Ciclos frente a la mirada.

En un instante he alcanzado a reconocer mis ciclos, en un solo golpe de vista, desde un fugaz recuadro en el punto más ciego de la mirada. Ellos me fueron dados como una revelación invaluable que se hizo desde los inicios, antes de mi primer grito; un saber difuso pero cierto, tan nítido en momentos y sin embargo, que nunca he sabido utilizar en mi favor.

Sus instrucciones se me olvidan cuando me son más precisas.

Puedo verlos pero a la vez me vuelven ciego.

Complejas combinaciones de impulsos vitales lanzadas a un Mundo que en sus diversas magnitudes se cuenta como el más fiel reflejo de todos los rostros de la Muerte. De la plenitud inmensa a la plena incertidumbre. Encuentros, intentos, suspensos, escapes. Juego y sólo juego sin que pueda haber ganador concreto; con miedo al dolor pero también, sin duda, miedo a la dicha.

La Nada lanzando retos a la Nada y sólo la costumbre de seguir participando es la que nos suele ir guiando hasta que al cuerpo no le quedan placeres ni sentidos para continuarse estimulando, hasta que no le bastan todas las ayudas que puedan dársele para seguirse combustionando; hasta que recuerda demasiado tarde que ha dejado de lado lo que era esencial: disfrutarlo.

El sonido de todos los sonidos en derredor, las intrincadas formas de lo que nos rodea que como las ramas de los árboles, son metáfora de posibilidades; los pájaros negros del Cielo y las dudas que esconden, el Buen Viento y sus ensueños, la Voz humana y sus sutiles ensalmos, las pieles en contacto con mil temores volviéndose escamosas sin importar los corazones emocionados. Toda la Belleza muestra su cara oculta marcada con la voz de un único sentimiento: Angustia.

En un mundo donde se suele sembrar el miedo no es difícil cocechar dolor.

Me he reconocido en el vaivén revelado por el instante y en el instante se concentra toda mi Vida. Mis ciclos abarcan años, en años se cuentan pesares; en años, fantasías. No puedo sacar el mejor provecho ni de unos ni de otras y tampoco dejan de hacer extraña la marcha, sin mostrar su mano tendida y tampoco su golpe liberador.

Largo y espinoso es este camino para el que no aprende la mecánica de la Vida, la lección le seguirá aguardando.

Largo y espinoso para el que aprendió a jugar el repetitivo juego de la Nada, atado a este Mundo de reflejos.

En nuestro tránsito por la Caverna únicamente nos queda atesorar cada paso dado en firme, los apoyos brindados por la aspereza de las piedras y las visiones que los destellos nos permiten. Poco, muy poco está en nuestras manos, tal vez lo único posible sea tratar de normalizar y controlar la propia respiración.

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@LeVeuf

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Imágenes originales

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