Su reloj bañado en oro marcaba las 2:18 de la madrugada. Se pasó la maleta de una mano a la otra con un notable nerviosismo. Habían establecido ser puntuales, y que, si alguno de los dos se retrasaba más de quince minutos, lo mejor era alejarse y olvidar el trato.
Las luces de neón que iluminaban el pequeño estacionamiento coloreaban toda la escena con tonos violetas y azules.
Ya habían pasado dieciocho minutos.
Pero, estaba decidido a esperar un poco más. Si lograba hacer esto, sería una buena cantidad de pasta que se ganaría en la comisión. Esta idea le hizo relamerse el labio. Pensó que no le vendría nada mal comprarse una mejora en los ojos, para así poder ver de noche con más claridad. Quizá también compraría una de esas nuevas compañeras holográficas y bastante realistas, un amigo suyo decía que la calidad de la imagen era exquisita.
–Me disculpo por llegar tarde –dijo una vez detrás de sí.
Al voltearse, Dutch se encontró con un hombre delgado y de estatura promedio, con el cabello castaño alborotado y un rostro cansado, vestido con una gabardina marrón, una camisa, pantalones de vestir arrugados y mocasines desgastados.
–Debería darte una paliza solo por hacerme esperar ¬–reprochó Dutch, apretó los puños y los aflojó. Se esforzó para permanecer calmado, aún necesitaba hacer la venta.
–Me quedé dormido en el transporte y me pasé un par de paradas –su sonrisa fue débil, de vergüenza.
Dutch lo miró de arriba a abajo, el aspecto de este hombre no coincidía con la cantidad de dinero que estaba dispuesto a pagar.
–Terminemos con esto ya –incitó– se acercó a su auto deslizante y colocó la maleta en posición vertical sobre el capo, accionó los seguros, y la abrió. Hizo todo esto sin darle la espalda a este sujeto, quien por alguna razón seguía teniendo una sonrisa débil y un aire despreocupado.
El contenido de la maleta era seis celdas de energía, suficientes para darle carga a un cuerpo por al menos un mes, de modo que una persona no necesitaría dormir o descansar. Esta cosa era potente, como una maldita mezcla de cocaína con bebida energética, especialmente para los micro-circuitos de un cuerpo, y sin efectos secundarios.
El hombre metió la mano dentro de su gabardina.
–No intentes nada, será lo mejor para ti. –advirtió Dutch, poniendo su mano en posición, listo para desenfundar la pistola que tenía escondida debajo de la chaqueta, justo a la altura de las costillas.
El hombre alzó su mano libre, dejando ver la palma, en señal de que no tenía intenciones ocultas. Con su otra mano siguió hurgando bajo la gabardina. Finalmente sacó una memoria de dos por dos centímetros. La sostuvo entre su dedo índice y del medio, se la exhibió a Dutch.
Este fijó su mirada en la memoria, sus receptores oculares se enfocaron y escanearon el chip. No parecía haber nada malicioso.
–Parece limpio. Espero no te moleste que me asegure –esto lo dijo mientras sacaba una pequeña pantalla de su bolsillo derecho, lo que en verdad no le dejó mucha opción al hombre.
Dutch extendió la mano y el hombre le entregó la memoria. La introdujo en una ranura, el dispositivo portátil analizó la información en la memoria. En ningún momento Dutch le quitó la vista de encima al hombre, su actitud lo ponía algo inquieto.
Pasados un par de minutos en puro silencio, el dispositivo termino su análisis. La información en la memoria era lo que se había prometido.
Dutch gruñó en señal de aprobación.
–Ha sido todo un placer. –declaró sin simpatía alguna. Se guardó en chip en el bolsillo junto con el dispositivo. Cerró la maleta y la colocó en el suelo, con una patada se la deslizó al hombre.
Este asintió levemente con la cabeza y tomó su nueva adquisición. Se dio media vuelta para irse caminando.
Dutch lo observó alejándose. Se alegró por fin de que la transacción hubiera finalizado. De su chaleco sacó la pistola y apuntó hacia el hombre. Jaló el gatillo con fuerza. La detonación hizo eco al tiempo que la bala cubrió la distancia entre Dutch y el hombre en milésimas de segundos, incrustándose en la cabeza del objetivo.
El hombre se desplomó en el suelo produciendo un golpe seco.
Dutch guardó su arma y caminó hasta el cuerpo inmóvil. Tomó la maleta y caminó hacia su auto.
–Eso fue demasiado predecible. –escuchó decir a una voz.
Dutch desenfundó el arma nuevamente a una velocidad increíble. Apuntó y miró a todas direcciones, sus ojos escanearon el estacionamiento. No había señales de vida.
–Deja de buscarme. No estoy aquí.
Así fue como se dio cuenta, la voz parecía venir de su cabeza, o para ser más precisos, del intercomunicador instalado detrás de su oreja.
–Eres mío ahora, Dutch. Espero puedas reconocer mi voz, me hará sentir mejor saber que sabes la razón por la que ahora voy a…borrarte.
–¡Sal de mi cabeza! –gritó Dutch, golpeándose irracionalmente la sien. Escaneó rápidamente sus sistemas, se horrorizó al ver que un virus había sido detectado.
De repente, dejó de tener control sobre su cuerpo, no pudo moverse, ni mucho menos hablar.
–Esto está mejor –comentó la voz, con alivio–. Sabes, me llevó unas semanas construir ese cuerpo. Aunque, lo más difícil fue controlarlo, un cuerpo sin mente es algo antinatural…así como el asesinato, ¿no, Dutch? Quiero decir, ya no somos cavernícolas, no es necesario matar para sobrevivir. Por ello, acabar con la vida de alguien ya no es un acto natural.
Dutch intentó moverse, pero no pudo ni parpadear. La voz sí se le hacía conocida, pero el miedo no lo dejaba pensar con claridad. Su mente lo transportó a años atrás, cuando experimentó lo que se denomina como parálisis del sueño. Esto era mil veces peor, porque esta vez el demonio no solo te paralizaba, sino que te susurraba al oído.
–Préstame atención, Dutch. Te noto distraído. Necesito que recuerdes, porque yo recuerdo muy bien la paliza que tu jefe y tú me dieron. Lo que experimentas ahora es exactamente lo que yo viví estando en coma –de repente la voz estalló en risas–. ¿A quién engaño? ¡Esto es mucho peor! La buena noticia es que mi mente se pudo recuperar, he recibido ayuda, Dutch. Hay gente que busca lo mismo que yo.
Y esto es lo que va a pasar: Robaré de tu mente todo lo que necesite, luego te borraré. ¿Y la mejor parte? Estoy al alcance de tu mano y no puedes hacer nada.
El chip. Ese fue el último pensamiento de Dutch antes de que la descarga comenzara.
Hi, @niklaus22!
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¡Impresionante! Muy a tú estilo. Me gustó mucho como adaptaste la palabra clave para crear esta historia.
Definitivamente existen muchas formas de quedarse Sin cerebro, la forma en la que lo plasmaste es muy original.
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