Concurso @Provenezuela 1: Nos fuimos a la montaña con el caballo de acero ¡Ehh!

Buenas tardes transeúntes educados, esta vez voy a participar en el concurso que están promoviendo nuestros amigos de @ProVenezuela, nada más y nada menos el premio mayor es ganarte un... ¡Chocolate!, ¿No les gusta el premio? no, no, en serio, el premio realmente es un iPhone 4S de 32GB ¿Saben que es eso no? Para que puedas tomarte muchísimas selfies y subirlas en todas las redes sociales, navegar en Steemit desde cualquier lugar a través de tu teléfono, hablar con nosotros por Telegram o Discord desde donde te encuentres. Sinceramente, ese premio ¡ME ENCANTA!

Ahora bien, como a mí este concurso me tiene muy emocionada, voy a contarles una pequeña historia de lo que fue mi fin de semana.

Todo comienza el día sábado, cuando al salir del trabajo me conseguí a un buen amigo el cual me invito a su casa a pasar la tarde, allí comenzamos a escuchar música, ver vídeos, un par de películas (Sí, sí vimos la película, fue Death Note) y así estuvimos casi toda la tarde, luego su mamá (a la cual aprecio muchísimo) nos llamó para darnos pan dulce que acababa de comprar, estaba ¡Muy Sabroso!, debo admitir... Jugamos fútbol con los niños, nos reímos de payasadas, de pronto sin darnos cuenta se había hecho noche, obviamente, no iba a salir tarde de allí, ya que puede ser peligroso.

Entre tanto juego, no estuve ni un segundo pendiente del teléfono, cuando por fin me dedique a revisarlo, tenía aproximadamente 50 llamadas perdidas de mi mamá y mensajes, donde empezaba preguntando "¿Dónde estaba?" y terminaba diciéndome que podía recoger mis maletas en la calle cuando llegara al día siguiente. No sabía qué hacer, empecé a dar vueltas alrededor de la casa pensando en una buena excusa del ¿Por qué? no iba a llegar a mi casa esa noche. No se me ocurrió mejor idea que un "Estoy bien mami, no tenía batería, hablamos mañana. Besitos.", la mejor respuesta de ella, fueron esos dos checks azules que algunas veces pueden romper corazones de forma inefable.

Al día siguiente, luego de dormir lo suficiente, nos levantamos, desayunamos y comenté que debía irme, empezaban comentarios como: "No, no te vayas aún", "Espera el almuerzo", "Quédate un poco más" y así muchos comentarios que me acercaban más y más al apocalipsis con mi madre, "el que busca encuentra" como ella misma diría.

Cuando se hizo la hora "adecuada", me propuse a irme, comencé a despedirme, (Lo bueno fue que nadie puso peros) y así poco a poco hasta que marque la huida al centro de mi ciudad. Ya decidida a ir a mi casa, tuve la sorpresiva llamada de mi papá, donde me comentaba que andaba con su novia y él debía hacer algunas diligencias en lo que quedaba de tarde, por lo cual me pasaría buscando. Me senté en un parque muy bonito, que está cerca pero retirado del centro, allí estuve pensando un par de cosas y evitando que me atacara esa nostalgia invasiva que llega sin avisar y te hace sentir triste o melancólica por algunas situaciones.

Ella se bajó de la camioneta y compro para llevar, fue muy cómico que en la vía nos encontramos con una alcabala de policía y ambas comenzamos rápidamente a buscar la manera de esconder las cervezas, nos reíamos, no sabíamos si frenar, seguir rodando, pasar como si nada o detenernos... Al pasar al lado del policía este nos preguntó a donde nos dirigíamos y ella como una buena y responsable chófer más unas tres o cuatro cervezas dijo aproximadamente cuatro lugares diferentes y totalmente distantes, ¡Sí, cuatro lugares! El policía un poco extrañado, nos hizo seña de que continuáramos con nuestro camino y así fue, seguimos en la vía riéndonos de todo y todos.

Esos pequeños instantes donde mientras vas en la vía, logras ver las montañas, el cielo azul, sentir la brisa y escuchar buena música, mientras piensas que todo no es tan malo como parece, que las oportunidades solo ocurren una vez y cuando las dejas pasar muy poco se repiten.

Nunca regresa quien se va aunque vuelva, y que los buenos momentos son como el petricor, el cual llega luego de días de fuerte sequía, en el momento justo, sin medir tiempo ni lugar... Y te hace valorar muchísimas cosas que antes no notabas o las creías poco importantes.

Continuando con nuestro paseo, llegamos a una comunidad llamada El Junquito, me hizo recordar tan buenos momentos de mi niñez ya que allí, fue donde por primera vez monte a caballo, corrí, me caí y me volví a montar para seguir trotando y sentir esa fuerza que aplican las grandes patas en tierra impulsándose hacia adelante, con un paso firme, sin mirar atrás para no caer; porque en eso se basan muchísimas cosas, dejar el pasado atrás y no mirarlo para no retrasar el rumbo, tener esa meta fija que puedes ver mientras corres a lo largo del camino, donde despejas y no piensas en más.

Donde te vienen a la cabeza olores específicos de momentos mágicos, esos que te hacen viajar en el tiempo al lugar o a los brazos donde realmente sentiste felicidad plena, esa que no pide nada a cambio. Es triste pensar que muchas veces o la mayoría, esas personas que estaban dispuestas a darte todo a pesar de todo, las dejaste ir por indecisiones personales.

Me emociono el ver gente conocida aun con tantos años sin visitar el lugar, amigos de la infancia, adultos que ahora son señores mayores, mucha gente conocida... La novia de mi papá sabe montar a caballo, pero digamos que no tan bien, fue muy cómico el proceso mientras la ayudaban a subir, ya que no sabía cómo colocar el pie para que no se moviera, no lograba agarrar el impulso, casi que la cargaron para subirla. A ella la llevaban agarrada y yo como buena compañera, iba a su lado para no dejarla atrás... Luego, sin importar, eche a correr el caballo, me sentí tan libre en ese momento, había empezado a olvidar lo que era esa sensación. Hasta que tuve que pasar como 15 minutos esperando por ella porque debo decir que iba como a 100 metros por hora.

Luego de eso emprendimos nuestro viaje de regreso, bajamos los vidrios de la camioneta y saludábamos a los desconocidos en la calle, gritándoles cursilerias, halagos, piropos, muchísimas cosas y no nos quedaba más que reírnos a montón de la cara de extrañados que colocaban todos con nuestra actitud.

Poco a poco fue poniéndose el sol, hablábamos de la vida, el amor, las relaciones, las mentiras, los engaños, las amistades, emigrar... así muchísimas cosas, temas realmente sensibles en estos momentos para mí. Veía ese hermoso cambio de color que se produce en el cielo mientras va ocultándose el sol.

Llegamos nuevamente al centro y nos detuvimos en la casa de mi abuela a buscar a mi papá, conversamos un rato más con mis tíos y de allí, nos fuimos todos a nuestras casas. Ojo, nunca le escribí a mi mamá para avisarle si ya iba o no, así que el cuento del regañón que me echaron se los digo otro día.
Al llegar a mi casa, satisfecha por tantas emociones vividas ese fin de semana, me quite la ropa, me eche un baño, me coloque mi pijama y lentamente me acosté, a recordar tanto y pensar tanto mientras llegaba el deseado sueño, dormir y comenzar mi rutina el lunes...

Todas las fotos han sido tomadas por mí con mi teléfono celular.

Muchísimas gracias a @ProVenezuela por este genial concurso, ¡No te olvides de participar!