A Mariela empecé a tratarla por medio de facebook, y luego por celular, desde hace unos 4 años. Mariela no llega a los 40. Yo, los pasé hace 5 lustros. Pero eso no era lo esencial. En las mañanas era infalible un saludo o un poema para Mariela, y ella recibía todo con agrado, beneplácito y cariño, y cuando le preguntaba que cuándo nos íbamos a ver en el centro para tomarnos un café, su respuesta siempre era: ¡Muy pronto! Hablábamos minutos por celular. Era algo tímidamente misterioso. Me atraía el trato sencillo, amable y de loas a mi poesía, y cada día veía y volvía a ver sus fotos, y me agradaron sus ojos, ojos chinos a los que les dediqué mi canción más exitosa en @openmic, por cierto que en la semana número 69, sin haberla visto en vivo. Sin embargo, una mañana algo me alumbró de deseo y de esperanza de ver a Mariela, y una premonición intensa, viva y de potencia sobrenatural, me decía que esa mañana me iba a encontrar frente a frente con Mariela. Salí a las 8 y 30, emocionado y seguro de que iba a suceder. Me pregunté, a medio camino: .- ¿Cuándo será? La respuesta se dio cuando llegué al punto exacto de la bomba Imataca con la frutería McFrutas. ¡Era Mariela con sus ojos chinitos, y una mirada esplendorosa! Su complacida sonrisa me hizo entender que ella también, como que sabía que nos veríamos esa mañana. No nos tomamos el café, y nos miramos a los ojos. Yo no hallé qué decirle ni ella tampoco, y como dos niños de primaria, salimos disparados, y como nerviosos. El resto del día me quedé pensando en esos ojos chinitos, y en la noche me complació que mi sexto sentido había dado en lo cierto. No he vuelto a ver en vivo a Mariela, pero aguardo por que otro presentimiento me indique que me voy a encontrar con Mariela por más tiempo, y en otro lugar más apropiado.
Mi encuentro premonitorio con Mariela.