Retroalimentación Mortal: El círculo vicioso de la queja.

    Expresar toda nuestra frustración sobre la situación actual de Venezuela se ha vuelto una práctica común. Si no se trata de las quejas propias de seguro oiremos en el transcurso del día las de otras personas con las que nos toque interactuar dentro de nuestras actividades cotidianas. Algunos consideran esto una especie de catarsis colectiva. Muchos sienten la necesidad de exteriorizar con palabras todo aquello que los aqueja, tal vez con la esperanza de sentirse mejor al desahogarse, o por no encontrar otra manera de lidiar con lo que estamos viviendo.


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    ¿Realmente alguien se siente mejor por escuchar y repetir todos los días lo que ya todos sabemos? Oír los lamentos de nuestros semejantes y expresar los nuestros definitivamente nos ha permitido identificarnos unos con otros de una manera especial. En un país fuertemente polarizado, la crisis que todos compartimos nos ha dado algo en común incluso con los que piensan distinto, aunque una discusión acerca del origen de nuestros problemas siempre es posible en esos casos.


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    Pero la interrogante planteada al inicio del párrafo anterior permanece. ¿Obtenemos algún beneficio real al expresar nuestro descontento y repetir todos los días lo mal que estamos? ¿Eso hace sentir mejor a alguien? He escuchado y leído que las personas que experimentan prolongadamente emociones negativas pueden sufrir repercusiones en su salud, emociones que somatizan y se convierten en síntomas y hasta en enfermedades.


    Sin duda callar lo que sentimos, es decir, reprimir esos sentimientos durante situaciones difíciles también puede resultar problemático, pero entregarse a la negatividad por completo y abandonar toda esperanza no es la mejor alternativa. Es por eso que encuentro desconcertante y contraproducente las palabras que oigo a diario a donde quiera que vaya. Algunos pueden argumentar que sus palabras son un desahogo solamente y que en el fondo tienen esperanza pero no estoy de acuerdo. Las palabras siempre serán un reflejo de lo que hay en el corazón.

Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. (Mateo 15:18)

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    Si siempre repites que las cosas cada día están peor, y que esto se lo llevó quien lo trajo, si continúas diciendo que no hay solución, ese mensaje que sale de tu corazón en forma de palabras entra nuevamente a tu ser a través de tus oídos y produce una retroalimentación o feedback parecida a la que ocurre cuando acercas un micrófono a una corneta. El sonido proveniente de la corneta (tus palabras) entra en el micrófono (tus oídos), dicha señal es amplificada (dentro de tu corazón) y vuelve a salir por la corneta pero en mayor magnitud, de modo que el micrófono lo vuelve a captar y nuevamente es amplificado. Este proceso se repite rápidamente generando un desagradable y perturbador sonido que aparece hasta que el micrófono es dirigido hacia otra dirección.


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    Creo que lo mismo puede sucederle eventualmente a todos los que permiten en sus vidas el círculo vicioso de quejarse y oír quejas día tras día. ¿Qué podemos hacer entonces para sustituir el ciclo de quejarse y oír quejas constantemente? Tengo una idea que compartiré en mi próximo post, algo loca en realidad.