A MITAD DEL PUENTE

in spanish •  7 years ago 

A MITAD DEL PUENTE



Preguntando aquí y allá, no se cuantas veces por estos años, incluso, planeando viajes, haciéndolos, a lugares probables; entonces di con una pista más sólida, que me llevó a otra, y luego a otra, hasta que lo logré, después de dos décadas y media, obtuve un número telefónico...

Llamo, no responde, lo intento nuevamente, solo la voz de la computadora me habla, sigo intentando, qué hago, tiemblo de nervios, ¿Le envío un mensaje? qué le digo...

—Hola, soy el flaco aquel, de aquellos años, espero me recuerdes. Perdón, si incomodo. Todo este tiempo te he buscado, quería verte, explicarte...

Los mensajes se pierden en el silencio. ¿Será éste su número? Una mañana distinta escucho un sonido, es mi celular que avisa la entrada de un mensaje...

—Buenos días... de verdad te agradezco que me recuerdes... Pero tengo muchos problemas... Y no quiero escuchar ni conversar con nadie.

Mi corazón se agita. Tengo mucha emoción. Hay una respuesta. ¡Existe! ¡Está viva! ¡Me recuerda! ¿Cuánto temor tenía entonces de descubrir la noticia amarga de su muerte, sin escucharme, sin decirle, sin saber?... ¡Ahora escribía, había alguien del otro lado, estaba ella...! ¿A qué problemas se enfrentaba? ¿por qué no quería hablar ni escucharme? ¿Qué le respondo?

—Prometo respetar tu silencio, no hablar de nada que no quieras... No soy una persona mala.

—Buenos días... espero esté bien, será luego, ahora no tengo tiempo, estoy muy complicada... Contestó ella.

—No soy una persona mala. Hazlo en nombre de esa hermosa amistad que una vez fue nuestra, prosigo.

—Disculpa de verdad, en estos momentos no....

Claro, tal vez he sido inoportuno, pienso. Es solo dar con la hora apropiada. Aquí, la vida es más sencilla, más pausada. Pero allá, en la Capital, eso es un verdadero manicomio. Una incesante corredera, desde antes que amanezca, pasa el día, viene la noche, se hace espesa, y tu sigues, ahí, con el trajín... tal vez eso es lo que pasa. Escribo:

—No digo que ahora mismo, pero si quisiera poder hablar.

—Disculpa, sé que no eres una persona mala, pero lo menos que quiero es escuchar consejos, de verdad, no es por ofender, pero no quiero hablar.

Allí estaba ella, casi pidiendo perdón por negarse, hastiada, no se de qué ni por qué, resuelta al silencio.

—Para nada quiero obligarla, ni traigo consejos, por favor, deja que tus oídos escuchen estos breves mensajes y prometo no molestarte mas.

Silencio interminable, interrumpido por un “está bien...” Continúo texteando:

—Hace veinte años éramos muy jóvenes. Tú charlabas de tus problemas, y yo paciente te escuchaba. Claro, nada en comparación a los de ahora. Pero no lo sabíamos. Así, a paso lento por el boulevard, me resolví a apoyarte. No estaba obligado, lo decidí así. Que por qué lo hice. Tal vez me cautivó tu soledad y la mía. Además, cómo ignorar lo que ya sabía, después de abrir tu corazón en un acto de Fe. Lo cierto de todo es que yo estaba ahí, caminando a tu lado, escuchándote, tú te sentías mejor, y yo contento de verte sonreír. La escena se repetía, con cada paseo sentía que tu rostro mustio reverdecía.

Pauso nuevamente. Te veo claramente. Vuelvo al teléfono:

—Aquella chica resentida y desconfiada comenzó a ver los colores de la vida. Había un nuevo amanecer, nuevas pinceladas de gracia, paz y esperanza pintaban tu tez, tu mirada brillaba intensamente, tu voz grave se tornaba suave. Protagonizaste una gran transformación en tan poco tiempo. Entonces, justo allí, partí, me desaparecí de tu mundo, aun fresco. Aquel puente de cuerdas y listones viejos, que se estremecía sobre el río todavía crecido, lo dejé a la mitad, contigo.

Las imágenes saltan en mi mente cuan gotas de lluvia sobre el tejado, pauso, suspiro profundamente... Sigo texteando:

—Durante todos estos años me he preguntado por ti, que habrá sido, dónde estarás, yo era tu mejor amigo, tu único, y te dejé... Hay momentos, sé que suena estúpido, en que me siento culpable. No sabes cuanto me alegras de que estés viva. Si crees que te fallé, lo siento mucho, de verdad. Sigo creyendo en todo lo que te enseñé... A veces dudo, ¿pude quedarme un tiempo más? Aunque no estuve a tu lado mientras luchabas por mantenerte en pie en senderos frágiles y pérfidos, nunca la olvidé.

Me invade un profundo silencio. Es como si en un instante se apagan todas las luces en una noche densa. Entonces se enciende el interruptor. Continúo:

—Las cosas son como son. Somos humanos, podemos fallar, nos pueden fallar. Es mejor creer que desconfiar, la mano abierta que cerrada. Estoy seguro que eres en esencia la misma persona sincera, bonita, soñadora, que conocí. Sigo creyendo en ti, en tu capacidad para buscar y hallar la salida. Ya cruzaste el puente una vez, puedes lograrlo. ¿Qué me dices?

—Solo te digo que esa amiga era una niñita ingenua que pensaba lo sabía todo; que había conocido la maldad, lo suficiente para desafiarla. Eso no es nada comparado con lo que he vivido. la vida me hizo ser dura, estoy viva solo por mi hija, sin ella, nada me sostendría en la batalla, por ella sigo y seguiré.

—Tal vez tu hija crea que soy un loco, ¿la asusté cuando atendió la llamada?, que me disculpe, por favor.

—No, no te preocupes, ella sabe quién eres. Siempre te recordé. Ella es igual a mi. Cuídate, amigo, fuiste un gran apoyo, un paréntesis de paz y esperanza en este camino, así te recuerdo. Ahora viajamos en tranvías de mundos paralelos, sin retorno. Espero cumplas tu promesa.

—Respetaré tu silencio. Cuando quieras, de seguro sabrás conseguirme. Hasta pronto amiga.

—Fue la etapa más bonita de mi vida. Adiós amigo.


Fuentes:

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Muy bonito relato, pienso que el "amigo" tenía que decirle eso porque se sentía en cierta forma culpable, y no había superado esa etapa. * --- * me gustó.

Hola, si yo pienso igual. Gracias por tu comentario, y aprovecho para saludarte