El buzón estaba vacío, una vez más. La impaciencia de Paula iba en aumento. Era una gran oportunidad. Miró el viejo reloj de cuco por millonésima vez en el día, aun siendo todavía la mañana. Entre el tic y el tac le parecía que la Luna daba dos vueltas a la Tierra. La duración de un minuto rozaba el infinito. La desesperación era desesperante.
Volvió a mirar el buzón. En realidad, el cartero todavía no había pasado por su avenida. Buscó una distracción mientras esperaba. Miró por la ventana cómo el eucalipto mecía sus ramas, y estas sus hojas. Con tanto vaivén, una pequeña hoja se desprendió de su rama. Imaginó que era ella misma.
-A veces le doy demasiadas vueltas a mis pensamientos, cuando la solución es dejarse llevar, y volar hasta lo que queremos. Iré hasta ese lugar, y exigiré una respuesta.
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La primera impresión de Paula fue que el centro de rehabilitación había sido construido a partir de un cortijo de antaño. En cuanto intuyó que era el lugar, aligeró el paso sobre sus bonitos e incómodos zapatos de salón negros. Quién iba a pensar que estaba totalmente rodeado de naturaleza. Poco a poco iba clavando los tacones en la tierra húmeda, luchando por no quedar atascada.
Al llegar observó sus pies, ahora tan impresentables. Pero no era su mayor preocupación. Estaba molesta, llevaba más de un año esperando una respuesta a su solicitud de empleo y tenía preparado un discurso de indignación hacia la persona encargada de aquel centro, a su gusto, con muy pocos modales por no responder a su demanda.
Al abrir la puerta, María la recibió con una sonrisa.
-¡Pasa pequeña, empezaba a preocuparme tu demora!
-¿Demora? -Paula se sulfuró- Perdone que le diga, pero llevo más de un año esperando que conteste a...
Sus palabras salían a borbotones, acompañadas de un tono de voz agudo e irritante. María le cogió la mano dulcemente.
-Querida, a este lugar vienen las personas por sí mismas, cuando lo necesitan. Nadie les dice que vengan. Es un lugar mágico. Desde decidiste enviar esa carta solicitando el puesto, era tuyo. Pero debías venir por tu propio pie. Acompáñame, hay mucho por hacer.
Y así es como Paula llegó a El Cortijo de Pozo Monte.