Venezuela - El país de sonrisas que esconden sueños rotos.

in spanish •  6 years ago  (edited)

Amada madre, mi Venezuela.

“Tengo que gritar, tengo que hablar ¡Ay de mí si no lo hago! ¿Cómo escapar de ti? ¿Cómo no hablar si tu voz me quema dentro?"

Ay mi princesa, mi pequeña Venecia, como te añoro. Y no soy otro de tus hijos que se encuentra lejos, estoy aquí, en tu seno, acurrucada y escondida de tus otros hijos, los que enfermaron. Trato de sanar tus heridas cuando veo las grietas, pero mis manos solas no se dan abasto, corro por salvar a tus hijos, regar tus campos y ayudar al que puedo, pero se siente como un grano de arena en el desierto.

Amada mía, mi tricolor, sé que ya estas decepcionada, has sido vejada por los de escarlata, olvidada por tus criaturas a quien tanto amas. Heme aquí amada, sufriendo contigo, me duelen tus calles manchadas de protestas, abandonadas de asfalto, rota a donde pueda mirar, sucias porque nadie te limpia, ni tiene compasión de ti. Veo la anarquía en las calles y en las tiendas, oigo las quejas en cada cola, que son cuestión de cada día. Con dolor y rabia, he visto morir a tus hijos por falta de pan y de medicamentos, he visto comer de la basura a unos miles, soy testigo de la violencia física y verbal que decora tus calles como antaño lo hacían los faros de navidad, porque aunque ya debería sentirse cercana la época con gaitas en la radio, ya no hay alegría, ¿quién esta alegre enfermo y con hambre? Te has convertido en una casa lúgubre llena de demonios y a nadie le importa. Con razón, tabernas y burdeles nunca están vacíos ¿Quién no quiere olvidar tantas penas aunque sea un rato?

Y me he adaptado por ti, dejé excesos, facilidades y lujos, ya luego fui dejando necesidades. Ya por último abandone mis sueños, madre mía, ya mi cerebro no se imagina ejercer mi carrera o formar un hogar, me he cubierto con un manto de oscuridad y desesperanza. Temo que me estoy enfermando como los otros. Madre, sigo siendo testigo de tu dolor pero cual tejido dañado, me he entumecido, me niego a ver estas cosas y sentir el ardor en mi pecho una vez más. Mis lágrimas no limpian tus calles, solo avivan mi dolor, no puedo seguir llorando cual escarlata que añora su Miami Beach.

¡Ay que dolor, amada mía! Delincuencia, crimen, inflación, enfermedades, desnutrición, vicios y vejaciones, ciudadanos que han enfermado, perdieron ese calor que nos hacía tan tuyos. Se odian, insultan ¡Ya nadie es cálido! Nadie ayuda a nadie, todos piensan en sí mismo, todo parece perdido. Las casas se caen, pero las vallas escarlata se erigen, ya la gente no pide dinero porque ya no hay, los niños piden un pan, los adultos pelean bolsas de comida. Los que siguen con esperanzas pelean un pasaporte para poder llegar una tierra nueva en la que soñar. No alcanzan las lágrimas para lavarte de la suciedad, no alcanzan los buenos días para ablandar corazones, ya no alcanza nada para enmendarte y me desespero, me encierro en mi casa pero sigo insegura, porque en cualquier momento vendrán por mí y lo poco que tengo para dejarme sin nada.

¡No entiendo madre! ¿Por qué hay hijos que no les dueles? ¿El manto escarlata los deja ciegos? Confiando en promesas que tienen edad para conducir y beber, recuerdan historias de izquierda y derecha, que no cesan, en un discurso que, pienso yo, debió haber sido preparado, porque cual grabadora repite lo que otros tantos dicen. Mientras nuestros vecinos ponen titulares “Venezuela elige, otra vez, quedarse en el tercer mundismo” "Brasil militariza la frontera con Venezuela" "Ecuador declara la emergencia migratoria" "La frontera con Colombia, colapsada por venezolanos" ¡Ay madre, si ellos supieran los muchos sacrificios que hemos hecho tratando de recuperarte a ti! ¡Lo mucho que nos dejamos atrás buscando una tierra nueva!

Entonces, sin fe, cansada y muy dolida, he llegado a la conclusión de miles. Esa que criticaba en otros y me negaba si quiera a pensar. Ya no puedo resistirme, debo abandonar tu seno maternal. Y me duele, me arde, dejarte. Dejar tu sol que se refleja en mi lago, abandonar el puente y la China, olvidar tus playas y tus parajes, dejar mi tierra, la que me vio nacer, esa donde solo se necesitan dos para empezar una fiesta y una habladita para pernoctar en casa de un amigo. Donde cualquiera ayudaba al desconocido sin esperar nada. Donde la sonrisa del otro alumbraba más que el mismo sol.

Y esa decisión me deja con el corazón chiquito, arrugado, esperando volver, sabiendo que quizás mi hijo, que ya viene, no pueda nunca conocerte. Porque del país que era mi infancia, no queda ni la sombra. Intentaré, como otros miles diariamente, buscar tierras y sueños nuevos, sin nadie que me espere en un mundo que se siente muy grande y muy solo. Y no hay una guía para dejarte, me siento triste y confundida cual infante ante un helado ansiado que ahora decora el suelo. Vivo con sueños rotos pero no se me acaban tus ganas de seguir adelante. Me voy de la mano de un príncipe que tú misma me regalaste y con el fruto de nuestro amor mi vientre, me voy, sabiendo que no habrá tierra que se compare contigo, que llorare al ver tus tres colores y escuchar de ti, me voy dejando cosas y gente que amo, dejándote a ti, mi hermosa madre.
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Es triste saber que tienes que estar lejos de tus seres queridos y dejar de compartir momentos maravillosos..

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