Peter

in spanish •  6 years ago 

Peter



Peter Sanchez era un joven adorable, entusiasta y muy divertido. Intentaba que cada momento de su vida fuese lleno de alegría y felicidad, a pesar de las adversidades por las que pasaba.

Su padre, había sido literario y profesor de la escuela del pequeño pueblo y todas las personas de la localidad lo conocían como Lucius, el dedicado profesor. La familia Sanchez padeció terribles circunstancias desde la muerte de la madre de Peter, cuando éste tenia diez años. Su madre, Elisa, había acudido al campo ese día a buscar frutas cuando un escuadrón de caza seguía a un ciervo enloquecido, sin verla dispararon al salvaje animal que corría delante del arbusto de moras silvestres donde la mujer se surtía. Solo una flecha bastó para arrebatarle la vida.

El padre en duelo, dejó de acudir a su escuela, enlutado y con el corazón partido dejó de lado a su joven hijo, quien tuvo que aprender a valerse por sí mismo desde muy corta edad, y las cuentas del hogar se acumularon sin cesar. La pequeña casa reluciente donde vivían fue poco a poco perdiendo su luminosidad hasta quedar en ruinas. Peter, tomó la iniciativa de lustrar zapatos frente a la iglesia cada día de la semana al salir del colegio, y con lo poco que obtenía, regresaba a su hogar con una hogaza de pan y queso.

Quizás su vida no era dichosa como la de los otros niños, pero con el amor que le brindaba su anciana abuela, su corazón se llenó de bondad y perseverancia, siempre pensando en la importancia de su familia. Los vecinos apreciaban con medida a su padre y a su abuela, por lo que siempre regalan cestas llenas de las más suculentas comidas. Su padre solamente empeoró, y con el tiempo no lograba formular palabras, el luto y la pena destruyó plenamente su alma dejándolo sin ser más que un cuerpo vació que durante todo el día estaba tendido en el sofa, hasta llegada la noche cuando el muchacho, con esfuerzo, lo subía por las escaleras de madera hasta la habitación de sus padres.

La devastación llegó nuevamente cuando su abuela falleció, quedó solo y sin fortalezas. En el pueblo murmuraban y se preguntaban que pasaría con el joven solitario de la sombría casa. Hasta que los rumores llegaron al sacerdote de la pequeña iglesia, quien con suma preocupación le escribió a los familiares más cercanos, sus tías Prudence y Mariantonieta.

Ninguna de las dos mujeres había logrado casarse nunca, todos los hombres salían corriendo en cuanto las conocían. Prudence, había tenido una hija con un hombre casado, por lo que ningún hombre decidió acercarse nuevamente a ella, y Mariantonieta solamente tenía ojos para los pasteles, por lo que su cuerpo hacia estallar cada vestido que se colocara. Así que con los años se aislaron y se mudaron a un pueblo vecino, donde no se conociera la imprudencia de Prudence y se ignorara por completo los malos hábitos alimenticios de Mariantonieta.

Peter no conocía a ninguna de las dos mujeres ni a su prima. No sabía como sería tratado, así que con quince años de edad, recibió en su pequeña morada a las visitantes, que ahora se ocuparían de él y de su enfermo padre. Mariantonieta regordeta y con voz estridente era autoritaria; comía y comía todo lo que en el hogar había, dejando a los demás con las raciones más pequeñas que podía. Prudence era una mujer delgada y con ceño fruncido todo el tiempo, su ropa siempre estaba impecable, se consideraba mujer de la alta sociedad, para ella todo tenía que estar limpio e impecable, así que atareaba al desdichado joven con tareas del hogar todo el día.

La hija de la amargada mujer se llamaba Juliet, era la vívida imagen de su madre. Arrogante, prepotente y ceñuda solamente se preocupaba por sí misma.

Pero al muchacho todas estas cosas no le impedían sonreír, siempre que salía al jardín a azotar las alfombras y tender las sabanas se sentía en plena libertad. Saludaba a todo aquel que pasaba con sus carruajes o a los vecinos que disfrutaban del sol en sus jardines.

No era de extrañar que las horrendas tías le prohibieran acudir al colegio, para ellas lo importante era mantener un hogar decente. Y si era cierto que el aspecto de la pequeña casa había mejorado, pero la salud de Lucius no mejoraba. Las nuevas habitantes del hogar Sanchez impusieron que el ex literario solamente se recluyera en su habitación y le facilitaron una campana para que llamara en caso de necesitar algo.

Peter intentó disuadirlas, les decía que su padre necesitaba cambiar así fuese un poco el ambiente. Pero las decrépitas mujeres se negaron. Obviamente el joven por ser respetuoso hizo su voluntad; así que cada mañana sentaba a su padre frente a la ventana de su habitación para que sintiera el aire fresco y escuchara la risa de los niños jugando en la calle. Aunque Lucius no hablara, él le contaba todas sus aventuras, así fuesen pocas. Para él era un éxito cuando lograba limpiar completamente la estufa o desempolvar todo el sótano. Quizás era la manera en que el dolor que tenía se iba mitigando.

Luego de muchos meses en su rutina, una mañana común y corriente, la circunstancias en su hogar cambiaron.

Era verano, el viento soplaba caliente y la alegría de los niños se notaba en la calle por la que Peter pasaba de regreso del mercado. Los carruajes se veían lustrosos y bien pulidos; Doroty la ex maestra del joven le obsequió unos panecillos y decidió acompañarlo durante el camino de regreso a su hogar. La mujer, que conocía la situación en el hogar del muchacho, lo invitó todas las tardes a su pequeña casa a tomar el té, e impartirle algunas clases privadas. Con entusiasmo y determinación él prometió ir. Así que sin más se despidieron al llegar a la puerta de la muy cambiada casa.

Adentro, la campana tintinaba una y otra vez, sin que nadie le prestara la atención debida. La joven moza le subió volumen al tocadiscos y con displicencia empezó a dar vuelta al rededor de la pequeña mesa de té. Prudence tejía, dando vueltas con entusiasmo a las grandes agujas y Mariantonieta horneaba nuevamente pie de manzana. Al entrar el chico colocó en el paragüero el regalo de su antigua maestra, para poder compartirlo a escondidas con su padre y pasó a dejar las compras en la cocina, donde su regordeta tía se los quitó de las manos. La estirada tía se hizo notar de inmediato, exigiendo lo que había restado del dinero que le habían entregado. Él siempre regresaba todo, y esta vez no seria excepción, así que sin detenimiento colocó las monedas en la mesa y se fue a la habitación de su padre de donde salía el insistente tilin tilin. Pero, sin que lo viera su distraída prima, tomó su tesoro oculto y subió rápidamente las escaleras.

Sin duda su padre tendría hambre y sed, si él no lo atendía nadie lo hacía. Le abrió un panecillo desesperadamente, pero se equivocaba, Lucius no quiso probarlos. Al tocarlo, sintió como su padre hervía en fiebre y sus ojos brillosos, solo hicieron que el muchacho se desesperara. Cerró la ventana y bajó corriendo con sus tías pero se negaron a llamar al doctor, para ellas solo era un resfriado y ya. Con su cara estirada la mujer delgaducha dijo que le prepararía un brebaje y seguro él se repondría, no gastarían dinero por una pequeñez como aquella.

Peter nunca había visto a su padre tan mal. Con miedo corrió a su habitación y levantó las tablas de madera que estaban bajo su colchón, sacó el único objeto de valor que tenia, el relicario de oro de su madre, y fue a la tienda de empeño corriendo sin descanso. El cielo se vio de pronto oscurecido por las repentinas nubes moradas que amenazaban con descargarse en el pequeño pueblito.

Pasó a la tienda donde un hombre alto con un gran bigote lo recibió, para su sorpresa era el señor Miguel, padre de su antiguo mejor amigo del colegio. Éste lo saludo amablemente y él en un desahogo le contó todo lo que había pasado y su imperiosa necesidad. Con buena voluntad y solidaridad, el hombre le ofreció el triple de lo que valía aquel relicario, le dio la opción de retirarlo algún día cuando tuviese el dinero y, cerrando su negocio, subió al chico a su carruaje y partieron en busca del doctor.

Lo encontraron en su hogar colocando protección para las plantas de su huerta. Cuando conoció la alarmante situación que padecía el conocido profesor, partieron a la casa del chico, donde las dos horrendas mujeres le daban a la fuerza la infusión caliente al enfermo.

El doctor las instó a marcharse y delicadamente examinó al hombre, que yacía con los ojos cerrados sobre las mantas descoloridas. Luego de revisar todo su cuerpo, preparó con hiervas y agua caliente un líquido espeso y oloroso, lo enfrió y con delicadeza lo vertió en su garganta. Peter observaba todo, con el corazón latiendo azarosamente.

Pero eso era lo único que podían hacer. Lucius estaba muy enfermo, su estado físico no le permitía reponerse muy rápido. Con tristeza y miedo en su pecho el muchacho se acostó al lado de su padre, llorando y orando por el bienestar de su progenitor. Esa noche una tormenta devastadora cayó sobre el techo de la casa, lo cual no ayudaba al estado del enfermo. Lo arropó con todas las mantas que tenía y aferrado a su mano se quedó dormido.

A las tres de la mañana un fuerte trueno lo despertó, por la ventana se veía como los árboles se mecían ferozmente. Se giró a ver a su padre, que con los ojos abiertos y llorosos lo observaba. Su mirada, no era la de siempre, estaba lúcida y clara, fija en él. Sintió como su mano se prensaba sobre la suya, después de muchos años en silencio, los labios de Lucius se abrieron, implorando muy suavemente el perdón del joven, rogándole que se marchara de aquel lugar y que lograra todo aquello que su padre jamás pudo. Peter, desconsolado, empezó a llorar y pedía que por favor se recuperara; pero los ojos del hombre perdieron luz poco a poco. Todo el calor de su cuerpo se fue perdiendo, su mano quedó totalmente fría, ya su pecho no descendía y cuando lo llamó ya no volvió a responder. Corrió bajo la tormenta con lagrimas en los ojos en busca nuevamente del doctor, pero ya no había nada que hacer, su padre se había marchado para siempre.

Con desolación lo enterró al día siguiente al lado de su madre, ahora estaba totalmente solo. El funeral fue hermoso, no porque sus tías hubiesen aportado gran cosa para ello. No, los habitantes del pueblo se hicieron presentes con coronas y recordatorios del profesor. Doroty acompañaba fielmente al huérfano en su recorrido y éste era abrazado por todos sus conocidos.

Sin duda, ahora sus aterradoras tías tenían el control total de su vida. Pero su determinación había aumentado, su padre lo había impulsado. No poseía nada, no poseía mucho dinero, lo que le quedaba del relicario solo le alcanzaría para algunos días pero tenía que marcharse de aquel lugar donde creció.

Al llegar a la pequeña casa no se detuvo, y empacó sus pocas posesiones. No era de extrañar que sus tías no le impidiera marcharse, así que fue a casa de su ex profesora, quien ya lo esperaba con tazas de té y una habitación lista para él. Lo acogió como el hijo que nunca había podido tener, lo instruyó nuevamente permitiendole ir a la universidad. Extrañaba su hogar, sin duda, pero Doroty se aseguró que fuese sumamente feliz.

Sin Peter bajo el mando de las malévolas mujeres, la casa se convirtió poco a poco en un sepulcro de basura maloliente. Juliet decidió fugarse cuando cumplió la mayoría de edad con un circo que estaba de paso por la ciudad para hacer lo que ella tanto le gustaba, bailar, lo que sin duda avergonzaba a la mujer que la trajo al mundo.

Pasado los años el joven se graduó de abogado en la universidad y con sus conocimientos se dedicó a recuperar su antiguo hogar. Para él esa casa era todo lo que había quedado de su familia y no habían dudas de que le pertenecía, así que con el amparo de la ley las mujeres fueron desalojadas, y por la deshonra que había caído en sus cabezas, se vieron obligadas una vez más a abandonar el pueblo, que obviamente no las extrañaría.

Peter poco a poco restauró y remodeló su casa, dándole nuevamente la vitalidad que tenía cuando su madre vivía. Se convirtió sin duda en un hombre de bien; con destreza y buen corazón apoyó diversas causas para los más necesitados. A pesar de todo lo que había sufrido, sus sentimientos nunca se marchitaron y eso le permitió sobrellevar cada desdichada situación. Pasado algunos años se enamoró de una joven misionera, que como él, defendía los derechos de las mujeres y luchaba por la libertad de cada esclavo.

Luego de meses de campaña, protestas y muchos juicios ganados, decidieron casarse. Juntos forjaron el hogar con el que él siempre había soñado, dándole el agradecimiento a Doroty durante toda su vida, por ser aquella que le había permitido forjar su futuro.

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Muchas familias se ven sumidas en tragedias y en muchos de esos casos los mismos familiares, en vez de aportar una ayuda, devastan aún más a aquel que necesita consuelo y apoyo. Por eso, considero que en más de una ocasión es más familiar aquel que escogemos que aquellos que tenemos por consanguinidad.

¿Será acaso siempre así? ¿Por qué son más fieles los ajenos a nuestro hogar?

Reflexiono que es por la afinidad y la lealtad que se les brinda, es constante que compartamos más con amigos que con primos y tíos. Que para ir a la playa busquemos a vecinos, amigos, en vez de nuestra familia ¿No podríamos acaso incluir más a los parientes en nuestra vida y de esta manera crear un vínculo afectivo?

Creo que sí, pienso que todos estamos a tiempo para desarrollar una conexión real, así sea con un solo miembro de nuestra familia.


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Primera imagen
Divisor y Banner editados por autor, en programa Photoshop Cs5.

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Muy buen articulo, felicitaciones. W

eso sucede...en ocasiones es mas familia el "amig@" que nuestros propios parientes

Muy bien desarrollado y escrito, sin duda me encanta este tipo de relato que te sumergen en cada párrafo y te lleva a la historia desde su inicio y final. Lastima que mi sobrino tenga tan solo 3 añitos porque me hubiera encantado leérselo y llevarlo a esta historia.