Febrero es un mes ideal para las bodas y las fiestas gracias a la magia que aporta el día de San Valentín, pero también puede ser un mes lleno de estrés y preocupaciones. Disfruta de esta romántica historia de amor que estuvo a punto de morir por culpa de San Valentín.
Copyright © 2020 Jonaira Campagnuolo
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Capítulo 5.
La mañana del martes, Jessie pudo pasar por la cafetería antes de ir a su trabajo. Ethan y Gary se hallaban al frente de las labores, controlando que nada faltara y que todo funcionara a la perfección.
La pareja se fue a la trastienda para estar un rato a solas y conversar, aprovechando la soledad para abrazarse y besarse, pero, la llegada de un cliente los interrumpió.
Al día siguiente, Ethan debía atender el cáterin de la fiesta de despedida de soltera de la hija de un congresista. El evento lo ayudaría a entrar en los gustos exclusivos de la alta sociedad de Brooklyn. La presión porque todo saliera perfecto era inmensa. Los nervios ese día lo tenían algo desequilibrado.
La prima de la agasajada había ido con una amiga para finiquitar los detalles, además de hacer otras exigencias. Entre ellas, solicitar que Ethan se encargara de la decoración del Candy Bar donde se ubicarían los postres porque ellas estaban saturadas. Explicó que el salón estaría ataviado con colores rojos, negro y blanco, y que utilizarían globos dorados con forma de besos para el escenario donde estaría el grupo musical. Ethan casi entra en shock, pero la prima lo calmaba con caricias en el pecho y con sonrisas sugerentes. Sabía muy bien como manipular a un hombre con sus encantos para obligarlo a aceptar sus caprichos.
A Jessie los celos estuvieron a punto de hacerla enloquecer, pero se controló lo mejor que pudo. Por la postura tensa de ella, Ethan pudo darse cuenta de lo incómodo de la situación, así que se esforzó por alejarse un poco de la clienta sin incordiarla. No deseaba perder el contrato, pero tampoco, a su novia.
Para desembarazarse de aquel inconveniente, le propuso a Jessie que ella se encargara de la elaboración de los artes para el Candy Bar. Su experiencia en diseño gráfico la hacía idónea para ese trabajo. Con eso obligaba a la clienta a alejar sus manos de él y le explicara a Jessie sus ideas antes de que lo metiera en un problema serio.
Gary observaba todo sin atreverse a intervenir, ya que su situación marital estaba muy comprometida y eso lo había vuelto precavido.
Al marcharse la mujer, satisfecha por haber logrado que ellos le quitaran una carga de encima a un precio asequible, Jessie recogió sus pertenencias y se despidió porque debía ir a trabajar. Ethan le rogó que se quedara unos minutos, sabía que la chica había quedado resentida por lo sucedido con la clienta, pero la joven ya se estaba sintiendo muy incómoda por todos los inconvenientes que habían tenido que atravesar esos días y la empujaban a reflexionar sobre su relación.
Además, no se sentía de ánimos para los besos y los abrazos cuando ambos estaban hasta el límite con sus responsabilidades.
Luego de una despedida tensa, Jessie se marchó, dejando a Ethan con un dolor en el pecho que no comprendía y que lo ponía aún más nervioso.
En la revista, la chica no deja de pensar en su novio, en lo lejano que lo sentía por culpa del trabajo, en su negativa a estabilizarse y a tener hijos y en el coqueteo descarado de aquella mujer. Jessie era consciente de que él era un hombre atractivo y exitoso, era de esperarse que otras mujeres pusieran sus ojos en él, así como ella lo había hecho. Su tranquilidad radicaba en que la atención del hombre se hallaba sobre su persona, pero… ¿qué tan fuertes eran los lazos que los unían?
Sabía que era muy pronto para evaluar sentimientos, sin embargo, para ella esa relación era de gran importancia. Lo amaba, de eso estaba segura, y quería compartir con él mucho más. Deseaba disfrutar de la vida a su lado, ir al cine, a fiestas y pasear por la naturaleza de su mano; viajar y emprender nuevos proyectos teniéndolo de cómplice, hacer locuras juntos y que él fuera el primero al que llamara para celebrar sus éxitos, pues su voz era su fortaleza, sus caricias su consuelo y sus besos la energía que reactivaba sus emociones y la hacía sentirse indetenible.
La posibilidad de perderlo la llenaba de amargura y le restaba todo el ánimo.
Apoyó los codos en su mesa de trabajo y ancló su cabeza entre sus manos. Lucharía por retenerlo, pero debía ser consciente de que, si no estaban destinados para estar juntos, ella no podía dejarse llevar por la depresión como le ocurrió en Navidad con la separación de sus padres. Tenía que aprender de sus errores. Sin embargo, la idea de no tenerlo le habría un hoyo profundo en el estómago que le producía arcadas.
Para evitar dejarse llevar por pensamientos nefastos, se levantó de su silla y fue al área de archivo a buscar un material que había mandado a imprimir para llevarse a casa. Allí se topó con Oswald, uno de los redactores de la revista que buscaba una edición antigua que le serviría como documentación para uno de sus artículos. Se trataba de un chico alto y delgado, de cejas pobladas y grandes anteojos de pasta, que había entrado a trabajar en ese lugar meses atrás y desde esa ocasión flirteaba con ella esperando conquistarla algún día. Aunque el joven era atractivo, resultaba muy insistente para su gusto.
—¿Cansada? —preguntó él al verla llegar con rostro atribulado.
—Un poco.
—Deberías darte un respiro después del trabajo. ¿Te gustaría ir conmigo por un café? Hay una cafetería muy popular a unas cuadras de distancia, cerca de la parada de bus. Si te animas, podríamos ir y comernos una red velvet cheesecake. Dicen que son buenas.
—Sí, son buenas —aseguró con nostalgia y sonrió ante la absurda posibilidad de ir a una cita con otro hombre a la cafetería de su novio.
—¿Las has probado? Yo no he podido ir, pero espero hacerlo pronto. ¿Me acompañarías?
Jessie aumentó la sonrisa y estuvo a punto de decirle que aquel negocio era de su novio, pero no se animó a dar demasiadas explicaciones.
—No soy una chica de dulces —fue su justificación y pidió a la encargada lo que había ido a buscar.
—Entonces, podemos ir a comer una hamburguesa, o una ensalada en un restaurante, o quizás, comida china. ¿Te gusta la comida china? —Ella negó con la cabeza, mintiendo, solo quería que él dejara el tema—. ¡Ya sé! Te gusta la pizza —aseguró con una sonrisa. Jessie le sonrió de vuelta, asumiéndolo él como un sí. Al verla recibir su material y marcharse, tomó el suyo que estaba sobre el mesón y fue tras ella—. ¿Qué prefieres, pizza vegetariana o de carne?
La joven respiró hondo mientras caminaba a su oficina. El acoso del chico la irritaba, pero eso le trajo a la mente el acoso de la mujer que organizaba la despedida de soltera con Ethan. Su novio, a pesar de que estaba frente a ella, no le hizo ningún desaire a su clienta, nunca reveló que su novia estaba cerca, resolvió el asunto dejando la puerta abierta, para que pudiera ser cruzada en otra oportunidad.
Eso le hizo crepitar en su interior la rabia. Se detuvo girándose hacia Oswald, haciendo que el chico frenara de forma repentina para no chocar con ella.
—Me gustan las pizzas con pepperoni, son mis favoritas; pero ahora estoy recargada de trabajo, tal vez, otro día —expresó guiándole un ojo.
Oswald quedó mudo mientras la veía alejarse tongoneando las caderas con sensualidad. Su corazón se propulsó en su pecho como si fuera una campana de bomberos.
Lo rechazó, pero dejó abierta esa puerta.
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que buenos escritos, te felicito @tipu curate
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