La guadaña de La Parca no es para recolectarte.

in spanish •  7 years ago 

Buenas tardes, estas son Creepypastas que recolecto de una página de Facebook llamada Lectores de Creepypastas, 100% increíbles y adictivas, aquí les dejo el link. https://www.facebook.com/LectoresDeCreepypastas/

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Autor(a): TobiasWade
Traductor: Lectores de Creepypastas

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No existe miedo tan recio como el miedo a lo desconocido. Ningún semblante monstruoso que ha sido descubierto hasta el momento ha sido tan estremecedor como el potencial infinito de terror que existe antes de que la máscara sea removida.
Es por eso que a nosotros, los humanos, dentro de nuestra confusión ingenua acerca del orden del universo, nos exaspera nuestro miedo letal a la muerte. Creemos que es la última frontera —la incógnita más grande que nos podemos imaginar, de cuyas costas de penumbra no puede regresar ningún viajero—. Así que nos aferramos desesperadamente a incluso las vidas más deprimentes y angustiantes, sufriendo cualquier mal conocido por encima de nuestra liberación hacia el más allá.
Pero la muerte no debe ser temida, porque la muerte es muy bien entendida. La hemos presenciado, causado, medido y registrado hasta el último espasmo agonizante de parpadeo neural. Incluso cuando yacía moribundo, me pareció tonto que le tuviera miedo a ese vacío que la razón nos prometió que debíamos anticipar.
Mientras estaba vivo, no iba a experimentar la muerte, así que no había razón para tenerle miedo ahora. Cuando estuviera muerto, no sería capaz de experimentar nada, por lo que el miedo no tenía sentido. Ese pensamiento me confirió gran consuelo mientras sentía la última lucha errática de mi corazón en contra de la conclusión inevitable que se aproximaba. No fue hasta que finalmente me estaba quedando dormido, que una última duda intrusiva burbujeó en mi cerebro:
¿Qué tal si no es la muerte la cual debe ser temida? ¿Qué tal si es lo que yace más allá?
Y así me deslicé, aquejado, más allá del entendimiento mortal, adentrándome en un mundo tan abandonado por la razón como yo había sido abandonado por la vida. Aún me encontraba en la habitación del hospital, pero el ajetreo de las enfermeras y el pitido de las máquinas perdieron su opacidad como si hubiese sido rodeado por un crepúsculo que descendía velozmente. Parecía que cada sonido era un eco de lo que una vez había sido; cada vista era un reflejo. Con cada momento que pasaba, el mundo se tornaba menos real…
Pero todo ese panorama y sonidos —todo ese ser— no estaba simplemente desapareciendo. Se estaba transformando en una figura a mi lado. Mientras menos real se convertía mi habitación, más real se hacía la figura, hasta que, en breve, existía con una realidad tan nítida, que nada a su lado parecía real en lo absoluto.
Su túnica era negra. No el color negro, sino su esencia. Era como ver a un tigre después de haber pasado toda una vida observando el dibujo tosco de un niño y creyendo que eso era lo único que un tigre era. La realidad fluía alrededor de su guadaña como un pincel a lo largo de acuarelas, y podía observar cada partícula elemental y el tiempo mismo desgarrándose a lo largo de su hoja.
«Seguramente fue por esto —pensé—. Fue por esto que se nos instruyó, sin palabras, que le tuviéramos miedo a la muerte». Me aferré a mi sábana de hospital para retraerme de la intensidad de la presencia de la Parca, pero el algodón que solía ser suave, ahora fluía por mis manos como una niebla translúcida. Supe en ese momento que nada me podría ocultar del agarre del espectro, pues él era la única cosa real en ese mundo.
—Llegas tarde.
No fueron palabras. Mi cabeza dolía por la presión de ese conocimiento a medida que mi demora era tallada en mi conciencia, impartida como una ley de física inescapable, tan inequívoca como la gravedad.
—No tenemos tiempo para el discurso usual. Apresúrate.
Sentí que fui arrastrado en torno suyo como el polvo de un huracán. Antes de que supiera lo que estaba sucediendo, estábamos afuera del hospital, moviéndonos a un ritmo tan frenético, que el mundo a nuestro alrededor se nublaba a modo de un túnel vertiginoso de luz destellante.
—Si tienes suerte, ELLO se habrá aburrido de esperarte.
Tenía demasiadas preguntas, todas luchando por mi atención al frente de mi cerebro sin que ninguna lograra emerger.
—Estás callado. Admiro eso. Usualmente, las personas preguntan demasiado.
—¿Cuál es el punto? —inquirí; mi voz se sintió sosa y muerta en comparación a su sustancia sobrecogedora—. ¿Cómo puedo tratar de comprender algo que está tan lejos del conocimiento mortal?
—No puedes. Pero aun así es naturaleza humana preguntar.
No estábamos reduciendo la velocidad. En todo caso, nuestro ritmo se estaba incrementando. No estaba corriendo, ni volando, ni nada de ese tipo. Era más como si el resto del mundo se estuviera moviendo alrededor de nosotros mientras estábamos parados en un mismo lugar. Una oscuridad vaga y un olor gravemente húmedo me hicieron pensar que nos habíamos internado por debajo de la superficie de la tierra, pero no podía estar seguro.
—Una pregunta, entonces —dije—. ¿Qué otra cosa existe aquí aparte de ti?
—Y es por eso que las preguntas son inútiles. La Muerte no es un lugar, ni un ser. Es todo lo que hay.
Un pensamiento inquietante, pero que fue enfatizado por el aullido creciente que comenzó a reverberar por las rocas a mi alrededor. Aun parecía que estábamos descendiendo en la tierra, y el aire ahora se estaba tornando más cálido y denso. El sonido se continuaba agravando como si el mundo mismo estuviera sufriendo.
—¿Qué es ELLO?
—De lo que estoy aquí para protegerte.
Las rocas se partieron por el destello de su guadaña, y la tierra desembocó en una caverna extensa dominada por un lago subterráneo.
—Pero pensé que dijiste que tú eras lo único que existía.
—No, dije que la Muerte era lo único que existía.
Ya no nos estábamos moviendo. La luz se reflejaba de la guadaña desde una fuente inadvertida y se derramaba en el lago como un afluente. Una vez adentro, la luz no se dividía ni se disipaba, pero se arremolinaba y bailaba como aceite luminiscente.
—Creí que tú eras la Muerte.
—La Muerte no es un ser.
La luz estaba tomando vida propia dentro del agua. La quietud de la superficie comenzó a rotar excesivamente por la energía enigmática. Solo le tomó a mi mente desperdigada un momento para darse cuenta de que yo era la energía que estaba fluyendo hacia el lago. Aún me sentía enmarañado con la figura, pero, ahora, yo existía como un rayo de luz que estaba hirviendo dentro del agua.
Sabía que no lo entendería, pero eso no me impidió que me sintiera frustrado. Si la muerte era lo único que existía, ¿entonces qué era ELLO? ¿Qué era lo que me estaba esperando? El agua se comprimió a mi alrededor y ya no podía hablar, aunque aún podía respirar, de alguna forma.
—ELLO está aquí.
Algo estaba en el agua. Había manos que me agarraron de las piernas y comenzaron a arrastrarme hacia abajo. Incluso me sorprendió descubrir que yo tenía miembros de nuevo. Se sentían tan alienígenas en mí, que era casi como si mi cuerpo no me perteneciera. La luz destelló desde la guadaña —de nuevo—. Las manos me dejaron ir, y el aullido se incrementó una vez más. La Parca estaba luchando contra algo, pero no podía descifrar la batalla, excepto la locura del agua revolviéndose.
El aullido de la tierra llegó a su crescendo, y los gritos hicieron que el agua a mi alrededor convulsionara y se contrajera como un fluido viviente. ¿La Parca lo había cortado? ¿Me encontraba a salvo? Comencé a explorar mi nuevo cuerpo, pero cuando pensé que estaba empezando a ganar control, las manos me cogieron de nuevo. Me tambaleé hacia abajo, luchando en vano en contra del agarre implacable.
—¿Qué es lo que está aquí? —traté de gritar ante el líquido sofocante—. ¿Qué está sucediendo?
Pero ya no podía sentir la presencia de la Parca. El calor era inaguantable, pero las profundidades gélidas hacia las que las manos me estaban arrastrando eran aún peor. Me volví consciente de una luz cegadora en el fondo del lago, y, a pesar de que reñí, las manos me arrastraron inexorablemente.
—Lo siento. No pude derrotar a ELLO —Ahora parecía estar viniendo desde muy lejos—. Lo intentaremos de nuevo la próxima vez.
La presión, el calor, el ruido, las manos arrastrándome hacia la luz cegadora. Cerré mis ojos y grité. Ahora me había liberado del agua, pero solo seguía gritando. No podía soportar ver a ELLO; fuera lo que fuera eso que me había raptado. Fuera lo que fuera eso que era la Muerte, pero que no lo era.
Fuera lo que fuera eso que incluso la Parca no pudo derrotar.
Luego se pronunciaron palabras. Palabras reales, humanas, que provenían de una boca humana real. Mis sentidos estaban tan turbados, que no les pude hallar sentido, pero supongo que eran algo como esto:
«¡Felicitaciones! Es un varón saludable».
La mayoría de las personas no pueden recordar el día en el que murieron, o el día en el que nacieron. Resulta que yo puedo recordar los dos, y sé que son lo mismo.

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