Relato. Un día a la vez.

in spanish •  6 years ago  (edited)


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Hace un par de días tomé un autobús para ir a mi trabajo. Eran las 6:30 de la mañana cuando subí. Al principio iba solo en el asiento pensando en lo que sería de nuestras vidas si la situación país fuera diferente a la de ahora, si tan solo hubiera ocurrido un giro en la elección de nuestros gobernantes hace ya 20 años atrás.

Al rato de estar rodando solo escuchaba el murmullo de las demás personas que hablaban de lo que yo ya reflexionaba en mi mente, cuando una de las personas dice ya cansada de lo mismo: por favor, paren de mortificarse y de hacerlo a los demás. Hubo un silencio por unos segundos y la vida continúa con el tema.

Entre tantas cosas, escuché a una señora decir lo difícil de conseguir un poco de efectivo, si no te lo cobran hasta el 800% en la calle, el banco sólo te da 200 Bs.S por día y que en realidad no alcanza para nada. La señora ya tenía una semana y solo logró reunir 600 bolívares, pues en dos de los 5 días de trabajo del Banco no hubo efectivo en la entidad. Increíble pero cierto. Sin embargo con eso fue hasta un mini mercado que tiene un nombre muy conocido: Puente Ayala. Sí, como la cárcel. Pues tiene una estructura bastante semejante.

Allá la doña consigue de todo pero en efectivo nada más, ese mismo efectivo que ella da allí lo puede comprar en caso de que necesite para otras cosas pero esta vez necesitaría pasar su tarjeta de débito con el porcentaje del día. Muchas personas hablan del mercadito cuando este fue mencionado y como una ola se esparcio por todo el autobús. Quejas vienen y van. Unos con tonos sarcástico otros con mirada perdida y hasta doliente.

Ya cuando me quedo en mi parada, camino los 500 metros restantes viendo las colas para el gas doméstico y saludo a unos cuantos conocidos con cara larga. Voy analizando la situación, pensando en qué pasará, que diablos vamos hacer para conseguir ciertas cosas a precios accesibles pero voy también con la cara en alto y tratando de ser positivo.

Sólo esperaba llegar a la empresa para sentarnos en el comedor a desayunar y hablar de dónde compramos esto y aquello, la cola está larga en tal establecimiento pero al final salir del comedor con una sonrisa después de escuchar al señor del almacén decir: bueno, abajo hay uno que para arriba mira. El dicho está mal, pero también tiene lógica.

Fue un día dificil. Pero lo mejor es llegar a casa, ver a tu esposa con cara de que estamos bien, ver que tu hija te recibe con amor y escuchar a los loros, a pesar de estar enjaulados, decirte: ¡hola, amor!

Gracias por leer.


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