Brujería, tradición familiar.

Ya ha pasado casi una década desde que realizaba guardias nocturnas como médico residente en el "Miguel Pérez Carreño", un hospital al oeste de Caracas donde las guardias de cirugía suelen ser extenuantes. Sonidos ensordecedores emanan de los pasillos, se escuchan gritos de personas que claman por ayuda. La jornada laboral allí es algo desgastante física y emocionalmente.

Finalizada una de mis guardias y ya dispuesta a iniciar el retorno a casa, un señor mayor, con vestimenta bastante desaliñada, cojeando, me pide amablemente que lo lleve al servicio de traumatología. Luego de 36 horas sin dormir mi humor no era el mejor y le respondí de forma un tanto cortante que siguiera al final del pasillo y subiera un piso. El señor de nuevo insistió en que lo llevara. Mi paciencia, que nunca ha sido buena, pasó a números rojos con esta petición. Me volteé con un tono de voz más alto le indiqué el camino. Rápidamente retomé el trayecto hacia la puerta para por fin, despedirme del hospital.

En ese momento, el señor dijo mi nombre completo: “Leonella Andreina Fuenmayor Campo”, quedé petrificada porque, si bien en mi bata se leía mi apellido, pocos conocían mi nombre y mucho menos mi segundo nombre, el cual no es de mi agrado y ni mis amigos más cercanos lo mencionan. Repite mi nombre y de nuevo me pide que lo guíe hacia el servicio de traumatología. Ante la insistencia, lo acompaño al lugar solicitado.

En el camino me cuenta que sabe quién soy y me revela detalles íntimos de mi vida, que nadie más conocía. Uno de los más relevantes fue que él sabía que yo soñaba con unos gemelos aún en gestación, y uno de ellos moría en el vientre. Siempre era la misma pesadilla y me despertaba noche tras noche bajo el mismo stress.

Me advierte que estaba siendo víctima de brujería y esa era la razón por la que me era imposible comer , es decir, sí me alimentaba pero de inmediato sentía naúseas. ¿Cómo él podía saber que tenía días vomitando? lo que me llevó a una dieta a base de sopas y cremas en un intento fallido de aliviar una supuesta “Gastritis” a la que mis colegas gastroenterólogos no conseguían explicar y mucho menos solucionar.

Y como sugerencia para combatir este maleficio que me había sido impuesto (quien sabe cuándo, porqué ni por quién) me indica que compre un baño con hierbas especiales. En ese momento estaba totalmente escéptica pues siempre había sido muy racional y pensaba que lo sobrenatural exclusivo de la literatura propia de Stephen King.

Aún en shock y fuera de mis casillas me fui del lugar, luego de dejarlo en su ansiado servicio de traumatología. Completamente descolocada y confundida, tuve la oportunidad de desahogarme con mi colega Inés, la primera persona que pasó por mi lado luego del extraño incidente. Me sorprende la naturalidad y tranquilidad con la que toma todo esto y me dice: “amiga, tranquila yo te llevó a una tienda de brujería donde seguro tienen el remedio que te mandaron”.

Aún sin entender lo que estaba sucediendo, llegamos a una tienda, que tenía un particular y repugnante olor a vómito y tabaco. Allí compramos el preparado (el cual no olía nada bien) y el vendedor indicó aplicarlo durante tres días seguidos después del baño y dejarlo actuar durante toda la noche.

Al llegar a mi casa, tomé un baño como de costumbre y al concluir la ducha abrí el frasco de plástico que tenía unos trocitos de alguna planta extraña, cuando lo coloco sobre mi cuerpo, comencé a sentir un hormigueo desesperante. Era muy similar a cuando se te duermen las piernas por falta de circulación.

Abrí el chorro de nuevo y lo retiré completamente, pensando que podía ser una reacción alérgica, pero la sensación no desapareció hasta pasadas varias horas.

Presa de la desesperación, opté por llamar a mi amigo Ezequiel, seminarista de una iglesia católica, quien me indica que no vuelva a colocarme dicho remedio y que lo acompañe donde un cura colombiano especialista en exorcismo. Aún más confundida le pregunto si no está exagerando un poco y me indica que este señor ha viajado por el mundo resolviendo este tipo de problemas de magia negra. Se trataba nada más y nada menos que de el carismático padre Wilman Fernández (quien en junio de 2017, tras una dura batalla con el cáncer, partió de este mundo).

Al llegar el día pautado para conocer al célebre cura, la reunión resulto ser en una iglesia repleta de creyentes cantando y bailando. Me sentí fuera de lugar ya que aunque estudie en un colegio de monjas, no me considero fanática de las religiones. Esperamos hasta el fin de la ceremonia para hablar a solas con él, lo cual fue todo un proceso pero obtuvimos el pase. Una vez en su recinto le contamos lo ocurrido con lujo de detalles. Me indicó que probablemente sí estaba siendo perjudicada por una brujería y que él haría una oración dedicada a mi caso durante la misa de la tarde.

Si ya para mí no era costumbre ir a una misa, ahora imaginen dos el mismo día. Pero ya estábamos allí, así que sólo quedo esperar. En el medio de la segunda misa empieza la oración especial, en ese momento vuelvo a sentir como mi cuerpo se paraliza, caigo al piso como si estuviera desmayada sin poder moverme. Varios seguidores del cura de acercan a rezarme en algún idioma extraño parecido a latín.

Empiezo a ver imágenes como si se tratase de una antigua película. Primero veo un gato negro que sacrificaron en el Ávila junto a unos huesos y un papel con mi nombre completo y fecha de nacimiento, que fueron enterrados en alguna parte de aquella montaña. Luego veo al mismo señor cojeando que me encontré en el Hospital, ahora no tengo miedo solo una extraña sensación de paz. Por fin puedo hablarle y le pregunto que quien es él y ¿Por qué está aquí? Entre dientes y cabizbajo me comenta que el perteneció a mi familia, que no descansa en paz por las cosas que hizo en vida, que perteneció a un importante grupo de palería en Venezuela. Al enterarse que estaba en peligro decidió volver a este plano a ayudarme. Veo como desentierra lentamente el maleficio, lo toma y levanta, le dice unas palabras en una jerga completamente inentendible para mí, observo como empieza a consumirse en sus manos, a lo lejos cada vez más pequeña e imperceptible. Siento como mi cuerpo vuelve poco a poco, primero las manos, luego los pies y después el resto de mi cuerpo. Experimento una sensación de dicha plena, algo muy similar a un orgasmo, pero quizás un poco más sosegado y espiritual.

Cuando por fin me recupero, le cuento al Padre todo aquello que acababa de experimentar y me explica que la palería es una de las ramas más fuertes de la santería, que ellos se dedican a trabajar con huesos y que el trance que realice se llama descanso del alma, que es un reinicio del cuerpo para volver a un plano más espiritual y limpiar las energías de bajo nivel como en este caso lo era la brujería. Esto fue similar a formatear una computadora.

No sé exactamente en palabras como describir esta experiencia y la sensación que dejo en mi alma, pero sin duda alguna cambió mí percepción de la vida, me llevó a considerar la existencia de otros planos o dimensiones, a descubrir lo sobrenatural. Desde entonces empecé a interesarme en temas relacionados. Casualmente mi esposo @brianleif posee buena parte de la bibliografía de Brian Weiss, uno de los psiquiatras más celebres que se especializó en estudiar las vidas pasadas a través de regresiones.

Años después, ya graduada de médico realizaba guardias como rural en el ambulatorio de Carayaca, a medianoche llegó un malandro fallecido durante un ajuste de cuentas con otra banda de delincuentes, como dicta el protocolo llamamos a la policía del pueblo que en menos de 5 minutos llego a las instalaciones, nos informaron con cara de póker que probablemente llegaría la banda contraria a seguir tiroteando a este señor (incoherentemente ya fallecido) y llevarse su cuerpo, pero que ellos no podían hacer nada por nosotros ya que no portaban armas y se retiraron. En el dispensario solo nos encontrábamos una amiga y yo realizando la guardia acompañadas de dos enfermeras de la edad de mi abuela. A los pocos minutos nos encerramos en el cuarto de residentes cuando escuchamos de nuevo el tiroteo en la sala da emergencias. En ese momento volvió a aparecer el señor del Pérez Carreño, quien únicamente dijo: "quédese acá," que todo estará bien y nadie las verá. Efectivamente los malandros pasearon por toda la institución y nunca entraron al cuarto ni interactuaron con nosotras. Gracias a Dios.

Años después, investigando sobre estos temas llegue al Thetahealing, método que trabaja con las ondas beta de la persona que son las ondas que se emanan justo antes de dormir y nos permite conectarnos con el “Dios o la fuerza creadora que mueve el mundo”, automáticamente sin pensarlo mucho me matricule en el curso dictado por Auristela Guardia según las enseñanzas de Vianna Stibal su creadora. El primer nivel se centraba en cambiar nuestras creencias limitantes en todas las formas en los que fueron creadas. Lo que más me impresionó fue el segundo nivel donde supe que quería practicar este método por el resto de mi vida. Acá nos explicaron que existen 7 planos de existencia:

Un día realizando mi meditación diaria, recordé a aquél señor del Hospital Pérez Carreño que perteneció a mi familia y no descansaba en paz por algo que hizo en vida, efectivamente logre hablar con él, me comentó que se llamaba Orlando y que en la vida lo había cegado la codicia, murió solo en una cama de aquel hospital hace ya muchos años, se encontraba prisionero en un tercer plano y no había logrado viajar a la luz para el descanso de su alma. Luego de hablar con él pude ver como a través del creador su alma pudo ascender a la luz a través de un túnel muy brillante que daba sensación de sosiego y paz. Y aunque esa noche no pude volver a dormir quede feliz de poder ser mediadora en la ayuda de alguien que en dos ocasiones me había salvado la vida.