Diario de viaje: El Puente Simón Bolívar - Original de Maiquel Torcatt para Steemit

A la entrada del Puente Simon Bolívar hay un monumento que celebra la amistad entre ambas naciones, la gente que va y viene parece ni verlo, es un río humano que corre, a veces mas caudaloso, a veces menos, pero siempre rápido.

Hay gente que va a hacer compras, otros van a vender, hay venezolanos que trabajan en Cúcuta y viceversa. Gente que cruza en la mañana, trabaja y vuelve en la tarde. Y un montón de gente que sale de Venezuela para quedarse a vivir en Colombia o que como yo van a Bogota a abordar un avión.

El puente en cuestión es un monumento a la desidia. Viejo y en mal estado pareciera que nadie va siquiera a pasarle una escoba. Por debajo pasa un río maloliente y lleno de basura.

Hay que pasar caminando ya que desde hace algún tiempo el transito vehicular se encuentra restringido.

Y para completar la situación a mitad de camino llovió, así que entre a Colombia mojado, malhumorado y con calor.

Para entrar en Colombia desde Venezuela solo hace falta el pasaporte o la cedula de identidad acompañada de una “tarjeta migratoria” para aquellos que van y vienen, a quienes no hace falta sellarles un pasaporte.

Al cruzar el puente entramos a una localidad llamada La Parada. Hay locales comerciales, oficinas de venta de boletos de las distintas líneas de transporte, vendedores ambulantes, hoteles. Las calles están en mal estado, llenas de huecos que atestiguan el paso constante de transito pesado.

Y gente

Mucha gente que va y viene caminando arrastrando maletas o cargando bultos, gente con carretillas que te ofrecen llevarte el equipaje por algunos pesos, gente esperando los buses, gente viviendo en la calle, gente que va ofreciéndole pasajes a la gente que va caminando. Gente, mucha gente.

José nos llevo rápidamente a la oficina de ventas de la empresa de transporte con la que el trabaja, en medio de aquel lugar caluroso, húmedo y desagradable, mientras arrastrábamos por aquellas calles destruidas y llenas de charcos maletas de 32 kilogramos. Pero ya nosotros habíamos seleccionado una línea que nos recomendó un amigo colombiano días atrás y en lo que supimos donde quedaba nos fuimos de ahí.

Compramos el pasaje en una línea llamada “Berlinas”, la cual recomiendo ampliamente, y boleto en mano nos fuimos a migraciones de Colombia. Para entrar había una fila larga pero bajo un par de toldos grandes, blancos como los que se usan en las fiestas, la fila estaba delimitada por cordones como en los bancos y al final del toldo había un policía que te asignaba un numero, luego de ahí bordeaba el edificio y a la entrada de la oficina había otro policía que corroboraba el numero antes de dejarte entrar.

La oficina de migraciones es amplia, un salón rectangular de aspecto colonial y techos altos con largas columnas en el centro, donde estaban dispuestas una serie de taquillas con agentes de aduanas encargados de registrar los ingresos al país.

Todo es impecable, el salón esta limpio, los uniformes de los funcionarios estaban impolutos, los hombres bien afeitados, las mujeres con el cabello recogido, todos trabajando con celeridad para atender a la mayor cantidad de personas lo mas rápido posible, como en un aeropuerto. Habían como 8 taquillas así que la fila avanzaba a buen ritmo.

Al llegar a la taquilla te hacen un par de preguntas, te chequean el boleto y te sellan el pasaporte. Listo.

Volvimos a la oficina de la línea de transporte y tomamos un taxi que nos llevo a Cúcuta. El viaje nos tomo como media hora, el chofer era amable, conversador y lo suficientemente imprudente como para manejar y textear en el celular al mismo tiempo.

Habíamos comprado un boleto en el bus mas moderno y cómodo disponible, solo salía uno diario a las 7:30 pm. Cuando llegamos al terminal de Berlinas no era ni mediodía todavía, así que teníamos que esperar todo el dia allí.

Ya estábamos en Colombia.

Continuara…

Me excuso por la escasez de fotografias, de las próximas etapas hay mas material grafico

Foto y texto original de Maiquel Torcatt
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