El espejo va reflejándole los cambios que el maquillaje va provocando en su cara, las diferentes tonalidades de rojo y azul van poblando sus mejillas, mientras dos estrellas amarillas colocan sus ojos como el centro de las mismas.
La peluca multicolor ha sustituido su cabello canoso que por más de 40 años ha visto con paciencia, como a los colores llamativos de su vestimenta se han ido sumando los plateados que el tiempo ha ido regalándole naturalmente.
Al fondo la música invade los rincones del pequeño cuarto donde, como un ritual milenario va transformando su apariencia, su mundo exterior e interior en un personaje con características especiales, que ha dedicado su vida a las canciones, diversión y sonrisas de los seres más sinceros de la tierra, los niños.
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Su traje característico, de rancio estilo clásico para muchos vanguardistas, ha sido el icono principal de una generación de seres que aunque la tecnología, la alienación infantil, los monstruos intergalácticos y la perdida de ingenuidad prematura de los pequeños, causada por la cultura agresiva del nuevo milenio han querido olvidar, sobrevive en los dientes de leche de los pequeñuelos, que impulsados por la fantasía infantil se suman a los juegos cándidos, sencillos y llenos de pedagogía de sus espectáculos.
Gabriel Ruedas ha sido desplazado por el Payaso Cuac Cuac que durante la mayor parte de las horas del día se apodera de su físico para penetrar en el mundo fantástico y milenario que las luces multicolores, los aplausos, la filantropía, los juegos didácticos y los aplausos de los más chicos le confieren, creando un universo paralelo que le hace olvidar los pormenores diarios impregnados de crueldad y de un envenenamiento gradual de los valores que se tambalean ante el empuje del futuro que se masifica.
Ha aprendido a ser sordo ante las críticas destructivas de quienes le quieren ver como un simple bufón, con los que prefieren que sus hijos sean producto de una violencia creciente que destilan los videojuegos o que sean partícipes de una sociedad que les va quitando espacios y colocándolos en posiciones degradantes en la búsqueda frenética hacia un orden que cada vez se transforma más en desorden, contra los que se olvidan o nunca han entendido que el corazón de un niño es un jardín fértil donde se pueden sembrar cosas bellas, sueños maravillosos y sentimientos puros y valorables.
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A sus casi 60 años ya no puede dar sus brincos cirquenses, ni correr hasta el cansancio de un lado a otro, pero sigue colocando en las letras de sus canciones toda la pedagogía que su experiencia va ganando y sus muslos han sido silla de miles de chiquillos, muchos padres y abuelos ya, que se han alimentado de sus palabras como un cántaro de agua se llena lentamente con las gotas que caen del cielo.
Su maquillaje esconde las arrugas que se han ido multiplicando, que han ido naciendo a través de miles de presentaciones benéficas, fiestas de cumpleaños, actividades escolares, programas de televisión, incursiones teatrales e incluso algunas apariciones por invitación de algunos circos que han pasado por el lugar.
Su corazón se inflama de orgullo cuando algún chiquillo le abraza y besa en las mejillas, con ese impulso innato de su condición y le murmura.
-Te quiero, Cuac Cuac.
Continuará en el próximo post
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Buen post, me hizo recordar mi vivencia un dia con un payaso, estos seres nada misteriosos, pero que alegran a chicos y grandes y al finalizar su actuación, se llenan de la tristeza de vivir, la mayoría su soledad, excelente post.@joseph1956
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Sneaky Ninja Attack! You have been defended with a 3.40% vote... I was summoned by @joseph1956! I have done their bidding and now I will vanish...Whoosh
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