¿Alguna vez sentiste un vacío al terminar (de leer) un libro?

Si es así, te cuento que aquello tiene una explicación científica, y por ello, interesante.

Los estímulos con la función de provocar al individuo repetir el comportamiento que los causaron se llaman reforzadores. Uno de ellos son las historias extensas (novelas, series, y el mejor ejemplo; las sagas literarias), porque generan felicidad, tristeza, intriga, enojo, todo a causa de los personajes: sus metas nobles o problemas personales y su lucha por alcanzarlas o solucionarlas nos genera empatía o por lo menos simpatía. Otros factores como el tiempo que le dedicamos (la duración de la historia) y el nivel de identificación mucho con el protagonista intensifican la situación.

Al perder reforzadores, terminar un libro cautivador, pierdes motivación para hacer trabajos más tediosos —como si nos dijéramos: “Al terminar este informe, en recompensa podré leer en la tarde “Las jaituras de Jaimito”—. En palabras del psicólogo Francisco Tabernero:

"A mí me pasó con ""Sons of Anarchy"; sientes un bajón de tu estado de ánimo, ya que estás perdiendo reforzadores. Los reforzadores son los momentos muy buenos de tu día a día que tienen un componente de esperanza. Son momentos especiales. Cuando ese reforzador se acaba, es decir, la serie (toma de ejemplo una de televisión) llega a su fin, el estado de ánimo decae".

"Es el modelo actual de depresión más respaldado científicamente: pérdida de reforzadores pensamientos negativos. Cuando ambos se juntan, todo se valora como negativo, se pasa al pesimismo: perder un trabajo, dejarlo con una novia, etc. A un nivel más leve, esto pasa cuando finaliza una serie a la que se está entregado: no es extrema, pero es importante como reforzador”

Fuente: https://hipertextual.com/2016/02/anhedonia-psicologi

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En mi caso, recuerdo una gran complacencia al terminar “Corazón” de Edmundo de Amicis, pero a la vez sentí algo parecido como: “¡Rayos! ¿Ya se acabó?” El final me pareció satisfactorio, pero aún quería más: saber que sería del protagonista, qué ocurriría el próximo año de escuela, e incluso su vejez. Gracias a los cuentos que los alumnos de la historia leen (como curiosidad entre ellos encuentra "El tamborilero", un excelente cuento sobre la guerra, la avidez de un niño y su muerte) y mi identificación con el protagonista a pesar de haber sido escrito en el siglo XIX en cosas como las ansias en los tiempos de exámenes, se formó una conexión entre mí y la obra más grande que con las demás.

Mi segundo "vacío lector" lo ocasionó 1984, uno de los mejores libros que he leído --es más, debería volver a hacerlo; George Orwell creó un universo extenso y lleno de sustancia; no se puede captar todo a la primera leída--. Lo más asombroso es la tercera parte de la obra, porque realmente puedes sentir miedo por el lavado de cerebro que experimenta Winston Smith. El día que lo terminé, quedé impactado por la desgarradora conclusión. Después de ese, apareció la misma sensación que experimenté con "Corazón".
Pero 1984 no sólo me dio un “vacío lector”, sino también mayor interés por la política y la historia, porque sin duda alguna los libros, más allá de esta peculiar sensación, pueden extender nuestra forma de ver el mundo, motivarnos a ser mejores personas y conocer la opinión del autor sobre la vida.