Febrero es un mes ideal para las bodas y las fiestas gracias a la magia que aporta el día de San Valentín, pero también puede ser un mes lleno de estrés y preocupaciones. Disfruta de esta romántica historia de amor que estuvo a punto de morir por culpa de San Valentín.

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Capítulo 1.

La cafetería Martin’s se había convertido en uno de los negocios tendencia de todo Brooklyn. El trabajo arduo de sus dueños, así como las constantes novedades en postres que ofrecían, la eficiencia de sus servicios y la cercanía con sus clientes, habían hecho de aquel emprendimiento una aventura satisfactoria.

Los postres se hacían cada vez más famosos, en las redes sociales pululaban noticias y más de un establecimiento de los alrededores buscaba imitarlos, pero el ambiente relajante y ameno que habían creado dentro de la cafetería los mantenía en el top, siendo un punto de encuentro entre quienes trabajaban y vivían en las cercanías.

La actividad era constante cada día y los pedidos a domicilio aumentaban, obligando a los Martin a contratar una flota de tres repartidores en bicicleta y dos en moto para las entregas más lejanas.

El servicio de cáterin también había logrado despegar, aunque con cierta timidez. Luego de la experiencia que había tenido Ethan al cubrir la fiesta de Navidad de la revista donde trabajaba Jessie, se animó a aceptar un par de encargos durante el mes de enero, intentando organizarse con ese nuevo emprendimiento. Cuando se producía, exigía mucho de los empleados, ya que debía distribuir la atención de ellos entre la cafetería y el cáterin.

Pero, en febrero, un mes de bodas y fiestas especiales por estar rodeado de la magia del día de San Valentín, los pedidos se multiplicaban.

Los hermanos Martin tuvieron que estudiar con precaución la decena de solicitudes que les había llegado para no cometer un suicidio laboral. No contaban con el personal necesario para cubrir todas las tareas y no querían quedarle mal a nadie. El futuro de su empresa dependía de la calidad de su trabajo.

Aceptaron participar solo en tres grandes eventos: una fiesta de ascensos y premiación de un periódico local de gran demanda, que los ayudaría con publicidad gratuita; una despedida de soltera de la hija de un congresista, que los introduciría en el mundo de la alta sociedad de la ciudad; y una fiesta de San Valentín planeada por un popular canal de radio juvenil y una televisora local, que les permitiría calar en los gustos de los jóvenes y les daría gran difusión.

Ethan Martin no podía estar más feliz, aunque su alegría, como siempre, tenía sus límites. Como hombre cauto no se confiaba de los éxitos, manteniendo su mente en alerta para cuidarse de imprevistos. Nunca descuidaba los detalles, ni siquiera, los que debían controlar otros, como el trabajo que realizaba su hermano y socio Gary, el de su gerente Theresa o el de cualquier otro empleado. Así los conflictos no lo tomarían de nuevo desprevenido como había sucedido en Navidad.

Y era posible que pronto tuviera que asumir solo el control de su empresa por segunda vez, ya que a Gary no le había funcionado el tiempo que se había tomado el pasado mes de diciembre para salvar su matrimonio y la fragmentación de su familia. La comunicación entre ellos se había vuelto un obstáculo insalvable, haciendo que la convivencia fuera cada vez peor. Por las discusiones con él, su hijo mayor se había mudado a la casa de un amigo para iniciar la grabación del disco que, según ellos, los haría muy famosos; y su hija le había quitado el habla, luego de que él echara a su novio emo por querer dormir siempre en su sala como si no tuviera hogar. Su esposa, cansada de sus ausencias y de su repentina pretensión de imponer autoridad pisoteando al resto sin oír sus opiniones, empacó las cosas del hombre y lo envió en un taxi al departamento de su hermano.

Ethan lo recibió con solidaridad, pero, luego de tres semanas de vida comunitaria, comenzaba a molestarle la actitud negativa, depresiva e irritable de Gary. Adoraba a su hermano y procuraba entender su situación dándole su apoyo, sin embargo, la personalidad autodestructiva que estaba asumiendo comenzaba a sacarlo de sus casillas.

Para evitar discusiones se pasaba más tiempo en el departamento de Jessie que en el suyo, pero a ella también la comenzaba a atormentar un problema familiar, así que buscaban las maneras de encontrarse en sitios neutrales.

Jessie, en el ámbito laboral, había alcanzado grandes logros. En la revista estaban a punto de ascenderla a Director Creativo, cediéndole la dirección de algunos proyectos de importancia. Además, se aventuraba a realizar ocasionales proyectos de diseño gráfico para el servicio de cáterin de Ethan, haciendo reconocido su talento. Uno de ellos, serían los artes que decorarían las cajas para los pasteles de la fiesta de San Valentín organizada por canal de radio juvenil y una televisora local, desde que firmaron el contrato ella trabaja en esos diseños. Sin embargo, procuraba no llenarse de encargos, pues la revista la absorbía casi por completo y ese trabajo le apasionaba.

Su vida comenzaba a marchar bien. Sus éxitos laborales y la mejor relación que con lentitud iba llevando con sus padres divorciados la ayudaban a sentirse serena y le permitían disfrutar del amor y de la compañía de Ethan, sin sufrir otros contratiempos.

No obstante, una noche recibió una visita inesperada. Su hermana Marie regresaba de California, arruinada, y con su novio Donovan. El emprendimiento que ambos habían iniciado en la ciudad del sol se fue por la borda quedándoles dinero solo para cubrir el viaje de vuelta.

La chica no quiso acudir a sus padres porque aún sentía resentimientos hacia ellos por haberse divorciado de forma repentina y vendido la casa familiar sin consultarle, siendo ella la que vivía en ese hogar. Jessie la aceptó por solidaridad y establecieron acuerdos para la convivencia, pero las discusiones entre su hermana y el novio se volvían cada vez más insoportables.

Marie había podido conseguir un empleo de medio turno de camarera en un restaurante. Donovan, en cambio, solo realizaba trabajos ocasionales siendo chofer de un amigo que hacía envíos a ciudades cercanas con su camioneta pick up. La falta de un trabajo estable lo frustraba, anhelando marcharse a otra ciudad donde hallaría más oportunidades laborales, pero Marie no deseaba irse aún. Proponía quedarse unos meses mientras reunían algo de dinero. Allí, al menos, tenía la casa de su hermana como refugio seguro.

Para Jessie, su hogar era el sitio al que acudía para sosegar los nervios, descansar y llenarse de energías, pero desde hacía dos semanas debía actuar como un árbitro en discusiones de pareja reviviendo la situación que había tenido que atravesar en Navidad, cuando su familia comenzó a desmembrarse. No quería pisar de nuevo esa mala hierba. Ella sabía lo que traía consigo: miedos, inseguridades y constantes enojos, y peor aún, tener que lidiar con su falta de creatividad y concentración en el trabajo por el estrés emocional que experimentaba.

Ethan la ayudaba a manejar aquel problema de la mejor forma posible, al tiempo que ella lo ayudaba a soportar la delicada situación con su hermano Gary. Al final del día, ambos terminaban viéndose en alguna habitación de hotel, exhaustos. Se envolvían en sus pieles para no dejar espacio a la rabia, pues sabían lo que aquello les deparaba.

En el pasado habían descargado sus frustraciones con una familia de muñecos de nieve confeccionados con material reciclado, ahora, lo único que estaba a la mano para aliviar las decepciones de la vida era su relación, que solo contaba con poco tiempo de existencia, siendo frágil ante cualquier golpe.

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