Hablar de la escultura de Francisco Narváez es dar un paseo a través de la extensa historia venezolana, es mencionar el pasado, los motivos, las musas, los distintos movimientos que influyeron en la época, influencias extranjeras de pureza, simpleza, belleza, calidad y humanidad que juntas establecen lo que se conoce como la obra de éste maestro revolucionario. Es por esto que se intenta dar un enfoque que, si bien menciona las generalidades que moldean y rodean el trabajo del escultor, no deja de hacer énfasis en un período específico y la forma del mismo.
(fuente: http://vereda.ula.ve/wiki_artevenezolano/index.php/Narv%C3%A1ez,_Francisco).
Se inicia entonces mencionando que a pesar de su inclusión como materia en la Academia de Bellas Artes de Caracas, la escultura no tuvo un auge para la época. Los artistas se limitaron a desarrollar figuras mitológicas, ángeles helénicos, musas y venus; creando monumentos y reflejando un estilo más a lo estatuario que no cambiaría hasta el siglo XX, donde se observa una transformación escultórica. El artista deja de hacer monumentos y se va más por un estilo figurativo y abstracto.
Aquí figura Francisco Narváez, nacido en Porlamar, 1905. Éste entra y contribuye de modo decisivo en el surgimiento y consolidación de la modernidad escultórica en Venezuela, fue él quien trajo cierta modalidad de abstracción orgánica que, de algún modo, establecía armonía con aquella abstracción geométrica que poco antes se había introducido mediante la pintura por los líderes del movimiento conocidos como Los Disidentes.
La obra de Narváez se inicia con la talla de madera y pasa por otros materiales, respetando sus características. Partiendo de la figura humana (el torso en especial) Boulton (1981), realizo una periodización para el estudio de la obra del artista que se base en las variaciones de su producción, se puede ver en torno a cuatro grandes etapas su período inicial de figuración clasicizante, también designado como período nativista o criollista (1928 – 1951), luego una etapa de figuración sintética (1951 – 1966) en tercer lugar, con un breve lapso de indecisiones y exploraciones que desembocan en la serie de los ochavados (1967 – 1970); y por último, un período de abstracción geométrico- arcaica (1970 – 1982).
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En su primera etapa Narváez perfecciona el oficio escultórico en Paris durante 1928 hasta 1931. La cosmovisión estética privilegiada en Paris a finales de la década del 20 se cimentaba esencialmente en una exuberante figuración que idealiza un tipo humano de anatomía con robusta estructura, de abundantes proporciones y profundas turgencias.
Es allí donde Narváez vio surgir su ideario estético; la búsqueda e interpretación de las raíces etnoraciales y la identidad cultural del pueblo venezolano. Unos puntos importantes de su nativismo lo constituyen las cinco grandes estatuas alegóricas hechas de caoba africana que les encargo el Ministerio de Fomento para el Pabellón de Venezuela (Feria Mundial de Nueva York, 1939) Cacao y Perlas, hoy ubicado en el liceo Fermín Toro, Café y Frutas (ambas actualmente en el liceo Andrés Bello). Del mismo nativismo y sus raíces criollistas nace la Fuente de las Toninas (1943) de la Plaza O’Leary y las cuatro esculturas monumentales, La Educación, La Ciencia, La Cultura y El Atleta, que esculpe de 1949 a 1951, en piedra de Cumarebo para la Ciudad Universitaria de Caracas.
En su segunda etapa, Narváez abandona el “nativismo” y se centra en una nueva forma para su obra, conformándose con apenas ciertos volúmenes esenciales de la anatomía. En esta época exploratoria desea buscar nuevas posibilidades plásticas y expresivas, y es allí donde decide “cubificar” la figura humana hasta reducirla hasta casi un simple volumen geométrico elemental.
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El maestro desemboca en una forma de semi-abstracción orgánica, de formas amiboidales, inspiradas en los trabajos de Brancusi, Jean Arp, Henry Moore y Bárbara Hepworth. Es un momento casi iniciático en el que Narváez llega a descubrir con fervoroso entusiasmo las infinitas posibilidades expresivas que ofrece la abstracción. Narváez (1980) El arte abstracto para mi expresa libertad, amplitud, nuevos caminos. Lo considero más ágil como lenguaje. En esta frase se evidencia la encrucijada decisiva de su carrera. Narváez se rinde a la idea de lo que realmente es significativo, es la desnuda síntesis más que el análisis lleno de frondosidades, la forma global le es más importante que el detalle elemental de la figura.
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Durante este período el maestro sigue subsumiendo al cuerpo humano como excusa narrativa o descriptiva para su trabajo artístico, y sin embargo, pese a las referencias temáticas, Narváez cambia su foco de interés morfológico y estético y asume como nuevo y genuino un plexo de valores plásticos en la forma orgánica abstracta, que moldeará con las varias calidades visuales que le brindan cada uno de los específicos materiales escultóricos con que está dialogando en cada oportunidad.
Los presupuestos morfológicos y estéticos de la forma se hacen patentes de un modo restringido en el Torso Acostado (1966) de la Fundación Francisco Narváez cat. no8, cuya síntesis geometrizante, subrayada por las distintas facetas de los volúmenes, encuentra un complemento enriquecedor en suaves ritmos curvilíneos de blanda molicie.
Con rústicos abombamientos coronados a un vertical cuerpo cilindroide, Torso (1966), de la Fundación Francisco Narváez (cat. No 6), posee una abierta apariencia de monolito fálico. Las rugosidades crudas de toda la superficie del bronce reflejan las esponjosas porosidades de la talla original en piedra calcárea de la que se derivó este vaciado en bronce.
La figura acéfalo (1966) de la col. Alejandro Freites (cat. No 7) es uno de los diez vaciados en bronce de la talla homónima en madera de samán de la col. Banco Central de Venezuela, y constituye un impactante ejemplar de la semi- figuración orgánica adoptada por Narváez entre 1951 y 1966. Sus muslos abiertos ahorcajados en un decidido paso hacia adelante, esa robusta fémina de poderosa grupa que fusiona con brío su tórax, mientras en la cúspide sus senos brotan en firme protuberancia. El piramidal constructo se desanuda en una cascada de rítmicas curvilíneas.
Torso acéfalo (1966) de la col. Jorge Bezara (cat No9) Posee también numerosas analogías morfológicas similares a la pieza anterior. Con su espléndida talla en madera de samán, el escultor aprovecha la ramificación natural de un tronco de éste árbol para sugerir, en desnuda elipsis, el vientre y los muslos de una figura femenina de altivo porte y gesto desinhibido.
Finalizando la década de los 60s, Narváez termina por transformar al cuerpo humano en un abreviado constructo rudimentario que, pese a todo, se logra ver con perfección la referencia de los rasgos anatómicos esenciales y las apariencias de la vestimenta, las cestas y otros elementos con los que enriquece a la figura humana. Todos estos rasgos estilísticos se encuentran en la Cabeza ochavada. (1970), de la fundación Francisco Narváez (cat. no 10), con los prismas lisos que configuran el rostro de esa mujer que mantienen un contraste con los estratos texturados que conforman la cabellera y la cesta que porta su cabeza.
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A partir de la década de los 70 hasta su fallecimiento en 1982, Narváez da su aporte más original a la historia del arte venezolano. Abandona la realidad objetiva y construye una escultura mínima y primordial, basada sólo en formas geométricas y básicas. De esta manera sólo pulía y tallaba en madera o piedra ciertas zonas hasta conseguir superficies lisas o facetas poligonales dejando igualmente irregularidades y pátinas en el material. Mediante estos contrastes se quiso resaltar las cualidades plásticas del medio entre sus morfologías geométricas y masas amorfas.
Esta explicación no es para olvidar el enfoque principal del ensayo, para citar a Narváez (1960), La forma en el arte para mi es de gran importancia, puesto que trabajo con ella y, aunque respeto su autonomía, aprovecho los valores: texturas, color, proporciones, líneas, planos… la forma para mí lo es todo. Con unas cuantas palabras se observa cómo éste elemento está atado a la escultura de Narváez, tomando el protagonismo y dejando al color y la textura a un lado. Las formas tienen significado, las geométricas son matemáticas y precisas, mientras que las orgánicas fluyen, con curvaturas y asimetrías.
En éste orden de ideas, conociendo ya todas las etapas escultóricas de la obra de Narváez, se hace énfasis en el estudio de la forma en su último período, para llegar a este estilo de escultura tuvo que desglosar de diversas maneras la figura humana para darse cuenta que no era necesario esculpir toda la figura para transmitir su mensaje. Existió una intención de aprender, estudiar y venerar la forma humana en su perfección anatómica para descubrir finalmente un estilo que, si bien respeta lo anterior, abandona la tradición y se vuelve más significativo. Como lo dijo el escultor:
En años anteriores tenía la necesidad de recurrir al relato, a la narración, pero luego, con mucho trabajo, he logrado expresarme a través de una síntesis de líneas y volúmenes que considero mi lenguaje plástico y con el que me siento animado a seguir trabajando para lograr más amplitud. (Narvaez & Alvarenga, 1986 p,c-23)
El maestro de Porlamar se centra sin descanso en construir y des-construir una rudimentaria “geometría arcaica”. Se fundamenta en gran parte sobre una decisión técnico-estética de gran significado. Narváez prefiere conservar casi intactos la forma y la textura natural de la materia, y solo se permite labrar algunas superficies lisas o facetas poligonales, sugiriendo así arcaicos paralelepípedos.
(fuente: http://vereda.ula.ve/wiki_artevenezolano/index.php/Narv%C3%A1ez,_Francisco).
Narváez pone un particular énfasis en destacar y aprovechar las específicas calidades visuales que poseen las piedras de Araya y Cumarebo, las distintas maderas tropicales y el bronce bruñido, pulido patinado, que son los materiales que tenían privilegio en su trabajo escultórico, cómo lo afirma Narváez, (1981 pp- 23), (…) busco los elementos primitivos, busco en la piedra lo que quizás muchos han hecho, pero siento su textura, su dureza, su nobleza, allí está todo.
Aunque su obra luzca simple conlleva un estudio intenso de la forma en relación al material utilizado, una mezcla de intención con aparente descuido que sólo se puede obtener mediante el estudio repetido del elemento. Como lo admite Narváez, (1981), Quiero aprovechar mejor los planos, las vetas, las superficies, las texturas, yo antes le quitaba la corteza a las piedras después me di cuenta que era un disparate y un crimen. El artista en tal sentido deja el material en crudo sin usar su gubia o su cincel en ciertas partes de la roca dejándola así un poco más al natural, con sus colores propios de la corteza o las vetas de la madera cruda.
Todas estas características se pueden apreciar perfectamente en el pequeño Volumen, (col. Galería Arte Ascaso cat. no 14) en piedra de cumarebo, donde el mismo artista expresa que:
Mis esculturas llevan ahora un doble mensaje: el de la piedra, el del material en sí mismo y el mío. Busco el volumen en el espacio (…): que hable la piedra, los materiales arcaicos que digan su mensaje de siglos. Mi trabajo en esta perspectiva seria organizar eso, sacarle partido para que el lenguaje sea escucharlo. Para mi es lo mismo una cara que un saliente, lo que importa es dentro del mayor respeto por el material, armonizar los volúmenes (…). Narváez (1974).
En ese mismo tema de geometría primitiva ha tallado el artista Tres Volúmenes, (1974) de la Galería de Arte Nacional (cat. no13), cuya ortogonal estructura prismática remite en vaga alusión a un sintético personaje con sus extremidades de par en par. Tras haber dejado indemnes algunas áreas aun recubiertas con las agrestes texturas de la corteza, el escultor ha tallado, pulido con finura y teñido otras zonas de la madera.
La forma con la que trabaja Narváez evoluciona pero sin dejar la monumentalidad, sus volúmenes son siempre gruesos, gigantes y sólidos, y así se va alejando de la figura humana. Como ejemplo se puede hablar de uno de sus volúmenes de este periodo, llamado Volumen (1972), donde hay una transformación de la forma en la obra del artista.
Se trata de una piedra de cumarebo cuyo tamaño es de 26.3 x 14.9 x 7.8 in / 67 x 38 x 20 cm, donde la parte superior e inferior no la trabaja por completo, sino que se aprovecha de su rugosidad y color, talla solo en la parte alta superior y parte baja inferior, el medio de ella, dejando así una ranura, mientras que en la parte intermedia de ella si la pule dejándola casi lisa, acentuándole una forma de rectángulo, haciendo así que haya una distinción y se muestre las dos formas de la piedra y tomando con ello al color y textura de esta.
(fuente: http://vereda.ula.ve/wiki_artevenezolano/index.php/Narv%C3%A1ez,_Francisco).
Una nueva manera de hablar de la forma de Narváez, puede considerarse el último periodo de su obra, que es el de su momento de madurez evolutiva, donde también él se favorece de la textura y rugosidad de la corteza de la piedra de cumarebo, aquí se puede apreciar que ya no solo es la forma geométrica – paralelepípedos, rectángulos, cuadrados - lo que se podría contar como forma en el lenguaje plástico, es decir que el color (color de la piedra y vetas de la madera) cuenta también, como elemento plástico al analizar su obra. Esto se podría decir también cuando trabaja con la madera, el color además de la textura se transforma en su otro lenguaje, dejando así que el material hable por sí mismo.
Se observa entonces una intención de mantener la armonía y el propósito de la obra sin transformar el material con el que se trabaja. La forma debe verse cargada por el concepto artístico del escultor, una figura humana con sus curvas y sencillez encantadora que envuelve al espectador sin necesidad de ser exacta. Es esta sensación de “vaguedad” la que hace que se sienta tan familiar e innovadora, que no deja de olvidar por un momento que lo que se observa es un material que también tiene un propósito y una razón por la cual se utiliza. Es un nivel de maestría inigualable que sólo Narváez podría alcanzar
Puntualizando con el tema de la forma, se puede decir que Narváez fue un escultor de volúmenes rotundos y sólidos, siempre formando bloques macizos de apariencia monumental. La monumentalidad es una de sus características, junto a los bloques de piedra compactos que representan esta época del artista. Esto sucede cuando conquista nuevas posiciones estéticas, abandonando casi por completo el tratamiento de la figura humana como tal, adentrándose en un proceso de creaciones puras que no tienen antecedentes en la escultura nacional.
Para poder finalizar debemos analizar la obra de Narváez en conjunto, mas allá de su propósito creacional y decir que, la obra prima de Narváez se inspira en el arte académico, se afanaría en promover los ideales de una sociedad nueva, tomando como referencia visual, la exaltación del cuerpo humano y un arte de carácter formativo, por ejemplo: La educación, La ciencia, La cultura, El Atleta. Con ayuda de Carlos Raúl Villanueva, Narváez logro su meta de hacer ese arte formativo que va más allá de lo estético, ornamentando así sus edificios con obras de carácter público.
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Es decir, que quizás la principal preocupación que tuvo el artista fue la de hacer un sistema visual que apuntara las ideas de progreso para una sociedad en paz, como lo proclama un ideario de la utopía modernista. Cuando repasamos su obra sentimos la calidez del cuerpo de la Venezuela profunda, y sin importar que época del arte de Narváez se hable, siempre va a transmitir sus raíces así sean, indígenas o paralelepípedos, siempre transmitirá ese mensaje de la tierra de donde nació.
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“Contra el plagio, el discurso creador”
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Francisco Narváez gran artista, patrimonio memorable, gracias por la tu publicación
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Exactamente!! saludos
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