El Cacique (Capítulo 2 - La sangre)

in spanish •  6 years ago 

¡Hola comunidad de Steemit! ¡Mis #steemados amigos y amigas:!

Le escribo continuando esta #historia de #ciencia-ficción basada en el pasado de Venezuela que quiero ir desarrollando por acá, ¡les invito a leer el segundo capítulo!

SINOPSIS

El Cacique es un impetuoso guerrero líder de la resistencia. Él ha vivido su vida bajo el yugo del Imperio Español, pero ahora un enemigo mucho más terrible ha venido a subyugarlo. Hombres con aspecto parecido a los españoles, pero que manejan armamentos diferentes y hablan un idioma de siseos. Más que una búsqueda de tesoros, como los españoles, estos nuevos colonizadores buscan algo más. ¿Pero qué?

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#2 - LA SANGRE

En una celda, un indio llamado Curamay se hincó junto al indio herido en el suelo, sin saber qué hacer. Era aquel que intentó escapar. Tenía experiencia con los heridos, pero Curamay nunca había visto una carnicería humana como ésa. Se tomó un instante para reconocer los rasgos de la cara de aquel indio.

Y se sorprendió. «Guapotori», pensó. Era su jefe con el que se reencontraba.

De alguna forma, se habían abierto tres profundas líneas que comenzaban en el hombro y cruzaban el cuello de aquel indio. Tres centímetros más y le habrían cortado la yugular. En resumen, aquel indio tenía abierta la garganta dejando expuesto su esófago y también tenía cortada la tráquea.

Curamay observó que una enorme burbuja se formaba en la sangre que brotaba de la herida. Era la primera señal clara de que aquel indio estaba vivo, por lo que le giró con suavidad sobre su costado para revisar su espalda. La sangre rezumaba desde las profundas heridas que tenía en el cuello y el hombro. Desde la mitad de la espalda hasta la cintura, tenía profundos cortes paralelos.

En eso, unos guardias llegaron junto a Infante y abrieron la celda para revisar el cuerpo de aquel indio. Lo acomodaron sobre su espalda y hablaron entre sí:
— ¿Está muerto?
—Aún no. Pero está hecho pedazos. Tiene la tráquea abierta.

Infante se hincó junto al indio. Con sus dedos le tocó la herida de la garganta, donde las burbujas seguían formándose con cada aliento. La respiración se había vuelto más pesada y un frágil jadeo seguía el ritmo del pecho del indio. De entre sus ropas sacó una cantimplora y vertió su contenido sobre la garganta. La sangre se limpió y fue reemplazada en seguida por el pesado goteo de la herida. El indio comenzó a toser y escupir. Parpadeó con rapidez y luego abrió los ojos de par en par.

Creyó que se estaba ahogando. Tosió de nuevo mientras su cuerpo trataba de expulsar la sangre de su garganta y sus pulmones. Vomitó sintiendo un dolor insoportable en su garganta. Se tocó la garganta con la mano derecha y se horrorizó ante lo que sus dedos encontraron. Se desesperó y buscó en los rostros de aquellos que lo rodeaban algo que lo tranquilizara. En vez de eso, se encontró con la mirada de Infante.
—Los humanos no sois nada excepto predecibles —Infante cambió su aspecto tornándose como el de aquel centinela que masacró al indio—. Tras nuestro último encuentro, deberías saber que has tenido suerte, cacique. Te encuentras al otro lado del cosmos. Aunque al final, no estás a salvo.
»Mi gente está tratando de olvidar cómo nos has herido. Vuestra malicia es tan viva y tan razonada como vuestra clara visión de las cosas. Sois un recio vástago de vuestra brava raza, pero humano al fin».

El indio intentó hablar, pero su garganta no logró producir ningún sonido más allá de un espeluznante lamento. «Se nace oruga y se llega a sol por las leyes misteriosas de la Naturaleza», pensó lo que quiso decir.

Infante carcajeó. Como si supiera lo que el indio pensaba.
—Te habría dado una muerte rápida, pero las altas castas ordenaron a Losada cambiar de dirección —Los fríos y negros ojos de Infante clavaron su mirada en los del indio, que se veían calmados, terroríficos y serenos. Con una delicada voz dijo—: Ahora no habrá nada rápido en vuestra muerte, cacique. En su lugar vuestro sufrimiento parecerá como si durase hasta el final del tiempo.

Infante hizo una seña y dos de sus guardias tomaron al indio y sosteniendo con fuerza su brazo, lo extendieron para que uno de ellos, con una de sus lanzas le cortase el brazo izquierdo desde el codo.
—A pesar de su estancamiento genético, vuestra estirpe es capaz de cierto tiempo engendrar vástagos particulares como vos… —se levantó para dar la espalda al indio, dio un par de pasos y luego se volteó a medio costado—. Dime, ahora, rey indígena, antes de que todo lo que puedas hacer sea gemir y gritar… ¿De qué era dueño Guacaipuro antes de su muerte?

El indio luchó para levantarse apoyándose sobre los hombros. Uno de los guardias le detuvo en el suelo, vertiendo un líquido en su garganta. Un ardor abrasador reemplazó los demás dolores. Guacaipuro convulsionó una última vez antes de quedar inconsciente de nuevo.

CONTINUARÁ

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