Ya de por sí el palacio de Bellas Artes es hermoso, lujoso y divinamente fotogénico (ya no hacen edificios así últimamente), ahora es anfitrión de la exposición Tesoros de la Hispanic Society. Desde que me enteré que esa colección y de que Goya y Velázquez iban a pisar suelo mexicano no quité el dedo del renglón. (Nadie debería, la verdad).
Si hay una obra, o un solo cuadro, que te haga detenerte, suspirar, inspirarte y sientes como que tus ojitos quieren sudar, todo el viaje y toda la exposición vale la pena. Para eso son las bellas artes ¿qué no?
Y en dos pisos, a pesar de haber un sinnúmero de obras, la duquesa de Alba de Goya, me recibió de frente, y la amé como a una amistad reencontrada. Su majestuosidad me robó el aliento. La niña de Velázquez me fascinó y emocionó, al grado de no querer despegar mis ojos de ella, y molestarme cada que alguien pasaba junto a ella desdeñándola. Es hermosa.
Estar frente a esas obras me produjo aparte un sentimiento de solemnidad.
Pero mi descubrimiento en ese viaje fue que me enamoré de Joaquín Sorolla. Pero qué cosa. Quería quedarme ahí parada hasta que sus tres obras ahí expuestas impregnaran mis retinas y me siguieran por siempre jamás en una especie de embrujo. Quise ser millonaria para tener aunque sea una de esas obras en mi casa y verla por siempre.
Tres obras que borraron para mi el resto del museo por el tiempo que estuve frente a ellas. Con pinceladas impresionistas dando a entender el contexto y el fondo, pero con detalle en donde se dejaba posar el ojo. Fue en ell color de la piel empezándose a enrojecer por el sol, la humedad, el vestido mojado con una transparencia sutil y de carácter intimo pegándose a la piel. Y la cara de la bañista, con un gesto feliz y sonrosado exquisito.
Podía sentir lo desenfadado del ambiente, la calidez del sol, saborear un cierto aroma a algodón de azúcar con brisa marina, no sé porqué.
Luego los dos preadolescentes sonrientes en la orilla del mar, despreocupados de quien los mira, con la piel besada por el sol, el brillo y la languidez fresca de lo mojado. El jugueteo de sombras y los chispazos de luz que aparece con el vaivén de las olas.
Transmitan una sensaciónde paz, relax y maestría.
Seguido esta el retrato a Tiffany. Hermoso. Rodeado de flores que enmarcan un traje blanco, fino, una postura desenfadada frente a un caballete y un rostro que mira directamente ya no a quien lo pinta, sino al espectador. Como si lo hubieras sorprendido a mitad de su pintura con alguna pregunta un poco fuera de lugar, pero es lo suficientemente educado como para buscar la mejor manera de responder.
Con decirles que le dí dos vueltas al asunto; salí, de ahí y entré por otro lado buscando furiosamente a la niña de Velázquez (que por asuntos de logística y movilización de gente que aun anda en bastón -yo- y la ubicación de el elevador, entramos a la mitad y no por dónde empezaba el recorrido), y aproveché para pararme frente a ellos de nuevo.
Esos tres de Sorolla tuvieron ese poder en mi. Me hablaron con voces que no conozco, a oídos que no creí tener.
Entre otros que me encantaron estuvo “Luciene Breval como Carmen” de Ignacio Zuloaga y Zabaleta. Tienen que ver la cara de esa mujer, es pícara y juguetona, envuelta en un chal exquisito que cubre un vestidazo rojo. El Costeño de José Agustín Arrieta y el minucioso retrato de Fernando de Álvarez de Toledo, tercer duque de Alba de Antonio Moro, y la jocosísima obra de “mis Funerales” de Miguel Viladrich Vila, de todos esos rostros extraños rodeando a una muerte con vestido y alitas de mariposa.
Es una exposición maravillosa, que si tienen la oportunidad no deberían dejar de ir. Hay visitas guiadas, los chicos están muy dispuestos a contarte todo lo que saben (en serio, acérquense a ellos sin pena) y también pueden bajar la aplicación de Art Guide, que si no tiene datos de todo lo ahí expuesto, si de lo más representativo.
Toda la experiencia, yo me aventé como cinco horas ahí y salí feliz con una taza con la obra de Idilio en el mar de Joaquín Sorolla.
Y la idea era complementar con una vuelta por el centro histórico para tomarse un cafecito, pero bueno, no hay que abusar... Ni del pie ni de las personas que te acompañan.
Contenido original de @mokamisschievous. Tanto el texto Como las fotos son de mi autoría.
Pondré más fotos en mi instagram
No sabía que estabas en el DF! Escríbeme a ver si nos vemos
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¡Por supuestos! Te escribo: “Hay que vernos” Jajajaja.
Saludos
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Jajaja tenías que escribir: "a ver si nos vemos"
Pero no tengas miedo seguro nada más quiere platicar sobre tu manera de escribir. Se nota la admiración y con razón.
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Jajajajajajaa. Válgame
¡Saludos!
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Jajajaja por discord! O dame tu # de discord y te escribo
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Ódiame, pero no tengo discord. (Tengo muchos pretextos, pero la realidad es esa...)
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:(
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Como tendria mi casa si el arte no fuera tan caro Saludos y mis respetos mi apoyo con mi voto.
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Esas ideas ni se planetean, jajajaja, uno se imagina cosas tan bellas...
¡Saludos!
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