Bienaventurados los pobres en espíritu

Una de las cosas que más amo en esta vida es hablar sobre Dios y su Palabra escrita. Muchas veces en reuniones sociales donde no conozco a nadie me siento algo introvertido, hasta tímido diría yo. Pero cuando me preguntan algo sobre Dios y la Biblia, entonces no hay quien me detenga. Hace poco, alguien me preguntó sobre los pobres y lo que Dios piensa sobre ellos, y me citaba las bienaventuranzas de las que habló nuestro hermoso Señor Jesús, y que se encuentra en el capítulo cinco del evangelio según Mateo.

Las bienaventuranzas acentúan ocho señales principales del carácter y la conducta del cristiano, especialmente en relación con Dios y con los hombres, y la bendición divina que descansa sobre aquellos que exhiben estas señales.

Esta persona tenía un error tremendo al pensar que los pobres en espíritu son personas que carecen de fe o que son cortas de espíritu o que tienen falencias en su cerebro. De ninguna manera eso es cierto. Los pobres en espíritu, en este texto se refiere a las personas que necesitamos depender de Dios en toda situación y en todo tiempo.

Ser pobre en espíritu, es ser humilde. Ser humilde es lo contrario al orgullo y la Escritura dice que Dios da gracia a los humildes y se opone a los orgullosos. Orgullo es exceso de valoración de si mismo y de sus propias capacidades y que le hace pensar a la persona que es superior a todos los demás y que puede alcanzar lo que sea por si mismo sin la ayuda de Dios.

Este mundo necesita más personas que sean pobres en espíritu, para poder hacer de este un mundo mejor. Solo con la ayuda de Dios se puede cambiar de una vida llena y controlada por el orgullo en una que piense en el prójimo antes que en sí mismo.

Dios te bendiga.