- El aura de Maria Sofia-

Hace algunos meses tuve la oportunidad de participar como coordinadora en un encuentro nacional de estudiantes de arquitectura. La idea de todo el evento era reunir miembros de distintas universidades del país para realizar proyectos de índole social, donde a través de elementos arquitectónicos pudiéramos impactar positivamente a la comunidad.

Luego de una ardua toma de decisiones, se concluyó cuales proyectos podrían realizarse, cada uno de estos a cargo de algunos de los estudios de arquitectura más prestigiosos de Venezuela, quienes no dudaron en participar en el evento.

La mayoría de los proyectos seleccionados consistían en la intervención de distintos espacios públicos mediante la creación de equipamientos como parques infantiles, cubiertas con las cuales los usuarios pudieran interactuar, esculturas penetrables, mobiliarios con materiales reciclables,entre otros, sin embargo hubo un proyecto que escapaba de estas categorías: un mural.

Liderado por uno de los estudios de arquitectura de la zona, quienes querían impactar directamente a una comunidad humilde en las afueras de la ciudad, propusieron la creación de un mural en la fachada principal de uno de los edificios de la zona, con la intención de que los miembros de dicha comunidad participaran en la actividad buscando sembrar en ellos sentido de pertenencia.

Al ser parte de la coordinación general del evento, quise prestar mi apoyo en el proyecto del mural, el estudio de arquitectura que lo propuso es muy reconocido por sus intervenciones artísticas por lo cual llamaba muchísimo mi atención, además de ser el único de los proyectos que para su elaboración contaría con la participación de los habitantes de la zona.

Al llegar al lugar, escoltados por algunos miembros del cuerpo de seguridad del estado, nos advirtieron que era una zona extremadamente peligrosa ( pero donde es que uno se siente seguro en este país), pensé por un momento que quizá exageraban, al no ser de la zona no tenía certeza de lo que nos decían, pero luego de ciertas historias relatadas y muchas recomendaciones de seguridad, sentí que todo era muy en serio y habría que tener cuidado.

Empezamos a bajar los materiales de trabajo, potes de pintura, cerámica, vidrio, brochas, lápices, todos los materiales necesarios para realizar el mural, y para nuestra sorpresa nos encontramos con caras de emoción de parte de algunos de los habitantes del edificio quienes no podían ocultar su felicidad porque íbamos a hacerle un "cariñito" a su hogar como ellos decían.

Rápidamente pude ver la calidad humana de todas esas personas, quienes nos contaron que sí habían sus malandros, algunas personas muy malas pero que ellos no se iban a acercar mientras estuviéramos allí, y que si gustábamos podíamos resguardar nuestras pertenencias en uno de los apartamentos y usar el baño cuantas veces quisiéramos, pues no había ningún otro lugar donde poder hacer estas actividades.

A medio día de estar allí, ya había escuchado la historia de algunas muchachas, entre ellas una de aproximadamente 17 años quién me comentaba que su mamá (la señora que nos había puesto a la orden su apartamento) siempre procuró que ella estuviera en muchas actividades extracurriculares para que no cayera en malos pasos, por lo que a su corta edad sabía karate, jugaba fútbol, tocaba el piano y también el violín; en medio de esta conversación y en pleno pasillo principal del edificio, irrumpió un perrito a toda marcha perseguido por una pequeña niña muy curiosa, de ojos muy grandes y cabello alborotado por el viento; le advertí que tuviera cuidado pues con tantas cosas en el medio podía tropezar pero salió despreocupada aún corriendo.

Al poco rato la niña volvió, al igual que el perrito, pero ahora se encontraban algo cansados y muy curiosos de ver lo que estaba sucediendo en su hogar. Empezó a acercarse a todas las personas que estaban trabajando interesada por lo que veía. Le pregunté que si le gustaba que estuviéramos allí pero no respondió... solo abrió un poco más sus ojos marrones casi como sino me hubiera entendido, fueron pocas las cosas que ese día logre que me contara; solo supo decirme que ese era su perrito, que vivía allí y qué quería ver como era la cámara que traía guindada en el cuello, por lo que le dije que me dejara tomarle una foto para mostrarle como funcionaba y que luego le podíamos tomar unas a su perrito.

Poso para mí como si hubiera nacido para estar frente a una cámara, le desbordaba la inocencia y la ternura en todo su rostro.

Esta pequeña ayudo a pintar,jugó, conoció a todos los estudiantes que allí estábamos, y puedo decir que rápidamente se volvió la más querida de todo el grupo, así como esa hermanita pequeña con la que siempre quieres jugar.Ese día no me dijo su nombre, solo se reía cuando se lo preguntaba. El final de la tarde llegó y con el la hora de despedirnos. Me fui de allí con una sonrisa, maravillada por la actividad y aún pensando en esa niña con esa aura tan especial casi mágica que trasmitía alegría a quien hablaba con ella.

Al día siguiente me pregunte si estaría allí cuando fuéramos pero la verdad es que las primeras horas de la mañana no llego. Apareció corriendo como a las 11, nuevamente se quedo otra vez hablando conmigo, le pregunte si le gustaba dibujar, me dijo que si, y como buena estudiante de arquitectura que siempre carga una libreta a la mano le di la mía del evento con un lapicero para que la utilizara, y le dije que se la regalaba como un recuerdo de todos.

Me entristecí mucho al ver su cara de miedo cuando me dijo que no podía aceptarla porque en su casa la iban a regañar, pero entendí que podrían no entender a cuenta de que le daban ese regalo y aunque lamente que fuera privada de un pequeño regalo para que trazara sus primeras rayas, comprendí que lo que menos quería era ocasionarle un problema.

Para el final de ese día había logrado que me susurrara al oído que ella era -María Sofía-, le dije que tenia un muy bello nombre y empezó a repetir feliz que -si, si, si , mi nombre es María Sofía-.

Continué tomándole fotos, y todos querían posar junto a María Sofía, quién se volvió la estrella y sensación del grupo, hasta que se cansó y siguió jugando por los alrededores con su perrito. Pasado el rato vi que una señora le hacía señales de que volviera al edificio pero ella siguió despreocupada, aunque repentinamente se asustó y me dijo que debía irse porque su papá ya iba a llegar, salió disparada hacia el edificio, y cuando pase escuche a un grupo de muchachas decir -mírala a ella, ahora diciéndole a todos que se llama Maria Sofía- dejándome muy sorprendida.

Espere ansiosa el otro día para preguntarle por qué nos había mentido, a lo que me dijo otra vez -Yo soy María Sofía, ese es mi nombre porque es el que me gusta- y siendo yo una persona que nunca fue fanática del nombre que le colocaron (he pasado media vida explicando como se escribe y pronuncia mi nombre, de donde viene y por qué me lo pusieron) pude entenderla perfectamente, ella tan pequeñita ya tenía una personalidad efervescente de esas que saben y van por lo que quiere, la abrazé y le dije tienes razón -Tú eres María Sofía-

El mural se concluyó y al despedirme de ella le pedí que no se olvidara de mí, que yo no lo haría de ella. Ya ha pasado un año y me pregunto que será de la pequeña María Sofía, habrá logrado entrar a la escuela, seguirá jugando por el terreno con su perrito, continuara con ese brillo esperanzador en el rostro, bueno sinceramente no creo que ella se acuerde de mi, es poco lo que a esa edad podemos recordar , pero sé que yo nunca la olvidaré, donde quieras que estés María Sofía espero que estés pintando las hojas de tu vida con esa misma pasión y entusiasmo que tuviste el día que te conocí.