Vuelta triste a tu Patria

Han pasado tres días desde que regresé y se me vino a la mente el refrán que dice «ojos que no ven corazón que no siente», ¿será que los he olvidado?, ¿cómo podría hacerlo?

Vestimos una armadura para soportar la vida, escondemos los miedos debajo de la cama y fingimos dormir mientras los que amamos mueren lentamente en la desidia de un país que se hunde en corrupción.

¿Cuántos más deben morir? Morir en vida y morir dando la vida por un ideal. El ideal de volver a caminar en la playa con los panas, con los tíos y los primos; de volver a tomar café en casa de la vecina antes de ir a trabajar; de quedarse «hablando paja» con la familia hasta las tres de la mañana en la acera de la casa...

A veces leo mensajes así: deben aceptar y ver las cosas buenas que les han pasado, SER POSITIVOS. Yo también creo eso. Sé que lo que vivimos los venezolanos es un aprendizaje, aprendemos todos los días a valorar, a respetar y a amar lo nuestro. Aprendemos desprendimiento, humildad, compañerismo y resiliencia.

El Socialismo del siglo XXI nos enseñó mucho, una de las cosas que aprendimos estos 20 años es a SER MIGRANTES. Los venezolanos no éramos migrantes, éramos visionarios que salíamos de nuestro país a aprender y a emprender. Educados desde pequeños para amar y admirar nuestra tierra, ahora somos forzados a dejarlo todo para sobrevivir. Es diferente humildad y resignación, ¿cómo «aceptar y ver las cosas buenas» cuando aprendimos que lo BUENO está en nuestra tierra.

Confieso que yo no tenía un destino antes. Sí intuía que debía dar mi vida por algo pero no tenía idea por qué. Ahora conozco mi destino: dar la vida por mi país. Pero viviendo... dar mi vida desde la conciencia que cada segundo importa y que soy desde donde esté EMBAJADORA DE VENEZUELA, alguien que vive para mudar las cosas, que aguanta las ganas de llorar porque debe levantarse al día siguiente para ser parte del cambio. No porque los dejé atrás me he olvidado de ustedes, los amo desde aquí y desde siempre y vivo para que podamos estar juntos de nuevo.

Para que él abrace a su familia, para que ella bese a su hijo, para que tú y yo caminemos juntos por alguna calle de nuestra tierra sin miedo y sin arrepentimientos.

¿Qué otra cosa puedo hacer a no ser nunca callarme, nunca parar, nunca olvidarlos? Vivir en resistencia es resistir el dolor de dejar atrás a los que amas para lograr el cambio que queremos ver.

YO SOY RESISTENCIA Y VIVO POR TI VENEZUELA

Texto de: Alba González

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