Nunca he entendido por qué, pero en algunas sociedades se le da más relevancia al Día de las Madres que al Día de los Padres. Tal vez sea un tema cultural. Un hueso duro de roer. A la mayoría de los hombres este tipo de celebraciones les parecen cursis. Les cuesta mucho aflorar sus sentimientos, mostrar ante el mundo lo que piensan, sienten y padecen.
En el caso de nuestras familias tuvimos a cuatro abuelos. Dos por consanguinidad y dos por situaciones propias de la vida. Siendo honesta, después de adolescentes, solo les veíamos e interactuábamos con ellos en días de vacaciones escolares o para navidad. Por el contrario en mi casa materna siempre ha estado presente la figura de Papá. Los 365 días de cada año, sin ningún tipo de restricción.
Desde que tengo uso de razón recuerdo a mi padre trabajando de manera dedicada y responsable. Casi siempre por guardias, extenuantes jornadas y no precisamente por ser médico. Papá es Técnico Electrónico egresado la Escuela Técnica de Sub Oficiales de la Fuerza Naval de Venezuela.
No estoy segura del significado de su nombre: “Witremundo”. No tengo idea de dónde pudo haberlo seleccionado mi abuela Carolina pero seguro está relacionado con:
• Inteligencia
• Investigación
• Lectura
• Sensatez
• Paciencia
• Justicia
Estudio, disciplina, constancia son palabras claves que papá ha cultivado en sus 84 años recién cumplidos. Nos ha contado en varias ocasiones que desde niño conoció del trabajo fuera del hogar. No había mucho tiempo libre para juegos con amiguitos sino para el estudio y los deberes de la casa.
No tiene sentido escudriñar en su pasado. Vasta con el tiempo vivido a su lado para comprender que no la tuvo fácil. Lo importante es poder reconocerle el tiempo dedicado a sus seis hijos. Siempre respondiendo ante el compromiso de acompañar a mi madre en nuestra formación y educación.
De carácter fuerte, exigente; poco expresivo, introvertido, pero gran conversador. Leal a sus ideas y principios. Empedernido lector. Amante de la música clásica universal y de la música venezolana. Justo de él aprendí a identificar cada género musical de nuestra tierra.
Hoy mi papá luce bastante desgastado. El tiempo ha transcurrido inexorablemente para él. Su cuerpo ha cambiado drásticamente. Ya no es el señor aquel robusto, vestido de punta en blanco con guayaberas, bien combinado. Hoy muy delgado, con cabellera blanca decidió recoger amarras y permanecer más tiempo en su casa, solo que ya no estamos sus seis hijos. Como todo ciclo de vida se repite la historia de mis abuelos. Ahora apenas, una o dos veces por año, le acompañan la mayoría de mis hermanos y sus 14 nietos.
Sin embargo Witremundo Antonio Gutiérrez, viejo roble de la casa, sigue cobijándonos bajo su sombra. Muy buena sombra a mi entender. Su sabiduría no tiene límites. A pesar de no coincidir con él en muchos temas y de su testarudez de aceptar mis apreciaciones, le admiro, le respeto; le agradezco su ejemplo de constancia, rectitud y honestidad. Su proceder en la vida ha sido más que elocuente. Mis 4 hermanos varones, mi hermana, mi esposo, mi cuñado y yo seguimos intentando poner en práctica sus enseñanzas pero honestamente es difícil calzar sus zapatos. A papá... mil gracias.
A él y a todos los Padres del mundo les dedico una de las canciones más sentidas y hermosas que conozco para honrar la paternidad. La interpreta Roberto Carlos, “Mi viejo, mi amigo”:
Excelentes palabras, se nota el respeto y cariño hacia tu padre. Saludos
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Nuestro padre recoge lo que sembró.
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