatisfacción en el ámbito de nuestras necesidades en lo social, en la autoestima, el reconocimiento y/o en nuestra autorealización, tal como bien fue expuesto por Abraham Maslow en su obra Teoría sobre la Motivación Humana (1943).
Ahora bien, la pregunta creo que radica en determinar el por qué de la dificultad que tenemos para encontrar nuestra Misión en la vida.
De acuerdo a mi punto de vista, el origen del problema reside en el enfoque que es utilizado para evaluar nuestra evolución como individuos como parte del proceso educativo por la sociedad en general, y de forma muy particular por la familia. Es la contradicción entre el ser y el tener.
En las sociedades occidentales, el modelo que se maneja es a través de la educación formal y la obtención de una constancia académica que nos habilita para posicionarnos en el mercado laboral, preferiblemente dentro de una organización de reconocida trayectoria en la cual podamos desarrollar nuestra carrera profesional. Una visión que quizás fue exitosa a mediados de siglo pasado pero que en pleno siglo XXI resulta prácticamente inviable, primero porque cada vez menos el mercado laboral ofrece puestos de trabajo ante una demanda que crece a un ritmo superior; así como también, porque la proliferación de las nuevas tecnologías de información y comunicación han dado lugar a nuevas formas de relacionarnos entre los seres humanos y por ende en también en nuevas modalidades laborales.
Indudablemente que la educación es fundamental ya que es una herramienta que nos hace dueños de nuestro destino, pero ella debe ir más allá de la consideración estrictamente académica. Con sus contadas excepciones no nos formamos para servir a los demás, a pesar que ya hace mucho tiempo se ha hecho hincapié en la necesidad de ello. San Agustín de Hipona 400 D.C. afirmaba que “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. También adolecemos de la pasión por la búsqueda de la excelencia independientemente del oficio que hayamos escogido como forma de vida; e incluso, muchas veces no disfrutamos de aquellas cosas que realmente hacemos.
Nadie puede negar que lo material es indispensable para tener una vida dentro de las condiciones de dignidad mínimas requeridas; sin embargo, esto no debe constituirse en el centro de la vida misma. Por eso a veces observamos grandes contradicciones entre gente que en apariencia tienen todo lo material, pero se encuentran inmersos en un gran vacío espiritual que los lleva a incursionar en el consumo de las drogas, alcohol u otros tipos de vicios que atentan contra su propia salud tanto física como mental.
Mi llamado es invitar a la formación en valores a las nuevas generaciones, a que se desarrollen y preparen en aquellos campos que realmente le gusten, por los que sienten pasión y con la inspiración de cada día hacer las cosas mejor. Independientemente de lo que hagamos, buscar ser los mejores en equilibrio con quienes nos rodean y encontrar el gusto por servir a los demás. Creo que sólo así estarán encontrando el verdadero sentido de la misión de su vida.
Como bien lo señaló la Madre Teresa de Calcuta “La vida es bella vívela, la vida es arte contémplala, la vida es misterio descúbrela”.
Me parece que las dificultades a la hora de encontrar nuestra misión de vida radica en un particular detalle que damos por sentado pero que muchas veces no interiorizamos: el libre albedrío.
La misión de vida vista como un camino secreto y misterioso que aparecerá en nuestra vida en algún momento y que estamos atados a algún tipo de factor de azar es un paradigma que puede regir nuestras vidas y en el que podemos pasar todo nuestro tiempo vital...
... O podemos entender que al momento de nacer, la mayor bendición (y responsabilidad) que acompaña el don de la vida es el libre albedrío, que nos permite elegir que podemos hacer con nuestra vida y por tanto podemos elegir cual sera la misión (o misiones) que emprenderemos en el tiempo que estemos en esta tierra.
Dios nos dio la vida y la libertad de actuar según nuestro libre albedrío, hagamos uso de ese gran don para ser felices y cumplir con la misión de vida que decidamos para nosotros.
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