- Disparidad entre los padres: La falta de unidad de criterio entre las figuras de autoridad es uno de los grandes lastres para educar. De entrada, porque si el niño recibe mensajes contradictorios, si sus progenitores se desautorizan entre ellos, no sabe a quién hacer caso y se siente perdido, sin referencias claras. Y porque a medida que crecen aprenden a utilizar esas discrepancias o diferencias de criterio para hacer lo que quieren. “Siempre es mejor equivocarse juntos que acertar por separado”, para quien frases tan populares como “pregúntaselo a tu padre” o “lo que diga tu madre” son un error. “Cuando piden algo y no se tiene un criterio claro o único, lo mejor es decirles ‘ya lo hablaremos y te daremos la respuesta’, para que vean que la familia es un bloque”, apunta.
- Sobreproteger: Aseguran los educadores que éste es uno de los errores más frecuentes en la sociedad actual. Los padres asumen muchas tareas de los hijos, estudian con ellos, les disculpan ante el profesor, intervienen antes de verles sufrir las consecuencias de una mala decisión, les dicen constantemente lo que han de hacer, organizan toda la vida familiar a su alrededor, les evitan disgustos… “Esta sobreprotección resulta muy perniciosa porque hace ciudadanos dependientes y a veces muy tiránicos, porque crecen pensando que el mundo gira a su alrededor, que son los reyes de la casa, no uno más de la familia”. La sobreprotección provoca personas inseguras, incapaces de tomar decisiones y de enfrentar las dificultades y contratiempos diarios, que no saben asumir las consecuencias de sus actos y con problemas de autoestima, la sobreprotección es un error clásico a la hora de educar porque estamos preparados genéticamente para proteger la prole, como hacen otros animales con sus crías. “La infancia en la especie humana es muy larga, y para criar a un niño durante tantos años en medio de la sabana había que sobreproteger mucho; pero esa sobreprotección comenzó a resultar excesiva cuando la vida cotidiana se hizo menos peligrosa, y de ello dan cuenta historias como la de la Bella Durmiente o la del Príncipe Siddharta; lo que ha cambiado es que esa obsesión de los padres por salvaguardar a su hijo de todo mal que se atribuía y criticaba a príncipes y personajes de alta alcurnia hoy se ha generalizado a toda la población, y de ahí el actual síndrome del emperador”.
- Transmitir desprecio: Frases como “ya sabía que lo ibas a romper”, “eres idiota”, “pareces tonto”, “no vales para nada”, “siempre me defraudas” o “no sé para que te he tenido” resultan muy dañinas para los hijos no hay que faltar al respeto a los hijos ni ponerse a su altura cuando se enfadan: “Los padres no deben perder los papeles, han de controlar su actitud por mucho que el hijo les provoque; hay que estar por encima de ellos y no comportarse como un crío o como un adolescente, y perdonar con facilidad, no entrar en guerras del tipo ‘como él no me habla yo tampoco’”.
- Falta de continuidad: Los expertos advierten que un fallo habitual de los padres es dejarse llevar por su estado de ánimo a la hora de educar, de modo que permiten o no determinadas conductas en función de que estén más o menos cansados, contentos o enfadados. “Hay que tener conciencia de que estamos educando siempre, no en momentos concretos”, ante los hijos, los padres son la autoridad, de forma que no deberían comportarse de forma arbitraria sino ecuánime y racional.
- Castigar mal: Poner sanciones desproporcionadas o sin lógica, imponer castigos imposibles, hacer promesas inalcanzables o que no se cumplen son errores muy habituales y muy nocivos a la hora de educar. Si los castigos no se aplican por imposibles o por dejadez, los padres pierden autoridad y transmiten la idea de que sus normas pueden quebrantarse fácilmente. “Es mejor ser moderado en el castigo y llevarlo a la práctica, y en lugar de castigar al adolescente sin salir todo un mes o exigirle que estudie cinco horas diarias, limitarle a una hora la conexión a las redes sociales o a la videoconsola”.
- Prometer y no cumplir: Los educadores también alertan contra las promesas o premios inalcanzables, que además de decepcionar acaban desincentivando. “A veces prometemos comprarles el móvil o la bici si sacan buenas notas, y esa es una condición muy ambigua, de modo que quizá el chaval se esfuerza pero al final le decimos que no, que los notables no cuentan, que se esperaban de él sobresalientes, o que aunque sus notas son buenas no tendrá el premio porque se ha portado mal con su hermano, y el niño se frustra y deja de trabajar”, en muchos casos se amplía aún más el error cuando luego, en un momento de arrepentimiento, esos mismos padres (o los abuelos), le acaban comprando el móvil o la bici sin haber conseguido el reto propuesto.
- Comparar entre hermanos: Todos los padres saben que cada hijo es diferente. Sin embargo, a la hora de educarlos no siempre los tratan de forma diferente. Lo habitual es lo contrario, que se esfuercen en tratarlos por igual y que, a menudo, los comparen. Pero, advierten los expertos, cada hijo requiere una educación distinta, un trato individualizado y que le dediquen un tiempo a solas, entre otras razones para poder conocerle y saber cómo hay que tratarle. “Las comparaciones continuadas entre hermanos suscitan celos, envidias y dañan”.
- No poner límites: Los expertos explican que muchas veces los padres no tienen un proyecto claro de cómo van a educar a sus hijos, cuáles son las normas mínimas que van a exigir, y van improvisando, de modo que no siempre son coherentes en sus criterios. “Mientras son pequeños trampeamos los problemas que van planteando, y en la adolescencia se pierde el control, se les quiere poner normas, y entonces ya es tarde”, que muchos padres priorizan la paz familiar por encima de todo y eluden su obligación de poner límites porque eso lleva en ocasiones al conflicto.
- Ser amigos de los hijos: Los psicólogos advierten que los padres son la figura de autoridad para el hijo y es un error tratar de ser amigos suyos en lugar de ejercer de padres. También desestiman los estilos educativos muy permisivos o aquellos que lo negocian todo. “El estilo democrático está bien para algunas cosas, como para decidir dónde se va de vacaciones, pero se ha magnificado y hay cosas que no se negocian, como el horario de estudio, el ir con cinturón en el coche o comportarse bien el supermercado, ahí ha de ser el padre el que ejerza la autoridad”, reflexiona Fernández. En su opinión, este tipo de errores se han extendido de la mano de lo que denomina “leyendas urbanas sobre educación”, informaciones del ámbito de la psicología que en un momento dado tuvieron vigencia y luego se demostró que no son ciertas pero continúan en la imaginación colectiva, como que no hay que castigar para no traumatizar, que hay que potenciar al máximo la autoestima o que Einstein era mal alumno a pesar de su inteligencia.
- Malos ejemplos: “Los padres no pueden pedir al hijo que se controle o que no pegue si lo que le transmiten es que de vez en cuando a ellos ‘se les cruzan los cables’, insultan al del coche de al lado, o están siempre criticando; tampoco pueden exigirle que termine lo que empieza o que cumpla las normas si ellos no lo hacen”, dicen los expertos. La incongruencia entre lo que se dice y se hace “resulta muy negativa, quita fuerza moral y deslegitima”,
- Negatividad: El que fuera Defensor del Menor de Madrid cree que es un grave error no transmitir a los hijos ilusiones, dilemas vitales y amplitud de miras. Advierte que cuando los padres son muy depresivos o negativos y los hijos crecen oyendo todo el día críticas sobre los demás y escuchando que no hay que fiarse de nadie, que los otros son dañinos, “eso repercute en su carácter, que acaba siendo despótico, lastimero, paranoico u ofensivo”.
- Hacerlos mayores antes de tiempo: Un error muy actual de los padres es acortar la infancia de sus hijos, hacerles mayores antes de tiempo. “Se detecta en la forma de vestirlos, en dejarles ponerse un piercing o adoptar comportamientos de adulto desde muy pequeños, en encontrar divertido y alentar que tengan novias o novios, en permitir que con 14 años tengan horarios de fiesta intempestivos…”, subraya que el contrasentido es que a ese mismo chaval al que se deja salir de noche, se le prepara el desayuno y se le tramita la matrícula del instituto. “Por un lado les hacemos muy mayores, y por otro no les dejamos crecer, no les damos responsabilidades propias de su edad”.
Nota: Cómo educar bien a los hijos es una preocupación frecuente entre los padres. Saber qué hacer en cada situación y cómo afrontar cada conflicto no es fácil ni hay recetas mágicas. Sí puede resultar más sencillo saber qué no hacer, cuáles son los errores básicos que evitar.
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