¿Sabes lo que es la desesperación? Siempre leemos de ella en los libros, la vemos en los personajes de infinidades de películas y series. Pero ¿sabemos que es realmente la desesperación en la vida real? Creo que muy pocos lo entendemos.
Mi nombre es Fernanda, tengo veinticuatro años y para mi esa era únicamente una palabra que se encontraba impresa en el diccionario. Muchas veces en el colegio me pidieron escribiera su significado; "pérdida de la esperanza". Así de simple lo escribí yo hace tantos años, después de googlearlo para mi clase de castellano.
La profesora me dijo que eso era insuficiente, que hacía falta mucho más a ese significado. Lo complementé obviamente pero actualmente sé que mi definición estaba bien, porque siento la desesperanza en mi cada día que amanece.
No creo que sea un término que se limite únicamente a las clases sociales bajas, creo que todas pueden padecer por diversos motivos un grado de desesperanza. Yo lo padezco por pertenecer a lo más bajo de la sociedad.
No es que mis padres se hayan quedado en casa sentados recibiendo con los brazos abiertos la miseria. No, yo misma los he visto luchar, intentar surgir de las sombras de estas sociedades. Incluso puedo decir que son personas sin vicios de ningún tipo... pero muy enfermas.
Las enfermedades siempre han estado con nosotros, siempre de visitas en médicos, tomando medicinas, haciéndonos exámenes. Todo esto equivale a una vida llena de gastos. Actualmente en una sociedad que se muere de hambre de forma literal, no podemos tener el lujo de enfermarnos, y aún así aquí estoy, con una madre que amerita diversos tratamientos costosos de por vida, un padre con un aspecto demacrado y yo padeciendo de muchas cosas que ni deseo mencionar solo por el simple hecho de saber que no existe dinero.
Y quizás sobrellevamos todo eso. Lo que no hemos sabido sobrellevar es el no tener comida en nuestra mesa. El irnos a la cama sin comer, el despertar para conseguirnos con cuentas bancarias vacías y alacenas desiertas.
Llorar, es lo que hacemos cuando no hay más escapatoria. Como éste día, un día atroz, donde el agua que se supone es sopa no sacia la necesidad de alimentos, donde miro el rostro demacrado de mis padres y entiendo que no aguantaremos mucho más. Que aunque busquemos sustento, de forma honrada aquí, en este país, no es suficiente. En este país donde trabajar implica gastar más dinero en pasaje del que cobras en tu salario.
¿Sabes que es lo peor? el encontrarse con personas que sí están bien y no entienden tu necesidad. El convivir con personas que por tener recursos creen que tu también los tienes y te exigen igualdad y donde si dices tu realidad, simplemente te señalan de egoísta y dicen que no lo estas intentando.
Y lo intento, cada nuevo día lo intento. Cada vez que me levanto de la cama lo estoy intentando.
Cada vez que veo como mi madre se queda sin comer para alimentarme a mí, lo estoy intentando.
Cuando tomo sacrificios para seguir estudiando, lo estoy intentando.
Pero intentarlo no muchas veces da fruto, intentarlo no me genera un pan al llegar a casa. Y a veces esos intentos solo terminan rompiéndome más y más, devastando lo poco que queda de esperanza en mí llevándome a estar en un agujero con los ojos rojos de llorar y las ganas destruidas.
En días como hoy sé que no hay formas de que mi situación mejores. En días como hoy simplemente, no tengo esperanzas.
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