Él.
— ¿Qué ocurre?, ¿Qué quieres?
La sombra.
— Su vida.
Él.
— ¿Qué vida?, ¿de quién hablas?
La sombra.
— ¡Ella morirá!
La sombra empezó a elevarse, haciendo que todo el cuarto fuera tan oscuro y monstruoso que él sólo cerró los ojos y esperó lo peor. Abrió los ojos y estaba en otro escenario, ya no era su dormitorio, estaba en un ambiente con barrotes, una cárcel parecía.
Él.
— ¿Dónde estoy? ¡Sácame de aquí!
La sombra emergió de la pared mientras se retorcía y susurraba algo inentendible, pero le señaló un camino, hizo que le siguiera fuera de la celda. Él sólo lo seguía sin decir ni una sola palabra, intrigado del lugar en el que se encontraba, notó que cada cámara contenía demonios que le pedían clemencia a la sombra. La sombra lo llevó hasta una habitación que contenía escasa luz, charcos de sangre, dientes esparcidos por el piso. Obviamente era un cuarto especializado para torturas.
Él.
— ¿Por qué me has traído hasta acá? SÀCAME DE AQUÌ.
La sombra negando le señala algo que él no ha percibido, y de pronto se aviva un fuego que encerraba entre sus llamas una cruz y algo que colgaba de ella, no se presenciaba qué era, estaba oculto detrás de la cruz, solo se veían gotas de sangre cayendo de ella.
Él.
— ¿Qué es esto?, ¿quién es?
La sombra no le contestaba solo seguía susurrando, mientras se manifestaban muchas más sombras en torno a él y a la cruz. Todas las sombras repetían lo mismo.
Sombras.
— ¡Ella morirá!, ¡ella morirá!
Estaba muy confundido, no sabía a que se referían o de quien hablaban. Pero sonó un quejido, algo familiar para él ya que lo reconoció de inmediato, así que confundido fue a ver quién estaba en esa cruz. Se quedó sin aliento.
Él.
— MAMÀ…, ella no, te lo suplico.
Madre.
— ¡Hijo, ayúdame! ¡Todo es tu culpa!, ¿cómo dejaste que esto ocurriera?
Él.
— Madre, ¿por qué dices eso? ¡Yo no lo sabía, no tuve nada que ver con esto!
Del piso emergieron más sombras, esta vez solo rodeaban la cruz, con látigos y piedras.
Madre.
— Tuviste todo que ver…
Las sombras empezaron a golpear a su madre, le lanzaban piedras, los látigos sonaban cada vez que tenían contacto con su piel. Chorros de sangre goteaban de ella.
Él.
— ¡No, no! ¡Qué hacen! ¡Déjenla en paz!
Intentó ayudarla, pero las sombras lo aprisionaban con los brazos y lo aferraban al suelo de rodillas para que observara cada gota de sangre que caía de su madre.
Sombras.
— ¡Ella morirá por tus pecados!, ¡ella morirá por tus pecados!
Él.
— NO. Por favor, ¡déjenla!
Sombras.
— ¡Ella morirá por tus pecados!, ¡ella morirá por tus pecados!
La sombra solo sonreía, le complacía ver como su madre lloraba y ver a su hijo destrozado.
Madre.
— Sòlo mírate, eres el culpable de todo.
En ese momento, despertó.
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Wow!! esta genial. Exitos!!!
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Gracias!!!
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