Agosto: Mes al Inmaculado Corazón de María
Día 29
Meditaciones para la Fiesta y Octava del Corazón de maría: 9.ª (el día de la octava)
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Las devociones para este mes:
Rosario en Honor al santísimo Corazón de la bienaventurada Virgen disponible en esta publicación y este rosario contiene la Salutación Ave, Cor sanctissimum que también se ha publicado por separado aquí.
Letanía (disponemos de 9 letanías, para cada día de la octava, que se rotarán durante los 20 días) en esta publicación está la novena letanía.
El cántico del Magníficat disponible bilingüe en esta publicación. La obra contiene diversos himnos y cánticos (latín con y sin francés). Sin embargo, san Juan Eudes dedica el Libro X de su obra específicamente a este cántico del Magníficat.
Una meditación (perteneciente a una de las dos octavas de la obra u otras meditaciones contenidas en esta) o un texto extraído de la obra. Esta es la meditación para el día de la octava de la fiesta:
Meditación 8. Para el día de la octava. El Corazón de la Madre del Amor Hermoso es un Horno de amor y caridad
Punto 1.°
Considerad y honrad al amabilísimo Corazón de la Madre del Salvador como un horno de amor a
Dios.
Es un horno de amor, porque jamás tuvieron entrada en él, ni el pecado, ni el amor del mundo, ni el amor propio, porque siempre estuvo lleno y como abrasado en las llamas del divino amor.
Es un horno de amor, porque este santo Corazón no ha amado más que a Dios sólo, o lo que Dios quería que amase en él y por él.
Es un horno de amor, porque la bienaventurada Virgen amó siempre a Dios con todo su Corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, y porque ella todo lo hizo por amor a Dios, y por amor purísimo: No habiendo tenido nunca otra intención en todo lo que pensaba, decía y sufría más que la de agradar a Dios; y haciendo todas las cosas con esforzado corazón y ánimo generoso, presto siempre con la perfección que le era posible, para agradar más y más a su divina Majestad.
Es un horno de amor, porque no sólo quiso siempre lo que Dios quería, y dejó de querer lo que él no quería; sino que además puso siempre su contento y su alegría en la amabilísima voluntad de Dios.
Es un horno de amor de tal modo abrasado, que los indecibles tormentos que soportó -como torrentes o diluvios de aguas- no pudieron, no ya extinguir, pero ni siquiera amortiguar las llamas ardentísimas de este horno encendido.
Es un horno de amor en el que el Espíritu Santo que es todo fuego y todo amor, habiendo prendido su divino fuego desde el primer instante en que este Corazón virginal comenzó a alentar, no ha cesado jamás de inflamar y abrasar cada instante más y más, hasta el último hálito de vida de esta Madre de amor. ¡Oh fuego y llamas sagrados de este santo horno, abrasad nuestros corazones en vuestro fuego!
Punto 2.°
Considerad que este mismo Corazón de la Madre del amor hermoso es un horno de amor en el que el Hijo unigénito de Dios y el Hijo unigénito de María, que es el fuego y el amor esencial, y que se llama en las Escrituras: Fuego abrasador, hizo y hará su morada por siempre.
Juzgad qué fuego, qué llamas, qué ardores encendió en el Corazón de su divina Madre, en el cual no encontró nunca obstáculo alguno a sus designios. Cierto que este Hijo amadísimo de María es en el Corazón de su dignísima Madre como un inmenso horno de amor divino dentro de otro horno totalmente abrasado en el mismo amor: horno que expande sus llamas hasta los corazones de los serafines, para inflamarlas más y más; y aun hasta el Corazón del Padre celestial, a quien arrebató su Hijo amadísimo, sacándole del seno paterno y atrayéndole al seno virginal de María.
¡Oh horno santo! ¡Bienaventurados aquellos que se acercan a vuestro sagrado fuego! ¡Más dichosos aún los que se dejan inflamar de vuestras celestiales llamas! ¡Pero infinitamente dichosos los que se sumergen, se pierden y se consumen entre vuestras divinas brasas!
¡Oh horno de amor, prended vuestras llamas en todo el universo, a fin de que se cumplan los deseos de mi Salvador, que dijo: Haber venido a la tierra para prender fuego en ella, y no desear otra cosa más que abrasar los corazones de todos los hombres!.
Todo el que quiera arder en este fuego, que se esfuerce por extinguir en sí el fuego del amor del mundo y de sí mismo; y que procure amar únicamente a Dios, y amarle de todo corazón; hacer todas las cosas bien por su amor, no tener, en cuanto haga, otra intención que agradarle; y poner todo su gozo, por amor a él, en su divina voluntad, y en todas las cruces que le sobrevengan. ¡Oh Madre de amor, haced con vuestras súplicas que se cumpla esto en nosotros!
Punto 3.°
Considerad y honrad al sagrado Corazón de la Madre de Jesús como un horno de caridad hacia los hombres. Un horno de caridad en el que no hubo jamás pensamiento ni sentimiento alguno contrario a la caridad. Un horno de caridad tan ardiente aun hacia sus mayores enemigos, que por ellos sacrificó a su querido Hijo unigénito, en el momento mismo en que ellos lo martirizaban cruelmente, y traspasaban su Corazón maternal con mil espadas de dolor.
Un horno de caridad hacia sus amados hijos, a quienes ama tan ardientemente que si se juntara y uniera en un solo corazón el amor de todos los padres y madres que han existido, existen y existirán, apenas sería una centella de¡ ardiente horno de amor que abrasa el Corazón de nuestra divina Madre.
Un horno tan ardiente de caridad y celo por la salvación de las almas, que hubiera sufrido gustosamente todos los tormentos del infierno mientras estuvo en el mundo para salvar una sola. Pues si Moisés, San Pablo, Santa Catalina de Sena y muchas otras almas tuvieron esta misma disposición, ¡cuánto más la Reina de todos los santos, que ama más a las almas que todos los santos juntos!
Dad gracias al Hijo de María por haber inflamado este Corazón con el fuego de la divina caridad, que abrasa su Corazón hacia nosotros.
Agradeced a esta Madre, llena de caridad, los efectos de su amor hacia el género humano. Desead imitar cuanto podáis la caridad de vuestra buenísima Madre. Examinaos de las faltas que habéis cometido en el pasado, para humillaros y pedir perdón a Dios de ellas, ofreciéndole en reparación el amabilísimo Corazón de la bienaventurada Virgen. Ofreced también vuestro corazón a esta misma Virgen y suplicadle destruya todo lo que haya en él contrario a la caridad, y grabe una imagen perfecta del amor que tuvo a sus predilectos y a todas las almas.
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