Regreso | Escritos de una mente desequilibrada XXXV

La tinta brota de mis dedos otra vez, no de mis ojos, o mi corazón, de las heridas que deja la existencia en mi ser. Las letras sanan en vez de herir, las palabras consuelan y no atormentan, y la voz que las pronuncia vuelve a estar llena de amor y no de desprecio.

Atrapado en un ataúd, enterrado prematuramente, vivía muerto aunque no estuviera enterrado y mi corazón bombeaba tierra en vez de sangre. Aún quedan rescoldos de un sufrimiento que no se termina de ir, pero veo la luz, un poco sucia, suficiente para ahuyentar las sombras que con sus garras deshilachan mi alma, a veces siento sus zarpazos, pero dejo la sangre fluir y regar el camino ante mis pies, la vida fluyendo será mi guía de ahora en adelante, tomando de la mano a la muerte, sin huirle, sin temerle, sabiendo que tomando su mano nada pasará.

He salido de un libro sin terminar, sabiendo cuál es su final. Vuelvo a respirar, sonriendo ante las historias que se suceden una tras otra frente a mis ojos, bajo mis dedos. Crear es vivir, y aún no ha llegado el tiempo para detenerme.