... Vi un cuerpecito rosado y como translúcido (pensé en las estatuillas chinas de cristal lechoso), semejante a un pequeño lagarto de quince centímetros, terminado en una cola de pez de una delicadeza extraordinaria, la parte más sensible de nuestro cuerpo. Por el lomo le corría una aleta transparente que se fusionaba con la cola, pero lo que me obsesionó fueron las patas, de una finura sutilísima, acabadas en menudos dedos, en uñas minuciosamente humanas.
Y entonces descubrí sus ojos, su cara, dos orificios como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente carentes de toda vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada que parecía pasar a través del punto áureo y perderse en un diáfano misterio interior. Un delgadísimo halo negro rodeaba el ojo y los inscribía en la carne rosa, en la piedra rosa de la cabeza vagamente triangular pero con lados curvos e irregulares, que le daban una total semejanza con una estatuilla corroída por el tiempo. La boca estaba disimulada por el plano triangular de la cara, sólo de perfil se adivinaba su tamaño considerable; de frente una fina hendedura rasgaba apenas la piedra sin vida. A ambos lados de la cabeza, donde hubieran debido estar las orejas, le crecían tres ramitas rojas como de coral, una excrescencia vegetal, las branquias supongo. Y era lo único vivo en él, cada diez o quince segundos las ramitas se enderezaban rígidamente y volvían a bajarse. A veces una pata se movía apenas, yo veía los diminutos dedos posándose con suavidad en el musgo. Es que no nos gusta movernos mucho, y el acuario es tan mezquino; apenas avanzamos un poco nos damos con la cola o la cabeza de otro de nosotros; surgen dificultades, peleas, fatiga. El tiempo se siente menos si nos estamos quietos.
Esto escribía Julio Cortázar en 1956 en su libro de cuentos Final del juego, donde dedica unas cuantas paginas a un cuento que tiene por nombre Axolotl, que además es el nombre de esta hermosa criatura con la que el personaje del cuento (y el lector) se obsesiona llegando al punto de "convertirse" en uno de ellos.
La particular descripción que Cortázar hace de este animal sumada al hecho de que su nombre parece una palabra inventada especialmente para el relato, pues su sonoridad y su llamativa forma escrita hacen pensar a cualquiera que el cuento está basado en un figura producto de la imaginación del autor, hacen que, una vez el lector lo termine de leer, quiera ir corriendo a buscar información "real" fuera del campo de la literatura y comprobar la existencia de este ser.
Tristemente, después de comprobar que el axolotl o ajolote es real y que existe en México, también se evidencia lo triste de su existencia, pues se encuentra en vía de extinción debido a la contaminación del agua en los espacios en que vive, además, se la ha convertido en una especie de mascota exótica que adorna los acuarios de gente inescrupulosa, sin embargo, hay quienes dicen que de no haber resguardado a estos animales en acuarios hoy ya no existirían. Sumado a todo esto está también el hecho de que, debido a que pertenece a la familia de las salamandras y que tiene la cualidad de regenerarse se ha convertido en un objeto que sirve a los científicos en las investigaciones contra el cáncer y otras enfermedades. Por último, su nombre en azteca significa "monstruo del agua".
La fotografía es de Tim Flach, fotógrafo británico cuyo trabajo se centra en retratar animales de una forma poco tradicional con relación a como es la fotografía de fauna.
Fuentes:
Julio cotázar, Final del juego; axolotl (1956).
http://www.losandes.com.ar/article/el-axolotl-un-anfibio-de-moda
https://www.instagram.com/p/BdvMhuHghVH/?taken-by=timflachphotography
El propio pokemon jajajajaja
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que lindo esta :D
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