Ya que ayer despedí la Navidad, propiamente hablando, con un breve artículo sobre ese fenómeno de vital misterio que son los Reyes Magos, hoy, día de su festividad y por defecto, día de Fiesta Grande para los niños, que muestran su inocente alegría estrenando entusiasmados los juguetes tan generosamente dejados al pie de sus camas por tan fantásticas y bienhechoras majestades, quiero continuar escribiendo, sin abandonar ese auténtico antídoto contra el tedio, que es el misterio.
El Misterio, con mayúscula, es un laberinto -quizás parecido al de Borges- con el que lo Incognoscible nos desafía, haciendo que lo divino y lo mundano puedan cohabitar juntos, aunque sea a uno y otro lado de ese velo impenetrable de Isis, bajo cuya consigna naciera uno de los movimientos esotéricos más interesantes de los tiempos modernos: la Teosofía.
Pero no es de la Teosofía, al fin y al cabo, de quien quiero hablar. Quiero hablar de uno de los lugares de Madrid -pueden otorgarle o quitarle, según les parezca y sientan, el añadido de 'al cielo'- que más llaman mi atencion y donde siempre tengo la impresión de encontrarme con el Misterio, en esa inédita conjunción divino-mundana: el antiguo monasterio de San Jerónimo el Real, popularmente conocido como 'los Jerónimos', en honor a la orden fundadora que lo levantó y ocupó, hasta tiempos relativamente modernos.
Los Jerónimos -hoy día, solamente iglesia pues el resto de dependencias desapareció y la parte del claustro sobreviviente fue absorvida por el vecino Museo del Prado- es uno de los ejemplos más sobresalientes del gótico español y una auténtica joya para Madrid. Un ejemplo gotizante inglés, para más señas, si tomamos como base los magníficos pináculos en forma de agujas, que conforman una de las características de tal estilo. Un caso parecido de gótico inglés, se encontraría, así mismo, en aquélla misteriosa iglesia que los peregrinos se encuentran a medio camino entre el pueblo y el faro de Fisterra. Iglesia, que por cierto, alberga el famoso y milagroso Cristo das Barbas Rubias, cuya réplica está en la catedral de Orense y que fue erigida bajo la advocación de una no menos misteriosa figura mariana: la Virxen das Areas. O lo que es lo mismo, la Virgen de las Arenas, cuya imagen, al menos la original, era morenita y a la que la famosa cancioncilla se refiere como la Rianxeira, traída milagrosamente hasta la playa, por esas 'ondiñas que veñen e van'.
San Jerónimo el Real o los Jerónimos, como prefieran, es un lugar que todavía, al cabo de los siglos, guarda sus misterios. Uno de ellos, es el referido a ciertas misteriosas pinturas que, aparte de alguna escena de la Pasión, muestran, también, dos figuras mistéricas bastante interesantes: Santa Marina -santa a la que tienen una especial veneración los orensanos, como demuestra su santuario en Augas Santas- y Santa María Magdalena, paradigma de mujer, víctima de la violencia eclesiástica, sobre todo del paulismo, a la que todavía hoy, al cabo de dos milenios, se la sigue atribuyendo el falso papel de prostituta arrepentida. Pero San Jerónimo el Real es, además, un lugar que guarda una capilla para tres de las figuras marianas más relevantes de España: la Virgen de Covadonga, la Virgen del Pilar y aquélla morenaza, 'tostada por el Sol, pero hermosa, oh hijas de Jerusalén', que es la Virgen de Guadalupe.
Precisamente, es ésta última, la que más asocia con el misterio y la que me trae a la memoria, una extraña historia que, aunque sea de manera breve, quisiera recordarles.
Cierto que su culto fue exportado por los conquistadores españoles y cierto, también, que su veneración en Méjico dista mucho de ser casual, pues al igual que nuestra Guadalupe, la Guadalupe mejicana también está envuelta en el misterio. Un misterio realmente apasionante, sobre el que todavía la Ciencia, a pesar de los análisis realizados, no ha dado una explicación satisfactoria. Porque resulta, que la Guadalupe mejicana, a diferencia de la Guadalupe española -encontrada por mediación de una luz misteriosa, que indicaba el lugar donde había sido enterrada para salvaguardarlo de los musulmanes que invadieron la Península, detalle que está representado en el ventanal de su capilla- se apareció a un nativo y le dio un manto, parte de cuya textura y mixtura, está sin identificar, a pesar los numerosos análisis realizados. Pero lo más inquietante, aquello que ofrece una abertura a la penetración de lo Incognoscible a este lado de ese opaco velo de Isis del que hablaba la Teosofía, es que en sus ojos, grabadas, como si fueran tomas fotográficas, se aprecian numerosas imágenes de personajes de diferente época y lugar. ¿No creen que el tema merece, cuando menos, un 'oh' de singular admiración?.
Y es que, creyentes o ateos, lo cierto es que el Misterio, después de todo, existe. Y si dejamos que éste escape de nuestras vidas, como decía al principio del presente artículo, no seremos sino reos del más atroz de los fantasmas: el Tedio.
AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual.
Te invito a conocer el mundo del que estoy enamorado.
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[Martial, latin poet]
Conozco desde que era un niño , todo el contenido de tu relato referente a esta Virgen. Pero desde hace muchos años que no se "refrescaba" la historia para mi.
Un caso de verdad impresionante y casi diría el más impresionantes desde mi punto de vista.
Un saludo cordial y gracias por este trabajo.
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Gracias a ti, amigo @profeyer, por tu amable comentario. Sí, desde luego que puede decirse que se trata de un caso realmente extraordinario y de los más fascinantes, dentro de lo desconcertante que resulta siempre el tema de las apariciones marianas. Creo, si no me falla la memoria, que en sus características es realmente único y algún día me gustaría contemplar realmente esa imagen. Saludos cordiales
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