—Tin, Tin Tin. Pasajeros de American Airlines con destino Miami, favor abordar por la puerta número 6 —Se escuchó por los parlantes del Aeropuerto Internacional de Maiquetía.
—Créeme… todo va a salir bien. Nos vamos… a ver aquí dentro de unos meses —dijo Iván, con un nudo en la garganta y lágrimas en los ojos, que se disponían a mojar sus cachetes.
Esas fueron las últimas palabras que ese niño de 10 años le dirigió a si amiga Isabel. ¿Qué hace un niño a esa edad? Ve comiquitas, juega con sus carritos, hace rebotar su pelota, peinan a sus muñecas, pero estos dos grandes compañeros no hacían nada de eso, ellos se fundían en un abrazo, sin saber a ciencia cierta si se volverían a ver. Era un hasta pronto o quizás un hasta nunca.
Cáncer, esa maldita enfermedad que año a año se lleva a nuestros seres queridos, misma que los médicos no han podido vencer (¿Por incompetencia, por inconveniencia o por el hecho de que esta división descontrolada de células del cuerpo es una enemiga muy difícil de derrotar?), era el motivo de despedida de estos excelentes amigos.
Isabel tenia cáncer en la médula espinal, los mejores oncólogos de Venezuela ya la habían visto. Quimioterapia y radioterapia eran las soluciones que platearon. Ninguna funciono. Los padres de la niña negados –como debe ser– a ver morir a su hija, decidieron llevarla a Estados Unidos, allí los avances médicos sobre el tema eran mayores, por lo menos existía una esperanza. Fueron al Miami Children´s Hospital. Allí el doctor que examino a Isabel, determinó que la única salida del terrible padecer de la niña era un trasplante.
El señor y la señora Libermman y su hija Isabel, regresaron a Venezuela. Los padres de la niña decidieron vender algunas de sus propiedades para poder pagar la costosa intervención quirúrgica de su hija. La operación estaba planificada para el 13 de septiembre de 2006, pero tenían que llegar un mes antes debido a que Isabel tenía que ser sometida a algunos exámenes antes de la intervención.
La despedida fue muy triste, asistieron conocidos, amigos y familiares a decir adiós a la familia Libermman-Blanco. Llanto, abrazos, besos y mucha nostalgia quedo en cada una de esas personas cuando el vuelo partió. ¿Qué es peor que el desconcierto?
Iván e Isabel se mantuvieron en contacto. Todas las semanas se escribían cartas y las mandaban por Fedex. Iván le contaba todo acerca de sus vacaciones e Isabel de todo lo que le hacían en el hospital. Así transcurrieron las semanas y lego el día de la operación. La mamá de Isabel le había prometido a Iván que al terminar la intervención quirúrgica lo llamaría para contarle todo.
El niño esperaba, tenía nervios. Estaba sentado a la orilla de la cama con la mirada fija en el teléfono, se mordía las uñas y sus pies no paraban de moverse, aguardaba angustiado una llamada que le confirmase lo mejor –aunque siempre esperamos lo peor-. La operación era riesgosa, las probabilidades de supervivencia eran 50/50. El teléfono sonó, Ivan no lo dejó repicar dos veces. Atendió, su mirada cambio por completo, soltó el teléfono y sus ojos se le llenaron de lágrimas. Termino siendo un hasta nunca. Un océano, muchos países y miles de kilómetros separaban a Iván del cuerpo sin vida de su querida amiga Isabel.
Wow que historia tan conmovedora, tienes mi voto, saludos!
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Gracias, nos estamos leyendo
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Claro que sí amigo, un saludo!
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La comunidad hispana de verdad que no deja de sorprender. Wow, muy bueno, gracias por compartir valioso contenido y escritos como este . Te recomiendo chequear esta guía de @paop para mejorar la edición de nuestros postGuía al éxito en Steemit Un abrazo y te sigo.
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