Una Lección de Vida

in spanish •  7 years ago 

Desde siempre supe que mi gran vocación era la química, en mi niñez sin comprenderla siquiera la veía reflejada en todas las cosas de la vida, siempre me imaginé a mí mismo con una bata blanca haciendo experimentos en un recinto lleno de tubos de vidrio con líquidos de colores en ebullición despidiendo humos malolientes y peligrosos.

Cuando me tocó ver química por primera vez como asignatura, ya conocía todos los elementos de la tabla periódica y el nombre y formula de muchos compuestos, en el primer examen que iba a presentar se me ocurrió la brillante o inmadura idea, de copiarme para obtener la mejor nota, para lo cual fabrique un libro pequeño con letras diminutas que contenía todos los conceptos y detalles del tema.

Una vez en el examen, me di cuenta que había memorizado todo el contenido de la unidad y logré completar todas las preguntas, menos una, sin sacar mi diabólica creación. Poco antes de entregar mi examen se revolvieron en mi mente: la ambición de obtener la máxima nota, la certeza de que, en el engendro pedagógico estaba la respuesta que me faltaba, y el temor que representaba sacarlo sin ser descubierto. Finalmente, me convenció el demonio listillo que todos llevamos dentro, y decidí optar por sacar mi artilugio inmoral, didáctico e ilegal. No había llegado a encontrar la ansiada respuesta, cuando fui descubierto infraganti por mi profesora. Se agolparon en mi la vergüenza, el escarnio público ante toda la clase y la impotencia de haber fracasado a tan pocos pasos de alcanzar la cima.

Como resultado obtuve la menor nota posible, y una felicitación de mi profesora por mi creatividad como artista gráfico, en lo sucesivo intenté convencerla de que todas las respuestas que contenía el examen las había realizado sin ayuda del oráculo impreso, pero fue inútil ya la desconfianza se había sembrado.

Ese día aprendí, sin darme cuenta, que podemos desarrollar la capacidad de nuestra mente para lo que queramos lograr, es cuestión nuestra aplicarlo para el bien o para el mal, nunca más en mi vida se me ha ocurrido repetir semejante travesura infantil, y a mi profesora logré convencerla finalmente de mi vocación por la química, demostrándole mi arrepentimiento: con buena voluntad y capacidad de trabajo.

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