¡Qué anécdota, Mariandrea!
Me entristece que esa muchacha y su amiga fueron engañadas y no les cumplieron con la ayuda que les prometieron.
Eso de dejar a la familia (con hijos) para poder enviarle sustento desde otro país, se convirtió -tristemente- en el pan nuestro de cada día. Ojalá que pueda echarle un cerro a lo que le toque hacer, así sea vendiendo sanguches, pero que sea la mejor vendedora y pueda aliviar a los suyos que están en este lado del charco.
Cuenta pronto la historia sobre José.
Abrazos, bella.
Pues si, esa ha sido la historia de los que emigran. Un abrazo amiga.
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