Cuando llegaron los romanos a las costas de Cataluña y Levante , la península Ibérica estaba cubierta de árboles, con distintas poblaciones primitivas y semisalvajes en las riberas de los ríos a los que en sus lenguas les llamaban algo así como "ANA" y al agua le llamaban "UR" y sin embargo al perro, sí que le llamaban "perro" y a los árboles de hojas duras les llamaban algo así como " Krrask"
Los romanos conquistadores trajeron su civilización y la lengua que hablaban los soldados romanos se fue imponiendo. En esa época y durante varios siglos, la región de IBERIA estaba en el Cáucaso.
En este mapa está representada la extensión del imperio romano que fue decayendo en lo que conocemos por comienzos de la EDAD MEDIA.
Recordemos que de antes del siglo XI no conservamos documentos originales sino copias de tradiciones orales muy tergiversadas, y estas a su ver fueron copias de otras copias. Y en cada copia se introducían inventos, leyendas y todo lo imaginable a gusto del amanuense que lo escribía. Es decir que no los escritos y representaciones geográficas e históricas de Herodoto son originales sino falsificadas y tergiversadas a gusto de copistas y copistas a lo largo de siglos. No obstante son los documentos que poseemos y sobre ellos se ha reescrito la historia aunque tergiversada y acomodada a los vencedores de las distintas épocas y territorios.
Al final del siglo XI y principios del XII, en la antigua Georgia reinaba David IV apodado “El constructor”. Hay documentación escrita y bastante fiable de esta época, de la ayuda que recibía de occidentales del centro y norte de Europa en contra de los islámicos Selyúcidas. Con el dominio de los turcomanos siglos más tarde, con las matanzas y persecuciones de los cristianos de Georgia, devotos de la leyenda de San Jorge, se dividió y dispersó a los georgianos también llamados IBEROS. El gran topónimo IBERIA correspondía a una gran zona de esta área del Cáucaso.
La antigua monarquía georgiana quedó aniquilada y la población reducida drásticamente durante el final de la Edad Media, y en la práctica desapareció y quedó reducida a grupos clandestinos y escondidos. Es de suponer, pero sólo suponer, que en esas clandestinidades se sucedieran grupos aislados de mayor o menor número de personas con líderes monárquicos de las antiguas dinastías.
Si nos atenemos a la teoría revisionista de la cronología histórica de Anatoly Fomenko hay una explicación coherente: que en la época medieval, del trasiego entre la zona caucásica y Europa resultó que grupos de iberos llegaron a España y costas de Francia, que eran habitantes del Cáucaso, los descendientes de las monarquías iberas del Cáucaso. Este trasiego de gentes venía siendo habitual desde la época de David IV, quien impulsó sobremanera lo que habían comenzado sus monarcas antepasados, la construcción de iglesias y monasterios, y eran, por lo tanto, los grandes canteros y carpinteros de todos los monasterios altomedievales caucásicos.
Serían los que trajeron una gran cultura pictórica, escultórica y arquitectónica a Europa.
Hemos de tener en cuenta que, aceptemos al pie de la letra o no aceptemos las posiciones científicas de Fomenko, lo cierto es que todas las referencias históricas anteriores al siglo XI hemos de tomarlas con mucha precaución.
Durante una de mis investigaciones por esa zona caucásica donde por cierto nació Stalin, preguntaba y preguntaba por su casa natal, por sus pertenencias, allegados, etc. y no conseguí ni una sola información directa testimonial.
Nadie, ninguno de sus paisanos quiere saber nada de Stalin sino olvidarlo totalmente.
Del seminario religioso donde estudio Stalin, no encontré absolutamente nada.
Es historia reciente y lo que un pueblo quiere olvidar lo olvida totalmente, cuanto más de épocas de la Edad Media.
Por eso nuestra prevención es absoluta y el filtro de nuestras investigaciones es severo. Como nota curiosa, he de añadir que al lado del pueblo natal de Stalin, durante mis pesquisas, un anticuario me vendió un dedal de plata antigua, bastante caro por cierto, que me aseguró con un certificado que era del sastre de Stalin, quien le hacía los trajes militares a medida.
Pues a pesar de ser fuente directa, testimonial, y que he depositado para una colección importante de dedales, de donde yo podría construir una historia extraordinaria a partir de ese elemento, tengo mis precauciones y lo pongo en duda permanente.
Si tuviéramos así toda la historia escrita, otro gallo nos cantaría… es decir, que ese dedal lo compré entre Tbilisi y Gori en la Actual Georgia en una fecha determinada y que el georgiano que me lo vendió me dijo y me entregó un escrito en el que dice que perteneció al sastre de Stalin, etc….
Fomenko, por lo menos, nos recuerda que siempre hemos de estar alerta con la cronología, falseada en muchas ocasiones. Y que con el cambio de unos calendarios a otros, siempre o casi siempre motivados por extremos de observación astronómica, a lo largo de la historia, se ha enmascarado y superpuesto, de tal manera que nos volvemos locos a la hora de datar acontecimientos. También es cierto que los escritos anteriores al siglo XI, han de pasarse siempre por un filtro severo. En definitiva, todos los escritos han de pasar rigurosos exámenes de dataciones e incluso los testimonios. A veces hemos de poner de nuestra parte un poco de fe en quienes se molestaron en escribir para la posteridad pues sin ellos el silencio sería abismal y sobrecogedor. Así, por lo menos, tenemos elementos de los que partir, discutir e investigar para constatar o desechar. Por eso no es despreciable la revisión de la cronología que propone Fomenko sino todo lo contrario: es valiosa. Otra cosa es tomar al pie de la letra muchas de sus conclusiones sobre todo contemplando el acueducto de Segovia o el teatro de Mérida. Es incuestionable que la Edad Media guarda muchos secretos porque es época oscura y quizá los tiempos se sobrepongan. Newton ya sospechó que algo no casaba en las dataciones históricas, y eso que no tenía los medios científicos de los que disponemos hoy día.
Hay lectores que me preguntan por e-mail a ver si quiero desmontar lo que eminentes lingüistas e historiadores han investigado. Ese es el resumen del denominador común de varias preguntas. Yo respondo que no pretendo desmontar nada ni crear polémica científico-historia. Simplemente expongo las conclusiones a las que he llegado con mi sentido critico de textos e investigaciónes anteriores. Ojalá estuviera yo de acuerdo con todo lo que han sostenido Humbold, Menendez Pidal, o Schuchardt, pero leyendo a Esteuan de Garibay, o a Hervás y Panduro o a García de Gongora y Torreblanca se da uno cuenta de que hay que hacer un nuevo replanteamiento de la cronología histórica y de los mismos hechos históricos, pero es que al leer y comprobar contradicciones, empiezo a sospechar que la atribución a autores clásicos las referencias a las dos Iberias, por ejemplo, la del Cáucaso y la de España, parece que no se sostiene, y que efectivamente vinieron los iberos en la Edad Media, y vinieron de Iberia, región del Cáucaso, con lo que la teoría vasco-ibérica comenzada por Garibay y sobre la que han ido repicando el resto de autores desde el Renacimiento hasta estos eminentes lingüistas se asienta sobre confusiones de mitos, leyendas y libros considerados sagrados, y que en conjunto es cierta, pero lo que no es cierto es la cronología, evidentemente. Habrá tiempo de ir redactando todo lo que pienso al respecto, que no se puede resumir en estos comentarios. Tiempo al tiempo.
Otro detalle. A Sancho VII de Navarra, al principio del siglo XIII, según la cronología oficial “discutible” se le representó siempre con una espada y un escudo con el águila armenia. El escudo de Navarra, cadena de oro con esmeralda en medio y coronada con perlas y la cruz paté templaria fue un invento de él mismo y cambió la heráldica. Era un caucásico de dos metros de estatura, sanguinario. Era armenio, y como tal conservaba su escudo con el águila armenia. En la aureola del poder se olvidó de que era armenio y se olvidó del símbolo armenio: el águila. Cambió el águila de su escudo por las cadenas de oro. Desde entonces hasta hoy los vasco-navarros lo representan todavía con una gran espada para matar al que se le pusiera por delante con sus escudo armenio primigenio con el águila símbolo armenio por antonomasia, que por cierto se pronuncia [ archif ].
Creo que es Garibay, y si no es Garibay es un autor del siglo XVII – ya buscaré la cita que la tengo por ahí recogida- el que dice que los caucásicos que vinieron a Europa recobraron la libertad, ya eran libres como antes habían sido. Claro, perseguidos a muerte por los islámicos Selyúcidas huían con los templarios y cruzados que los acogían y los traían a Europa. Más tarde, los curas y frailes vascos del siglo XVII, que eran los más letrados, muchos de ellos jesuitas, lo mezclan todo con la Historia sagrada. Naturalmente, al mezclarlo, en vez de situarlo en la edad media lo sitúan cuando el diluvio universal del monte Ararat. Fechadas legendariamente hace varios milenios. ¡Vaya una “mezcolanza” que escribieron en sus historias noveladas acerca del origen de los vasco-navarros. Por otra parte, se sentían majestuosos, egregios y nobles desde que vinieron a las tierras europeas al lado de los pobladores que encontraron por esos montes del norte de España, primitivos, montaraces e incultos. ¡Como para no sentirse superiores…! Además, se erigen en dominadores y crean sus dinastías regias. Ese sentimiento inicial lo van transmitiendo de generación en generación, y por eso desde los pueblos vecinos se les acusó de fanfarronería.
Hay que seguir estudiando paralelismos tales como la simbología del águila de los mayas y el águila del Cáucaso. O el sistema matemático vigesimal caucásico y de los mayas, o el sistema de pintura al fresco asiático y de los templos mayas etc. Quizá no fueran los templarios los que introdujeran a los armenios en la América precolombina sino al revés, que los caucásicos revelaran a sus amigos los templarios, los grandes tesoros americanos y los introdujeran en aquellas tierras colonizadas unos siglos antes de la fundación del Temple por los armenio-georgianos. Hemos de rastrear topónimos propios como los nombres de San Bartolomé o San Tadeo, o San Jorge etc.
IBERIA correspondía a una gran zona de esta área del Cáucaso.
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