Concurso de escritura creativa Merrys Adictos-Deseo Incontrolable

Transcurría una tarde lluviosa y fría en la hermosa Caracas. Alberto y Martha conversaban plácidamente por el WhatsApp, habían trabajado durante dos años juntos y hace al menos siete años que no se veían.

Habían perdido la pista de sus respectivas vidas, como suele pasar normalmente, cada uno había tomado un rumbo diferente. Martha fue quién busco el reencuentro, vió el nombre y apellido de Alberto en un grupo en común y sin dudas debía ser el mismo. Aquel muchacho de nobles sentimientos que vivía enamorado platónicamente de la mejor amiga de Martha, Daniela.

Alberto había conocido a Martha en busca de saber más de Daniela, de acercarse un poco más a ella, de tratar de hacer realidad aquella idílica relación que cada día se alimentaba más en la mente de el caballero.

Su relación era cordial aunque llena de diferencias y muy pocas similitudes. Habían convivido en el mismo ambiente laboral, creían en el mismo Dios; tenían posiciones políticas contradictorias y sin dudas Alberto no era el tipo de pareja que aspiraba Martha, y ella no tenia absolutamente nada que ver con la pareja que soñaba Alberto.

Martha hacía lo posible por no perder el contacto con Alberto, a quién sentía distante tal vez por la lejanía entre Daniela y ella. Procuró una salida en más de una oportunidad, hasta que finalmente el accedió.

El, la invito a su casa en una noche tan fría como la anterior en la que hablaban a ver que sucedía, con la intención de pasar un día diferente, de conversar plácidamente, de ponerse al día con los acontecimientos recientes de la vida de ambos.

La familia de Alberto se había ausentado de la ciudad por lo que tenían toda la noche para compartir. Colocaron música suave, romántica, de amor y de desamor. El mueble se hacia gigante para aquellos dos cuerpos, que deseaban juntarse cual imanes. Sus miradas se encontrarón en más de una oportunidad. Lo único que los dividía eran sus ideologías políticas y absurdos prejuicios sociales.

Martha había decidido dejar de lado aquellas limitaciones que por su lado Alberto no dejaba de tener presente, revoloteando en su mente como un zancudo fastidioso! Sin dudas eso prejuicios eran como los zancudos: fastidiosos, innecesarios, incómodos, inútiles.

El ambiente fue suprimiendo a aquellos prejuicios en forma de zancudos, sin dudas la pasión, la atracción y el deseo resultan ser de los más eficaces insecticidas que existen en el mundo ante este tipo de plagas.

En medio de una de las conversaciones, Martha no resistió más. Posó sus rodillas en el piso justo al frente de donde se encontraba Alberto con las piernas abiertas. El no opuso resistencia mientras ella acariciaba sus gruesas piernas con el deseo brotándole por los poros.

Llegó justo al sitio donde convergen sus piernas, respirando lo más hondo posible como si de dejar sin aroma cada parte del cuerpo de Alberto se trataba. El no opuso resistencia, ante su actitud Martha desabrochó el pantalón lentamente y bajó el cierre con los dientes. Restregó su rostro contra el bóxer de Alberto una y otra vez hasta sentir tomar cuerpo el miembro de Alberto.

Terminó de sacar el pantalón de Alberto sin dejar de estimular su cuerpo constantemente. Sacó primero sus zapatos y restregó su nariz contra el sudor de los pies de Alberto, nunca antes había estado tan excitada. Disfrutaba la textura y el olor de Alberto. Estaba atreviéndose e innovando. Lo que nunca le había comentado a ese hombre que tanto deseo despertaba en ella, es que eso que ella tanto deseaba darle jamás se lo había dado a nadie. Anhelaba que el fuese el primero. Que fuese la primera vez de ambos, pues, el tampoco había tenido la oportunidad de estar con una mujer como ella.

Alberto la guió hasta su cuarto, sus medias iban dejando marcas en el piso mientras la ropa interior de Martha se humedecía cada vez más. Jamás sus manos habían estado juntas, no se habían dado cuenta que encajaban perfectamente. Aquella noche todo parecía estar hecho a la medida.

Se les había olvidado todo, el tiempo, la música, el país... En ese momento solo importaban ambos. El se acostó sobre el colchón y con la mano la templó hacia el. Le quitó la blusa sin desabotonar botones, varios rodaron por el piso. Sintió su cuerpo sobre el de el, ella mientras jugaba con los cañones de sus bellos y besaba sus firmes y provocativos pectorales.

Besaba sus tetillas y cuello mientras con su mano derecha acariciaba sus labios y una cicatriz que tiene entre las cejas, un poco mas arriba de su nariz. Alberto no abría sus pequeños ojos, solo disfrutaba del placer que le proporcionaba el arrebato de placer acumulado que le daba Martha.

Ella lo ayudó quitando su jean y aprovechó de terminar de desnudarlo quitando sus medias, quedaron ambos en ropa interior, ella sobre el... El pasaba sus manos por todo el cuerpo de ella. Tocaba su pecho, bordeaba su cintura. Su erección era bestial...

Se acomodó en la parte de abajo de la cama, le bajó el bóxer a su amado y comenzó a rodear el glande con su lengua, la movió en círculos y termino bajando hasta sus testículos. Se saboreaba y le daba placer hasta a su garganta, amó el sabor de su liquido preseminal, apretaba un poco el pene de Alberto en busca de más. Ambos lo disfrutaban, no existen palabras que describan aquella sensación.

Alberto despertó de su letargo, se incorporó, acomodó el cuerpo de Martha boca abajo contra el colchón y comenzó a rosar su miembro contra la integridad de su interlocutora una y otra vez...