Lo que me convirtieron, sin yo poder detener.

in spanish •  7 years ago 

A continuación leerán una historia real, ya publicada por mi en Steemit en una ocasión anterior, pero por mi descuido que no es raro, olvidé mi contraseña y perdí mi cuenta, intentaré recrearla y continuar lo que no pude.

• ¿Quién soy?
¿Qué soy realmente?
¿Porqué estoy aquí?
VARADO, Sin rumbo.
Hace varios años solía tener caminos, barreras y fronteras que romper y atravesar.
Pero hoy en día, estoy acá, desolado, encerrado en mi mente, queriendo ocultarme de la respuesta obvia a lo que soy.
Un demente.
Ha sido fácil para mi ocultarme tras la cortina del silencio y la discreción.
No es fácil vivir tras ella, sin poder ver hacia adelante, estar estancado en una vía en medio de la nada.

Cuando era chico, un jovencito de apenas 6 o 7 años de edad, sin experiencia en la vida, aferrado al tronco de un jabillo sin espinas. (Un árbol muy conocido en mi ciudad natal),
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Me sentía tan tranquilo imaginando como cada parte de ese árbol supuestamente componían las partes de “Un autobús escolar de la diversión”. Era tan inocente, en esa época recuerdo que veía las películas y programas que pasaban en la TV, y recuerdo que yo quería tener una vida como la de esos actores de comedias y romances fantasiosos de sueños americanos.
En mi mente yo pensaba que la vida realmente debía ser como un sueño americano, a esa idea me aferré, y cuando algo no me gustaba como era, yo lo imaginaba de una forma diferente, como ese Árbol de Jabillos sin espinas, para mí era “Un autobús escolar de la diversión”, porque en ese entonces yo estudiaba en escuela pública, muy buena escuela, los mejores momentos los viví ahí, pero la escuela tenía problemas económicos y no podían costearse un autobús escolar.
Yo en mi mente seguía aferrándome a la idea de que ese Árbol de Jabillos sin espinas era mi autobús escolar y yo era su chofer, tan buena fue la suposición que la voz se regó rápido entre mis compañeros y todos enloquecían por disfrutar del Troncoso arbol sin espinas…
Y por supuesto me dejaron totalmente fuera del juego.
Ahora todos querían jugar a ser el chófer,
¡Que bronca, maldita sea!
¡Solo yo podía ser el chófer! Porque a ningún otro se le ocurrió antes la idea de crear con su mente lo que yo acaba de imaginar.
A esa edad, después de haberme devorado muchas películas de miedo, terror y asesinatos. Ya me parecía que los malos siempre debían salir perdiendo y recibir su merecido.
Me comenzaba a distraer de las clases y de la escuela, empecé a olvidar que tenia que estudiar y prestar atención y solo mi mente giraba en torno a la expropiación de mi obra maestra imaginaria; Mí hermoso árbol escolar de la diversión, sin espinas pero actualmente lleno de impostores.
Seguía con la idea en mente que la vida debía ser correcta si era realmente como lo decía la TV, (aunque la TV dice muchas cosas).
Pero yo quería que ellos murieran.
Yo quería que los impostores se fueran de mi lugar de diversión, los odiaba por haberme sacado de ahí y no dejarme ser el chófer de mi propio autobús escolar imaginario.
En ese entonces conocí el odio. Y fue el sentimiento que más prevaleció en el resto de mi vida.
Nunca he matado a nadie, no pretendo impresionar bajo la máscara de quien no soy o no he sido. No soy un asesino. Espero nunca tener que serlo. Si no ya no podría seguir imaginándolo porque a decir verdad, sé que eso estaría muy mal hacerlo, pero imaginarlo me hace disfrutarlo más, y sentir el odio corriendo por mis venas, me hacen sentir vivo, tanto como el amor. Aunque sean muy diferentes y muy cercanos a la vez.
Tener que vivir de odio, migajas de amor y soledad fue solo el comienzo en mi niñez.
Un día empecé a odiar a alguien a muerte, que tan solo deseaba que su cabeza fuera enterrada viva. Solía pasar minutos largos soñando despierto de como seria tal desastre. Este personaje que empecé a odiar poco a poco se fue convirtiendo en un ser frecuente en mi vida, siendo 4 años mayor que yo, yo tenía 8 ya, y él 12 años de edad.
Vicente, como pudiste aparecer y acompañarme tan corto tiempo, ni se cuantos días o meses fuiste mi amigo, aunque ya no te quería muerto, el destino me regaló después justo lo que le pedí mucho tiempo atrás, tu cabeza bajo tierra y eso fue lo último que supe de ti después de tu entierro.
Pensarán que yo lo maté. Hasta yo lo creería si no fuera yo, porque era un niño cobarde, que no mataría ni una mosca, que me haría pis encima antes de levantar un pulgar para lastimar a alguien.
Vicente se fue por un infarto fulminante, debido a sus problemas cardíacos de nacimiento. Ese mismo día supe que la muerte estaría en el suelo, arrinconada cagándose de la risa, de ver como yo sufría por algo que quería antes de arrepentirme.
No me quejo ni me quejaré nunca de el aprendizaje que obtuve de Vicente, gracias a el pude olvidar el maldito Árbol autobús escolar de la diversión. Porque él me llevó a conocer “El club”.
El día que Vicente me ofreció unirme al club, tuve mucho miedo…
Tenía una idea errónea de lo que era un club realmente, por supuesto la TV me ha enseñado a través de películas y programas que los clubes era lugares ruidosos, nocturnos ,lejos de casa, con mujeres con poca ropa y drogas por doquier.
Me aterraba alejarme 20 metros de mi hogar y más aún, cruzar la calle.
Mientras el me decía que lo siguiera, cruzando el estacionamiento del conjunto residencial donde vivíamos, yo le preguntaba aterrado: ¿De que es ese club? ¿hay que cruzar la calle? ¡Aun no me enseñaron a cruzar!.
Y me dijo, tranquilo, ya estamos en el club…


Le abrí espacio a mis ojos si podían detallar donde empezaba y terminaba club, pero no veía mas que el espacio entre un auto y otro, y en medio una vereda que separaba las filas de los autos, llena de árboles cada 2 o 3 metros.

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-¿Dónde está el club?
-Este es el club.
¿Y quiénes más vienen a este club?
Nadie mas, tu y yo somos los jefes. Tenemos que hacer que la gente venga a nuestro club.
A mi me encanto la idea de tener mi propio árbol al cual subirme las veces que se me cante sin que nadie me lo quite. Ser el jefe. El que manda en esta zona.
Cuando la diversión empezó a extender el rumor dentro del conjunto residencial, cada niño entre los 6 y los 12 quería unirse al club, porque a veces cuando nos reunimos cada quien llevaba algo que se pudiera comer y jugábamos a que éramos miembros de un club que nos mantenía entretenidos y a la vez alimentados, era mucho lo que podíamos lograr con tan poco.
Recuerdo que los miembros fijos de nuestro club eran:
Vicente (12)
Yo (8)
Giovanna (6)
Jimmy (9)
Jeymy (7)
Alexis (5)
Henry (8)
Valarama (9)
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Y otros que por ahora no recuerdo sus nombres y es igual porque no tuvieron relevancia en mi niñez.
Cada uno entró al club por cuenta propia, porque eran chicos que se habían aburrido del mismo parque y la misma cancha de básquet de todos los días.
A medida que pasaba el tiempo el club se hacía mas entretenido, siempre alguno llevaba algo nuevo con que divertirnos o yo conseguía algo para llevar y dar a conocer al grupo.
Yo siempre fui muy curioso, en especial con el gran basurero del conjunto residencial, era increíble como en aquel entonces la gente tiraba a la basura cosas funcionales y llamativas que a mi y a los chicos nos pudiera interesar…
Un día encontré un móvil de ángeles, recuerdo que le faltaban un par de cilindros aluminicos, pero aún así me parecía asombrosa la melodía que dejaba tras el choque de una cortina de viento.
El club era asombroso. En especial porque uno de los autos que estaba junto al club del estacionamiento estaba totalmente abandonado, no se mucho de autos, pero lo que si recuerdo es que era un Ford Plateado, popular mas o menos en los 90’.
Sus llantas estaban desinfladas y la goma se había consumido por el tiempo y el abandono del auto. La pintura estaba opaca y rallada, y en su interior tenía tantas telarañas como un ático abandonado.
Siempre ese auto nos llamó la atención porque desde el primer momento que fuimos ahí, tenía un Troll de juguete parado sobre la guantera. Nunca nadie se imaginaba como era jugar con el, o como era su textura o su pelo, quizás era electrónico pero nunca lo íbamos a saber…
Un día me quede solo en el club y pinté mi árbol preferido con pinturas, parecía un arbol camuflado me encantaba, cada vez que llovía yo tenía un nuevo lienzo para pintar y crear.
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Después mi mirada no dejaba de desviarse hacia aquel auto abandonado, yo sentía necesidad de apoderarme del Troll y sus misterios.
Al día siguiente luego de admirar tanto, decidí actuar.
Revisé si alguna de las puertas estaba abierta y francamente me llevé una decepción, decidí probar a la suerte al intentar abrir el maletero, y fue ahí cuando un impacto de adrenalina me dejó frío, estaba ahí, la entrada hacia mi victoria con el troll. Me paralicé y cuando reaccioné cerré el maletero y me senté a pensar y organizar la forma de acceder al asiento del copiloto sin llamar la atención y evitando las arañas. Ahí fue cuándo cometí el error que me llevó de nuevo al abismo del odio.
Fui a buscar a Henry para que me ayudara, ya que el era algo tímido y dudaba que me fuera a delatar. El entro por el maletero y quitó el seguro del asiento del copiloto, ahí yo pude abrir y entrar. Y estaba ahí, juntos el troll y yo, estaba tan feliz de haber obtenido lo que mas quería en ese entonces.
No podía llevarme el troll, no tendría como explicar de donde lo saqué en casa, y los otros miembros del club se darían cuenta de la ausencia de tal personaje del auto… y decidí ser el único en saber que esa puerta ahora estaba desbloqueada y así podría jugar con el cuando quisiera, siempre y cuando tuviera mis límites.
Y como siempre, como alegría de tísico, me felicidad duró poco. Fue ahí cuando volví al club, y mi Troll había desaparecido.
Solo habían 2 formas que alguien supiera mi secreto de poder entrar al auto abandonado, que alguien se le ocurriera intentar abrir el auto o Henry…
Fui corriendo a la cancha a buscar a Henry, y me tope con mi peor pesadilla, mi Troll estaba en las manos de “Goyo”.
Goyo era una persona desagradable, que le encantaba hacerle bromas pesadas a los chicos y a las chicas las acosaba, de alguna manera el anteriormente me había hecho bullying, pero yo de tonto siempre lo permití, supongo que de alguna manera ver lo desagradable que era, me atraía.
Me atraía porque yo sentía que podía usar toda su ira a mi favor si yo lo tuviera a mi merced. Aunque eso nunca sucedió, nunca la idea dejo de causarme excitación.
Cuando mi mente se concentro en mi plan para arrebatarle mi Troll a Goyo, ya era tarde, solo alcancé a ver como mi troll caía saliendo de la residencia al medio de la avenida, y tristemente presenciar como las ruedas de los autos destrozaron las pocas esperanzas que ese juguete había influenciado en mi.
Estaba triste, todos vieron en mi cara la expresión de nostalgia al ver lo que semejante atrocidad me produjo. Y aún mas cuando todos giraron su mirada hacia mi, me demostraron totalmente que en todos había maldad, y una maldad específica..
Volví al club, deprimido, desconcertado…
Me senté a pensar y respirar en silencio, el cual fue interrumpido rápidamente por la presencia de Henry;
-¡Les dijiste!
-Ese Troll estaba embrujado.
-¿Qué?
-¡Estaba embrujado o poseído! Cuando Goyo lo tomó, el Troll alzó los brazos por si mismo y comenzó a temblar, ahí Goyo se asustó y lo lanzó lejos.
-¿Qué?
-No es mentira pregúntale a quien quieras…

Fue tan extraño, un juguete que me encantaba tenia una función que yo desconocía e hizo que un imbécil se deshiciera de el.
Fui tan poco curioso y descuidado.

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En la residencia los rumores corren, y se van descodificación con el pasar de boca en boca, hasta que llegó a mis oídos que Vicente había abusado de Giovanna.
Oir eso de la boca de cualquier persona era impresionante para mi, y más porque yo estaba seguro que a Vicente le gustaban los niños, igual que a mi.
No había manera de parar aquellos rumores que blasfemaban su presencia y siempre blasfemaron su memoria, eran rumores peligrosos que podían causar efectos colaterales y salpicar hasta al mas inocente, ahí entré yo.
Mucho después de la muerte de Vicente, su dignidad terminó por el piso, al ser acusado y visto como supuesto abusador, yo sabia que nadie dentro del club abusaba a nadie, porque todos queríamos lo mismo; un arbol para trepar.
Fue esa tarde todos se fueron y quedamos solos Giovanna y yo. Era una niña muy chica pero muy pensante, le pregunté;
-¿Recuerdas a Vicente?
-Si.
-¿Alguna vez te hizo algo malo?
-No, nunca.
-¿Porqué no dijiste nada?

En ese momento se escucha a lo lejos un grito de una mujer mayor:
¡Giovanna!

  • Giovanna me dice:
    Escóndete ahí viene mi abuela.
    -¿Porque me tengo que esconder?
    -Porque no me deja juntarme con niños.

    Ahí entendí todo, el comienzo de los rumores sobre Vicente.
    Sentí tanta impotencia que la empujé por el pecho y le dije:
    -Pues vete del club si no te dejan juntar con niños.
    Y su abuela entró muy agitada en ese momento, y gritando me dijo:
    -¿Porqué tocas a mi nieta?
    -¿Tocarla?
    -Si, Giovanna vete para la casa ¡Ahora mismo!, Y tú, ¿quien eres? ,¿ está tu mamá y tu papá?
    -Señora yo no toque a Giovanna, yo la empujé por el pecho porque usted le prohibió andar con nosotros.
    -¿Nosotros quienes?, Tu y el maldito amiguito tuyo Vicente, ¿eso es lo que les gusta? Andar tocándole las tetas a las niñas.
    -¡No, mentira! Nosotros nunca tocamos a ninguna niña.
    -Si la tocaste, yo te acabo de ver, disimulando que la empujabas para poder tocarle las tetas, que vergüenza voy a llamar a la policía para que te encierre.

    Si en ese entonces hubiera tenido la capacidad de raciocinio que tengo ahora, quizás no hubiera huido atemorizado, y hubiera tenido las bolas de decirle muchas cosas que merecía, pero cuando eres niño las amenazas tontas como decirle a un niño de 8 años que se lo va a llevar la policía, es algo muy atemorizante. Pensar que un adulto con un arma puede controlarte porque otro adulto se lo ordena, y peor cuando te hace creer que eres culpable cuando sabes que no hiciste nada malo.
    Yo corrí muy rápido a casa, me encerré en el baño llorando, porque tenía miedo de volver a salir de casa y encontrarme nuevamente con la abuela de Giovanna.
    Así fue, duré meses en casa sin querer salir al parque, la cancha ni siquiera al club, yo me auto aislé, cuando sabia que era inocente.
    El club no era nada, sin Vicente, sin Henry ni Giovanna y yo mucho menos.
    El club se extinguía.
    Después de tanto tiempo decidí buscar a los viejos miembros, Alexis, Valarama, Jimmy y su hermana Jeymy.
    Todos querían volver a jugar en el club.
    Pero de alguna forma evitaban que sus padres supieran que se veían conmigo, lo sabía, siempre lo hacían notar. Valarama no, su padre era tan descuidado con su hijo que nunca sabia dónde estaba Valarama ni que hacia, en parte me gustaba esa independencia porque lo diferenciaba de la abuela de Giovanna.
    Jimmy y Jeymy eran mellizos, nacidos el mismo día, pero muy distintos;
    Jimmy un chico robusto con cara siempre de molesto, callado y bromista.
    Jeymy una niñita, flaca, hiperactiva con una curiosidad por todo.
    Yo era mas apegado con Jeymy porque me divertía mas con ella, pero desde que volvimos a reunirnos después de los fuertes rumores de Vicente ya la actitud de ninguno conmigo volvió a ser igual.
    Notaba que Jimmy siempre nos vigilaba a Jeymy y a mi, me di cuenta porque el nunca quería jugar a nada con nosotros pero siempre se quedaba mirando.
    Un día le pregunté;
    ¿Por qué nunca juegas nada con nosotros?
    Respondió;
    -Jeymy agarra tus cosas nos tenemos que ir a casa mama nos está llamando.
    -Mentira, nadie los esta llamando que te pasa conmigo tu nunca eras así…
    -Mira, lo que pasa es que la abuela de Giovanna le dijo a nuestros papas que tú le habías estado tocando sus partes.
    ¡¿Qué?!
    Y tampoco nos dejan juntarnos contigo por eso tenemos que irnos.
    Y así fue como Jeymy y Jimmy dejaron de ser mis amigos, me quedaba mi fiel Alexis, Valarama nunca estaba así que fue como olvidarlo rápidamente.
    Alexis, Alexis, Alexis, quien diria que mi fiel Alexis me acompañaria en tantas aventuras divertidas. Aunque ya no existía un club oficial, el y yo éramos el club andante.
    Sus padres me cuidaban siempre que mi madre no estaba cuando llegaba de la escuela, asi que siempre podia contar con Alexis, ademas era hijo de la encargada del edificio siempre lo iba a tener que ver.
    No faltaba mucho para cumplir los 9 y Alexis los 6 me costaba entenderme con el, desde siempre tuvo problemas con el habla y le costaba comunicarse con normalidad con otras personas. El lazo de amistad se veia sólido, irrompible, pero como no todo en la vida es eterno, apareció el fantasma de mi pasado para atormentar la poca tranquilidad que me quedaba, fue ahí cuando a los oidos de la madre de Alexis llegaron los rumores que había creado la abuela de Giovanna, que a medida que avanzaban se triplicaba la fuerza con la que me golpeaba.
    Elizabeth, madre de Alexis, muy atenta y responsable tanto con su hijo como con los hijos de otros.
    Ahí estaba, interrogándome por pecados que nunca existieron, culpándome de causas que nunca fueron reales, acontecimiento que existieron en la mente de una vieja paranoica en contra de los niños. Siempre hubieron adultos interviniendo en mis amistades, para alejarlos de mi o de otros, asumiendo cosas que jamás sucedieron y quebrantando mi inocencia. ¿Para qué? Los mismos adultos me enseñaron que existen personas atroces, pero me enseñaron eso culpandome de ser atroz y entendí lo que se siente ser perseguido, ser atroz sin tener que serlo, solo sembrando el terror de sentirte ajeno a tu verdadera identidad.
    Fue ahí cuando alejaron a Alexis de mi, ya no eran rumores de vieja mentirosa, ahora era una noticia de la comunidad, todos sabían una mentira, era mejor creerlo aunque fuera mentira, les ahorraria el trabajo de averiguar si realmente lo hice, era mas fácil destruir las amistades de niños inocentes sin saber o notar lo injusto que era. ¿Pero que importa? Son solo niños, lo superaran y lo olvidarán. Por eso estoy aquí redactando, porque eso era mentira, y aunque era cierto que lo superaría, nunca lo olvidé. Era imposible, si la mayor parte de mi infancia era manipulado siempre por el poder adulto. No importaba si yo tenía la razón. Siempre los adultos la tienen si hablan entre ellos, porque la opinión de un niño nunca les importó.
    Ya no había club, ni árbol autobús, ni Giovanna ni Alexis. Todo se había ido, como Vicente, para no regresar.
    Mi madre me veia sin amigos, pero eso no importaba porque yo no debía tener amigos según ella, solo debía estudiar. Luego de enterarse de los rumores me prohibieron las salidas y las visitas, aunque ya no era necesario porque no queria salir y tampoco tenía con quién hablar. Desde ese entonces mi familia inicio una cacería de brujas en mi contra, aparecían repentinamente en la escuela y me interrogaban de manera sorpresiva; me decían: “¿Quien te enseño eso?” no querían aceptar un “nadie” como respuesta, preferían pensar que había un culpable de un hecho que nunca ocurrió que creer mi versión. Ahí fue cuando creé a 2 personas imaginarias culpables de mi supuesta aberración de aprendizaje, inventé sus rasgos de manera aleatoria y le dije a mi madre y maestra que ellos me habían enseñado “eso” aunque era mentira, sentí que en el fondo aceptar la culpa aunque no fuera culpable era la solución mas viable ya que nunca iban a permitir ni aceptar la versión original.
    La cacería de brujas empezó. Mi madre conjunto a mi maestra y yo ibamos como estúpidos monigotes a revisar salón por salón buscando culpables, mi respuesta siempre era la misma: “No los veo aquí”.
    Asi pasaron los días, supongo que mi maestra en un punto ya no quería seguir tal búsqueda porque en el fondo sabía que nunca habría nadie quien encontrar.
    Mi madre seguía apareciendo de sorpresa en mi escuela, causandome el terror de esa sensación de adrenalina, de sentir querer correr lejos hasta cansarte, sin poder moverme de mi lugar ahí siempre estaba yo, mi respuesta siempre era la misma “No los veo aquí”.
    La cacería cesó.
    Para ese entonces ya tenía nuevos amigos en el salón de clases, estaba bueno eso, pero desde ese entonces algo en mi mente cambió. No quería volver a sentir esa sensación de ser perseguido por algo que nunca hice, tampoco me sentía bien cuando estudiaba, porque sentia que habia una fuerte presión que me decía que debia solo estudiar, que estaba mal tener amigos.
    Me costaba a veces ser yo mismo. Trataba de evitar hablar, hacer o decir cualquier cosa que pudiera molestar cualquier adulto, por miedo a volver a ser juzgado sin motivos. Tanto fue mi miedo hacia los adultos que actuaba de forma distinta a quien yo era, decidí callarme para que no dijeran que yo hablé de más, me limité a expandir mis amistades por miedo a que me juzgaran de acosador. A veces me desesperaba porque temía ser manipulado nuevamente por adultos y decidí quedarme con aquellas amistades que yo sabia que sus padres no les daban tanta atención o no fueran a intervenir inútilmente.
    Asi se fue desarrollando mi trauma a los rumores, nunca me dieron buena espina, lo aprendi de la experiencia, las causas de las heridas.
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Confieso que mientras leía, me trasladaba a mi infancia. Y aunque los niveles de represión que viví son muy bajos en comparación con los de esta publicación, pude sentir que en cierto modo, esas experiencias nos han hecho ser quien , realmente, no somos. Muchas capacidades y habilidades se han podido dormir, para evitar que se den rumores que puedan afectarnos. Me encanta la manera en que detallas los hechos. <3

Gracias por tu comentario! Me alegra que te guste.