Juan Carlos Onetti, en su novela titulada El Astillero (1961), confabula toda una historia de decadentismo efímero, particular de la naturaleza humana, donde el abrazo de la soledad, como ente de presencias alegóricas, confecciona matizadamente cada una de las tramas presentes en el texto, y así, el núcleo central de la esencia onettiana está circundada por mediaciones somáticas y de la psique.
El proceso de redacción de historias vitales de adversidad de vida y expectativa de muerte, que transcienden esos espacios sitiados de la cultura literaria latinoamericana, se encuentran con mayor gradación dentro de la cosmogonía artística dibujada por Juan Carlos Onetti (Montevideo, Uruguay 1909 – Madrid, España, 1994) en todos sus místicos escritos. Este novelista, cuentista y fatalista uruguayo, se caracteriza por cimentar todo un encadenamiento de líneas poéticas y constructos ontológicos pincelados por el sello de la existencialidad que proporcionan esas catatónicas imágenes finales de la transitabilidad.
La novela titulada El Astillero (1961) ––segundo constructo ubicuo de historias particulares de la cosmovisión onettiana, sucedido por La vida breve (1950) y precedido por Juntacadáveres (1967), que a su vez, constituyen esa tríada simbólica de su sublime edificación mítica, que remiten a esa “Trilogía de Santa María” (Gispert, 2007:760)–– es ese bosquejo factual de las múltiples conjugaciones señeras de la esencia, descendida en los abismos etéreos de la desgracia y la confirmación de la esperanza bajo el numen mortuorio y estático del ejercicio de rutinas asfixiantes y monotonías finales del ser que se configura como un sujeto pleno para su propia sujeción corporal.
Dentro de ella, se matiza toda esa dinámica lúgubre de la subsistencia acaecida por el personaje de Larsen ––antiguamente denominado Juntacadáveres¬, polizonte pretérito de prostitutas, quien luego de cinco años regresa a Santa María para enmascararse y proyectarse como un ser antagonista de su propia esencia ––, la cual se sirve de soporte en el astillero, ese pequeño barco derruido por el tiempo, la soledad y el abandono humano, ubicado en Puerto Astillero, el cual se erige como masacrante metafórico de una vida impía y espejismo sacro de su miseria humana. Esas oficinas ubicadas en la tierra mohosa, diluvial se esquematizan como ese repugnante asidero para la construcción de personajes que se han degradado en escépticos sujetos de una vida distinta, una existencia fraguada en la espera serena por la muerte, elevada en vestigio de recuerdos y reminiscencias perennes.
Por ende, la construcción descriptiva y la hilaridad de los personajes, dentro de El Astillero, depende intrínsecamente de sus espacios de desenvolvimiento, especialmente en Larsen, puesto que éstos, el Puerto diluvioso y el rutinario pueblo se proponen como áreas adversas a su propia existencia y configuran esos cuestionamientos ontológicos que él emite en sus procesos de remembranza, de presencialidad y maquinación de la realidad.
Por tanto, las circunstancias de lugar y de temporalidad que remiten a una visualización precaria de los sujetos, sumidos en la monótona existencia programada de los seres, donde el gris climático impera como cromatismo de desolación factual e inanidades esenciales y pernoctan el declive de identidad en sus habitantes, el dónde, el pueblo de Santa María, como ese “«condado» creado como ficción y refugio (…) definitivo al que han pasado a vivir todos los marginales del resto de su obra” (Aínsa, 2004: 81), sirve de transitorio puente para que Juntacadáveres, antiguo foráneo, lo perpetre como ese hogar pretérito frío y lleno de pobladores señeros y lánguidos que se mantienen en su recuerdo:
se puso a recorrer Santa María, (...) paseando ante la gente y puertas y vidrieras de comercios su aire de forastero incurioso. Caminó sobre los cuatro costados y las dos diagonales de la plaza (...) empleando todos los senderos y sin pisar sus pasos anteriores; fue y volvió frente a la verja negra, recién pintada, de la iglesia; entró en la botica, que seguía siendo de Barthé. (Onetti, 1980: 06)
Asimismo, dentro de este pueblo, se encuentran los bares, el hotel raído, el puerto mohoso, como puntos focales para la imperiosa vaguedad del protagonista y su desplazamiento físico sin rumbo de intencionalidades, por tanto, se dirigirá luego a Puerto Astillero, localidad próxima a Santa María, a la cual se llega por medio de transporte acuático, que se representa como extrapolación, realmente decadente de sus intenciones finales:
Bajó en el muelle que llamaban Puerto Astillero (…) Continuó andando entre casas pobres, entre cercos de alambre con tallos de enredaderas. Calles de tierra o barro, sin huellas de vehículos, fragmentadas por las promesas de luz de las flamantes columnas de alumbrado; (…) El cielo había terminado de nublarse y el aire estaba quieto, augural. —Poblacho verdaderamente inmundo —escupió Larsen. (Onetti, 1980: 10-11)
La neutralidad y la desconexión emocional que ofrecen los entornos amancillados de Puerto Astillero, como lugares sitiados en la finitud del ser, se conjugan en la presentación fría e invernal. El impío astillero, el viejo hotel, la mansión de los Petrus, la humilde morada de Gálvez, entre otros, sirven de resguardo para Larsen, puesto que, ese “Regresar es exiliarse, (…) desear es diluir este deseo hasta suprimirlo, redimirse es condenarse. Todo ello se hará más evidente aún en el breve lapso que dure la jefatura de Larsen al frente del astillero” (Galdo, 2008: 42)
Referencias:
Aínsa, F. (2004). “Del yo al nosotros: el desdoblamiento de la identidad en la obra de Juan Carlos Onetti. Revista Alpha, Revista en línea, Disponible: http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-22012004000200002&script=sci_arttext Consulta: 2017, agosto 06.
Gispert, C. (2007). Diccionario de Literatura Universal. Madrid: Océano.
Manrique, L. (2001). El descenso a los infiernos. Un descenso al inconsciente en la Dramaturgia latinoamericana contemporánea. Caracas: UNESA.
_______ (2006). Las trampas de Onetti. Libro en línea. Buenos Aires: Editorial del Cardo. Disponible: http://www.biblioteca.org.ar/libros/300297.pdf Consulta: 2017, agosto 06.
Freud, S. (1966). Esquema del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
Galdo, J. (2008). “Exilio y condición humana en El astillero”. Revista Discursos / prácticas. [Revista en línea], 2. Disponible: http://www.discursospracticas.ucv.cl/pdf/numerodos/juan_carlos_galdo.pdf Consulta: 2017, Agosto 06.
Onetti, J. (1980). El astillero. Bogotá: Seix Barral.
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Primera vez que leo sobre ese autor. Y la novela se ve interesante. Voy a ver si lo encuentro en la biblioteca y le hecho un vistazo. ¡Saludos!
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Lo es, muy recomendada. Gracias por tu interés, me motivas a continuar escribiendo. Saludos.
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